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Malcolm X

La muerte de Malcolm X, 55 años después: ¿otra conspiración del FBI?

Activista revolucionario por el derecho de los afroamericanos y ministro de la Nación del Islam, murió acribillado tal día como doy hace 55 años

Malcolm X addresses a rally in Harlem in New York City on June 29, 1963.
Malcolm X addresses a rally in Harlem in New York City on June 29, 1963.larazonAP

El-Hajj Malik El-Shabazz, más conocido como Malcolm X fue un orador, ministro religioso y activista estadounidense. Por un lado, considerado ferviente defensor del derecho de los afroamericanos, por otro, un hombre racista y predicador de la violencia. En cualquier caso, una de las figuras más influyentes del panorama nacional en Estados Unidos en el siglo XX.

Nacido en Omaha (Nebraska), tuvo una infancia realmente dura. Él y su familia comenzaron su andadura huyendo del movimiento racista Ku Klux Klan. Perdió a su padre a la edad de 14 años en extrañas circunstancias, mientras su madre era ingresada en un centro psiquiátrico después de perder la custodia de sus hijos.

Con esta alocada vida, Malcolm se integró dentro del hampa, nombre que reciben las personas que viven de forma marginal y llevan a cabo actos delictivos. Fruto de ello paso diez años en prisión. Allí, entre rejas, nuestro protagonista, influenciado en parte por sus hermanos, descubrió algo por lo que luchar: la Nación del Islam. Una organización más religiosa que política y que apenas contaba con más de 100 seguidores. Eliminó de su nombre Little de Little Malcolm, impuesto por los esclavistas blancos y lo sustituyó por una X, que representa el apellido africano que él nunca pudo conocer.

Fue durante la predicación de la Nación del Islam cuando Malcolm alcanzó sus mayores cotas de popularidad, al mismo tiempo, que comenzaba a ser cuestionado por su radical visión del hombre negro y el hombre blanco. Para él, el Islam era la religión verdadera y solo para los negros, mientras que el cristianismo era para los blancos. No solo eso, sino que propuso la creación de un estado independiente al sur de Estados Unidos y poblado únicamente por negros. Solo permanecerían allí hasta que todos pudiesen volver a África.

No ayudó a su imagen su confesión de ser comunista. Por esta razón, el FBI abrió una investigación en 1959 para tratar de esclarecer si el rápido ascenso de Malcolm estaba ligado de alguna forma al Partido Comunista. De hecho, durante la visita de Fidel Castro, como miembro de la Asamblea General de Naciones Unidas, éste solicitó una reunión privada con Malcolm después de quedar gratamente sorprendido.

Su postura fue radicalizándose tanto hasta tal punto que llegó a comparar el asesinato de John F. Kennedy con un pollo que vuelve a casa a dormir. La relación con la Nación del Islam fue rompiéndose poco a poco, más después de que la sociedad mostrase sus condolencias a la familia de Kennedy, mientras Malcolm se burlaba. Se le prohibió hablar públicamente en nombre de la organización durante 90 días, aunque mantuvo su rango de ministro.

En los últimos años de vida, defendió la idea de que cualquier vía vale para lograr la libertad, la justicia y la igualdad de los afroamericanos, incluyendo la violencia. Si bien es cierto que rebajó su discurso “antiblancos”, sí que mantuvo el pensamiento de tener una nación negra. Poco después, Malcolm X cuestionó el nacionalismo negro al descubrir que los revolucionarios de África del Norte eran blancos.

Las amenazas y la muerte de Malcolm X

Pronto las tensiones entre la Nación del Islam y Malcolm X aumentaron tanto que llegaron a poner una bomba en su coche. Las amenazas continuaron y él y su familia tuvieron que abandonar su hogar, después de que una denuncia de Nación del Islam saliese vencedora reclamando la vivienda en Queens. La vivienda fue incendiada, aunque sobrevivieron.

Finalmente, el 21 de febrero de 1965, mientras Malcolm se encontraba dando un discurso estalló una trifulca entre el público que llamó la atención de los guardaespaldas. Momento que aprovechó un hombre para dispararle en el pecho con una escopeta recortada. Recibió 16 disparos en total, muriendo en el Centro Médico de la Universidad de Columbia.

Tres hombres fueron declarados culpables de asesinato en primer grado, aunque aún hay dudas sobre quienes fueron los autores.

Ahora, «¿Quién mató a Malcolm X?», una serie documental de Netflix, vuelve a poner los focos sobre el caso. La serie es fruto de la pasión de un activista, Abdur-Rahman Muhammad, convencido de que aquello fue una monstruosa conspiración. Una coartada para tapar lo sucedido. Una cacería de hombres libres que acallaba conciencias y cerraba fosas que a nadie interesan. Como todos los productos de esta índole la serie, exhaustiva, sesgada pero también implacable, obsesionada con los agujeros negros y las zonas de sombra, encara miles de papeles, husmea en las hemerotecas, reúne testimonios, hace desfilar a numerosos testigos, contemporáneos de una tragedia que todavía quema.

¿Eran inocentes los condenados? ¿Estuvo detrás el FBI? Sin duda el clima de la época, desquiciado, amerita semejante conjetura. Los estertores violentos de los grupos sudistas y sus pistoleros de caperuzo blanco eran todavía omnipresentes. ¿O caso fueron sus antiguos correligionarios en la muy racista Nación del Islam? Veamos. Tres hombres, Muhammad Abdul Aziz, Thomas Hagan y Khalil Islam fueron arrestados y condenados. Hagan confesó, y muchos años después, en el 78, incluso dijo quienes fueron sus teóricos cómplices. Los otros dos mantuvieron su inocencia. Islam salió de la cárcel en 1987. Falleció en 2009. Hagan fue liberado en 2010. Aziz, en 1985. Y es él quien pelea para limpiar su nombre y encontrar a los culpables. En aquel momento, mediados de los sesenta, Malcolm X, también llamado Malcom Little, también conocido como El-Hajj Malik El-Shabazz, acababa a de distanciarse de la organización para seguir un camino que posiblemente lo habría conducido junto a Martin Luther King Jr. Si el propio reverendo King no hubiera sido igualmente asesinado.

De creer al documental al menos dos de los condenados por el crimen eran inocentes. Las dudas son tan llamativas, y la presión pública tan notable, que la mismísima fiscalía de Manhattan ha asegurado que retomará el asunto. Malcolm X, caso abierto. De hecho, los fiscales ya mantienen contacto directo con activistas y abogados especializados en revisar condenas dudosas. Un asunto punzante en un país con un sistema penal tremendamente punitivo que mantiene vigente la pena de muerte y la cadena perpetua sin posibilidad de revisión en numerosos estados. Mucho más dada la bestial trascendencia del asesinato del legendario activista negro, mito y figura de la respuesta más politizada, radical e incómoda en la lucha por los derechos civiles, cuando el movimiento conoció años catárticos con varias facciones enfrentadas. De un lado, los posibilistas, los partidarios de poner la otra mejilla, los herederos del núcleo duro de Alabama y Mississippi, los King y cia. Del otro una Nación del Islam con tintes segregacionistas, mucho más extrema que los predicadores baptistas, y unos incipientes Panteras Negras que germinaron en 1966.

El papel de Donald Trump

En una nota enviada a los medios la fiscalía explica que «Cy Vance, fiscal del distrito, se reunió con representantes del Proyecto Inocencia y un abogado asociado con respecto a este asunto». Una vez hagan las primeras pesquisas los expertos «informarán a la oficina sobre qué pasos adicionales de investigación se pueden emprender». No parece que el departamento se lo tome a la ligera. Los dos investigadores serán nada menos que Peter Casolaro y Charles King.

Desde el Proyecto Inocencia recuerdan que su representado, el señor Izan, ya tiene 81 años, y que Casolaro fue nada menos que el hombre que investigó, y destapó, el inmenso caso de corrupción de los llamados Cinco de Central Park, los cinco adolescentes, latinos y afroamericanos para más señas, que fueron condenados en 1989 por una violación. Hasta que en 2001 un asesino en serie y violador en serie, Matías Reyes, confesó ser el autor del crimen. Como nota al margen, cabe recordar que cuando los jóvenes fueron sentenciados, el hoy presidente, Donald Trump, denunciaba las condenados de los jóvenes como demasiado livianas, les cayeron entre siete y quince años de cárcel, al tiempo que pedía la reintroducción de la pena de muerte en Nueva York.

En cuanto a las teorías sobre Malcolm X y las manos negras que habrían intervenido en el crimen, viene bien recordar al ya fallecido profesor de la universidad de Columbia, Manning Marable, gran experto en las tensiones raciales en Estados Unidos, es también el autor de libros como «Beyond black and white: transforming african-american politics» y «Black liberation in conservative America», y por supuesto, de autor de la biografía definitiva de Malcolm X.

La conspiración y la leyenda

Marable, que desbrozó como nadie la vida, obra y milagros del joven y ardiente orador, carismático y seductor, también mesiánico y fabulador, siempre sostuvo que ni la policía ni los servicios secretos fueron suficientemente cuidados para proteger al político. Sabían de una conspiración en contra, de las amenazas, y, sin embargo, no enviaron a nadie a protegerlo y vigilar el mitin donde acabaría por ser asesinado. Pero ni siquiera Marable fue capaz de reunir más que conjeturas en torno al caso.

Quién sabe si Casolaro será capaz de llegar allí donde el reputado historiador marxista abandonó entre suposiciones, en los que sin duda constituye el capítulo menos potente de su libro. No hay, desde luego, príncipe de la lucha por los derechos civiles más venerado y capaz de generar toneladas de literatura. Frente al siempre magnífico Luther King, demasiado pactista, o realista, para los más jóvenes, Malcolm X reúne las necesarias dosis de visceralidad, dinamita poética y mordisco, la épica del hombre que llama a la guerra y la condición maldita del guerrero que acaba por renunciar a casi todo, y también maestro de mentir sobre sí mismo, porque la mejor historia es siempre la leyenda para pasar a la historia como el mártir incontestable al que está por ver si todavía nadie ha hecho justicia.

El FBI, en el centro de la teoría de la conspiración

La década de los sesenta fue la más fructífera en cuanto a la desaparición de líderes, de nombres que marcaban el mejor camino para la sociedad estadounidense. El eje de todas estas muertes siempre fue la violencia y las nada claras consecuencias en las que habían sucedido estos crímenes. Todo empezó en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, cuando cayó asesinado el presidente John F. Kennedy. Tras él, Malcolm X, Martin Luther King jr. y Robert Kennedy. La sombra de la conspiración se encuentra en todos estos casos, siempre con un denominador común llamado J. Edgar Hoover, el temido director del FBI.

En el caso de Malcolm X se sabe que Hoover ordenó a su agentes que llevaron a cabo un detallado seguimiento del líder negro mucho antes incluso de que atrajera a las masas, una operación que empezó a finales de los 50. Para el FBI, Malcolm X era una amenaza incluso cuando se separó de la Nación del Islam. El 5 de junio de 1964, Hoover enviaba un telegrama a las oficinas de la agencia en Nueva York pidiendo que «se haga algo», un «algo» con muchas lecturas.

¿Intervino la Policía de Nueva York? Una semana antes del crimen, el domicilio de la familia de Malcolm X fue incendiado, salvando la vida de manera milagrosa. Siete días más tarde, Malcolm ofrecía una charla en el norte de Manhattan sin un oficial a las puertas del local en el que intervenía.

Para algunos investigadores del caso nos podríamos encontrar ante una operación relacionada con COINTELPRO, el programa con el que el FBI quiso controlar y desmontar organizaciones políticas en suelo estadounidense.