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Cultura

ARCO: El artista (político) es el protagonista

La Feria quiere que la estela de Félix González-Torres esté presente a través de la obra de otros creadores. Esta edición, la 39, que arranca el miércoles con nueva directora, Maribel López, y sin país invitado, focaliza la atención en la figura del artista en general

175 libras de caramelos componen «Untitled (Portrait of Ross in L.A.)»
175 libras de caramelos componen «Untitled (Portrait of Ross in L.A.)»larazon

«Es solo cuestión de tiempo». Qué profético el título de la obra de 1992 de Félix González-Torres, artista cubano que murió prematuramente y en cuyas aguas han bebido muchos creadores latinoamericanos, aunque no solo. ARCO, en su 39 edición, quiere que su estela tenga una presencia especial a través de la obra de otros. De hecho, esta edición, que arranca el miércoles con nueva directora, Maribel López, mano derecha de Carlos Urroz, y sin país invitado, focaliza la atención en la figura del artista en general. Pero, ¿quién es González-Torres? Así lo explica el crítico y profesor de Historia de Arte Contemporáneo Pedro Alberto Cruz Sánchez: «Es un artista determinante para comprender las prácticas en el tránsito de la década de los 80 a la de los 90. Sus obras parten de estructuras muy sencillas, casi minimalistas, que plantean, sin embargo, cuestiones complejas y de una hondura desgarradora. Su activismo a la hora de visibilizar la homosexualidad lo convirtió en un referente durante un periodo en el que la pandemia del sida hacía estragos». Nació en Cuba pero la vida le sacó de la isla y le llevó hasta Estados Unidos. Allí tejió una obra de sugerencias. Para Cruz Sánchez, «son especialmente emocionantes los trabajos realizados tras el fallecimiento de su pareja, Ross Laycock. En “Untitled (Perfect Lovers)” (1991), dos relojes aparecen parados a la misma hora en la que falleció Laycock; dos relojes que paulatinamente se van desincronizando, aumentando así la distancia entre los amantes. En otras obras se confirma como uno de los grandes exponentes del arte relacional y, por tanto, de la participación del público. Es el caso de “Untitled (Portrait of Ross in L.A.)”, en la que 175 libras (el peso de Laycock) de caramelos se amontonan coloridamente, mientras se invita al espectador a cogerlos y deshacer así esta “montaña”. Conforme los caramelos desaparecen, la presencia de Laycock se borra. La ausencia y el luto se imponen», comenta. En la ciudad de los rascacielos le representó Barbara Rosen hasta que su galería cerró. Después fue el todopoderoso David Zwirner quien mediante un acuerdo para representarlo con la galerista ha posibilitado la protagonización compartida.

«Es solo cuestión de tiempo» es, pues, la propuesta especial en esta edición (que contará, como en años anteriores, con los apartados habituales y los foros y encuentros durante los días en que se desarrolla ARCO), una sección comisariada por Alejandro Cesarco y Mason Leaver-Yap, con Manuel Segade en el programa público, integrada por 16 artistas de 13 galerías y donde se estudiarán las prácticas artísticas a partir de la obra del artista cubano. Los creadores seleccionados son Maria Eichhor, Tony Conrad + Henrik Olesen, Glenn Ligon + Danh Vo, Liam Gillick, Jac Leirner, Pepe Espaliú, Andrea Büttne, Manon de Boer + David Lamelas, Hudinilson Jr., Wendy Jacob, Jem Cohen, Kia LaBeija y Jack Pierson.

Un nombre indispensable

Uno de los que mejor ha conocido la obra de González-Torres y que reconoce su influencia es Marco A. Castillo, el cincuenta por ciento del dúo Los Carpinteros, un nombre indispensable en el arte contemporáneo y que se presenta en solitario en ARCO. Después de más de 25 años de trabajo en común, llegó a la conclusión de que todo lo que podían realizar juntos ya lo habían hecho. Sin embargo, a él le quedaba bastante por demostrar en solitario. Arquitectura, diseño y escultura son los pilares en los que ha cimentado su obra. «Cuando nosotros empezamos, Félix González-Torres estaba en su momento. Fue, sin duda, la inspiración de mi generación y del trabajo de Los Carpinteros en nuestra obra temprana. Su producción posee una belleza que no hace falta explicar. Yo diría que hay un montón de artistas conceptuales trabajando, pero que sea conceptual y romántico al tiempo, solo está él. Conseguía transmitir el lirismo a través de sus piezas», explica.

Empezó con su compañero artístico hace más de dos décadas, a los 17 o 18 años. Dice que entonces tenían un universo por delante: «Ahora estamos en otra etapa. A mí no me gusta hablar de ruptura sino decir que hemos cesado. Sabíamos que no era una colaboración que duraría para siempre y lo hemos disfrutado bastante, aunque yo ya he comenzado a hacer un trabajo en solitario». Habla de plasmar sus «obsesiones personales». ¿Cuáles son?: «La pasión por el diseño. He sido coleccionista de diseño interior, sobre todo latinoamericano, que es poco conocido pero tremendamente potente. Y dentro de él he profundizado en el cubano, que vivió una auténtica revolución estética, con un desarrollo enorme en el apartado gráfico y también en el audiovisual». Sus obras rezuman, como él señala, «tropicalismo» en los materiales, en los colores, en las formas. Son calientes, cálidas , y al tiempo muestran una doble lectura. «Tienen el sabor de aquella época», señala. Una época «aquella», la del inicio de la revolución, «en la que se hicieron cosas lindas que después se estigmatizaron al asociarlas con el gusto burgués». Recuerda la heladería Coppelia, llamada a ser la más grande del mundo y la que tuviera el mayor catálogo de sabores para disfrute del pueblo: «Estaban muy ricos. Era un edificio lindo, muy bello».

Censura a la cubana

Cuánto ha cambiado todo en Cuba para el artista. Nos pone al día sobre el Decreto Ley 349 para regular la cultura y vigilar de una manera férrea al creador. «Se dice que el artista ha de tener un carnet, Ni siquiera con los regímenes fascistas existía algo así. El carnet te permite hacer. Si tú como artista quieres desarrollar una performance en la calle puedes ir preso. En Cuba siempre se censura, pero ahora se hace a través de un arma que es el Decreto Ley». Crea además la figura del inspector o comisario que podrá cerrar una exposición o poner fin a un concierto, por ejemplo, si considera que no son acordes con los principios de la Revolución. Una situación que le entristece y le preocupa «porque el arte se queda metido en una trinchera. Lo que van a provocar con esto es una estampida de la isla similar a la que se produjo en los años 80. Y es una verdadera pena porque potencia hay», lamenta. A él no le han detenido ni llevado a la cárcel, «eso sí, alguna vez he visto mi obra censurada y me han llamado del Ministerio de Interior».

Habla de juegos ópticos en sus piezas, como esa obra realizada con la culata de madera de un fúsil, o una estrella, bellísima, con afiladísimas puntas que van transformándose en un objeto redondo sin aristas: «Con ella quise explicar esa evolución estética que hemos vivido y que no está exenta de perversidad».

Una de las piezas que llevará ARCO es un vídeo con el nombre de «Generación» que habla de un grupo de intelectuales, de conocidos que se citan en una preciosa villa. Son hombres y mujeres jóvenes Fuman, ríen, chascan los dedos. Parecen felices. Uno a uno van subiendo por las escaleras y recorriendo las plantas del edificio. Hasta llegar a la azotea, donde se ayudan a subir unos a otros. El viento sopla y mueve con ímpetu los árboles, Todos están arriba, en lo más alto. Y se acercan peligrosamente al borde. El precipicio está a un paso. El filme está dirigido por Marco A. Castillo y Carlos Lechuga, un cineasta censurado en Cuba y, curiosa y paradójicamente, nominado a mejor corto del Festival de Cine de La Habana, premio que no se llevó. «Es una lástima no poder disfrutar de lo que tenemos, estamos tan lejos de ser democráticos. Cuba es un país injusto y duro, muy duro», reconoce Castillo.

Una obra para una sola persona: Ross Laycock

González-Torres (Guáimaro, Cuba, 1957- Miami, 1996). celebró en Nueva York sus grandes exposiciones, donde, además de su activismo, rindió tributo a su amante con varias obras llenas de lirismo. Sobre sus admiradores aseguró: «Mi público es Ross (Laycock). El resto solo son personas que se aproximan a mi obra».

Franco tiene el mismo número de letras que Castro

Para Marco Antonio Castillo, la revolución no era sino evolución. Solo se diferenciaban en una letra. De ahí que se fijara en dos nombres con el mismo número de letras, Franco y Castro, que «podían presentarse como opuestos, pero que me di cuenta de que presentaban unas cuantas analogías y coincidencias», explica.