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Cultura

ARCO 2020: El virus de Franco

La feria, más tranquila estéticamente que en otras ediciones, muestra una obra del general, un retrato político lleno de ironía y acidez, una “fake news” que se vende por 15.000 euros

Ni una sola mascarilla, pero en el ambiente flotaba y reflotaba el tema del virus y de si las galerías italianas lo iban a pasar este año peor que otros. Como cada edición tocó buscar la obra que diera color, aunque Maribel López nos había advertido ya a la entrada: «Esta todo muy tranquilo, no hay sobresaltos». Vamos a darle tiempo que no llevamos ni un día de feria. Y es que en ARCO te puedes esperar de todo, como, por ejemplo que te asalten con una pregunta tan bizarra como «¿Has visto a Franco?». Hombre, verle, lo que se dice verle. Pues efectivamente, al doblar un pasillo allí estaba.

No, no era obra de Eugenio Merino, que ya lo congeló años ha arrogándose el protagonismo de aquel año. Tampoco lo firma Santiago Sierra. Y no está en la galería ADN, que expone al primero en una instalación de manos unidas que parecen rezar y que guardan un billete en forma de estrella. Franco, presente, pero en una galería de Finlandia que ha llegado del frío para sentirse respaldada por el calor de los flashes que ayer no pararon de colocar su objetivo frente al retrato del general, un busto en tinta negra que tiene un título la mar de elocuente: «Franco no fue tan malo como dicen».

Y allí el artista, de la tierra pero que vive desde hace mucho tiempo en España y que responde al nombre de Riiko Sakkinen, empieza diciendo que «Construyó 280 pantanos...», y tras una larga y prolija enumeración acaba por escribir que «...formó parte de los payasos de la tele y los Lunnis». En la galería Forsblom no estaba el creador pero se esforzaban en explicar que se trata de una obra con una profunda carga irónica y política que empieza de una manera seria y muy positiva y que acaba ácidamente, «con lo que cada cual puede extraer la conclusión que quiera, pero yo creo que está claro. Hay que leer siempre hasta el final porque no es lo que parece». Una «fake news». Franco convertido en una burda mentira.

Fidel dentro de Francisco

Pero no es la única representación que vamos a poder ver en esta edición en la que Juan de Aizpuru y Moisés Pérez de Albéniz nos explicaban que ya habían vendido sus primeras obras. En el caso de la veterana, un Campano precioso por 50.000 euros, que me han quitado de las manos» y una obra de Albert Oehlen. Genio y figura con 50 años de labor a la espalda.

Bueno, sigamos con Franco, que está clavado en una pared, la de la galería que presenta en solitario la obra de Marco A. Castillo. «Franco», se lee, pero dentro está la clave. Las letras del nombre se van transformando en otras que son contenidas por este y así en la almendra, en su núcleo podemos leer «Castro». Fidel y Francisco. Dos nombres y seis letras. Orígenes gallegos, ambos en el poder durante décadas y son capaces de que su estela perviva después de muertos. No dejen de visitar el stand porque merece la pena. Y ver el vídeo que se proyecta.

Sin problemas

Ayer se escuchan martillos y sierras. Abundaban las escaleras y los artistas se afanaban porque todo estuviera en su sitio para hoy, mientras las galerías italianas miraban con los ojos de par en par cuando se preguntaba sobre el coronavirus: «A nosotros no nos va a afectar. No me cabe ninguna duda. Llevamos siete años viniendo y no tenemos el menor temor. Siempre hemos vendido», decían en una galería de Bolonia, mientras Prometeo tenía colocada una cinta que impedía el acceso. A Studio Trisonio no le parecía que ser de Italia les fuera a marcar a la hora de vender. «No hemos tenido ningún problema», aseguraban. La americana, de Nueva York, Edward Tyler Nahem es una fiesta: desde Mimmo Rotella a Basquiat pasando por Sam Francis, Kenneth Nolad, Wesselman y Roy Lichtenstein. Una joya, lo mismo que el Xavier Valls de Fernaández-Brasso, tan lírico. Otro año más Lenadro Navarro se vuelve a salir con esa borrachera maravillosa de Tápies, Millares, Rivera, Baltasar Lobo y un Calder en el medio del stand precioso.

Aunque para sorpresas, que seguro nos llevaremos en los próximos días, las de la galería Rocío Santa Cruz, de Barcelona. Tiene un Lluís Hortalà de seis metros por tres, de pared a pared, que es un trampantojo con el que quien ande despistado se puede dar de bruces. Avisados quedan. «Ante la ley», se llama. O esa otra pared que reproduce una del Museo del Prado, también vacía de obra, como la anterior, con el mismo tono del pantone y el mismo friso de la pinacoteca. Presentan también un pequeño museo de Ceesepe. Una de las obras a la venta por 15.000 euros, «Isa II», cuyo marco merece un capítulo a parte. Juan Silió estalla en color y presenta una pieza llena de pegatinas sobre un espejo: miras y te ves reflejado. Adhesivos de elecciones pasadas, de Franco –de nuevo–, Aznar joven, de sindicatos, de partidos políticos que ya no existen... La firma Nuno Nunes Ferreira. ARCO vuelve a girar otro año más, como la bola del mundo que va cuesta abajo en Alarcón Criado. Un vídeo redondo.

Como redonda lo es, aunque su visión resulte crudelísima, la fotografía de Eric Baudelaire, más correcto es hablar de díptico, que congela el instante de una auténtica masacre. Una imagen durísima en la que la imagen de una madre que sostiene a un niño muerto se convierte en el eje. Puede ser cualquier geurra, puede ser cualquier matanza pero es un lugar de entrenamiento policial para localizar yihadistas. Fíjense en el ángulo izquierdo. En el primer piso, un joven graba con su móvil. En la galería Juana de Aizpuru. cada una se vende por 70.000 euros.

Retrato no oficial de un rey
En blanco y negro una foto de Don Juan Carlos llama la atención. Por el tamaño y por el protagonista. Cruzado de brazos, retratado en su juventud y con rostros serio. Las cartelas están a medio colocar pero está en la galería Alarcón Criado, de Sevilla. No es una obra política, pero tiene ese aire que cubre con una pátina algunos de los trabajos que se pueden ver en ARCO. El título es «El rey del sueño», de Pedro G. Romero, que se vende por 34.000 euros y que se antoja un retrato de corte.