«Elena Fortún»: Los hilos que movían a Celia ★★★✩✩
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Autora y directora: María Folguera. Intérpretes: Montse Díez, Irene Martín Guillén, Ana Mayo, Luis Moreno y Javier Pérez-Acebrón. Teatro Valle-Inclán (Sala El mirlo Blanco), Madrid. Hasta el 8 de marzo.
Estarán de enhorabuena todos los amantes de la literatura de Elena Fortún, y de su propia figura, con el estreno de esta obra titulada de manera clara y contundente con el mismo nombre de la autora (o más bien con el célebre pseudónimo por el que todos sus lectores la recuerdan, porque se llamaba en realidad Encarnación Aragoneses). No puede ser más exhaustiva la aproximación, en la hora y 45 minutos que dura la función, a la biografía y la personalidad de esta mujer original y avanzada a su tiempo que se hizo enormemente famosa con los libros de aquella niña o adolescente –también original y avanzada a su tiempo– llamada Celia. En un espacio mínimo como es el de la sala El Mirlo Blanco del Teatro Valle-Inclán, y valiéndose de una eficaz escenografía firmada por Mónica Teijeiro que representa un teatro pequeñito y que permite, por tanto, fabular sobre él con rapidez un sinfín de lugares y de momentos, Folguera va encadenando con admirable agilidad diversas escenas relacionadas con la vida de la escritora, y con su círculo de amistades, que permiten muy bien al espectador ir componiendo con ellas el perfil de una mujer compleja que deja entrever también, como todos los grandes personajes, algunas lagunas y claroscuros. Lejárraga, Martínez Sierra, Lorca, Benavente, Unamuno, Inés Fiel y, por su puesto, su marido, Eusebio de Gorbea, son solo algunos de los muchísimos personajes que van participando y saliendo de una acción que discurre de principio a fin con firmeza y con sorprendente claridad, a pesar de la obligada economía de recursos escénicos –suplida con imaginación– y de los saltos y flashbacks que propone la dramaturgia. Lástima que no todas las interpretaciones estén al mismo nivel acompañando a Montse Díez en su correcta y difícil interpretación de la protagonista. Sobresalen Luis Moreno y Ana Mayo con sendos trabajos en los que sí se advierte la verdadera composición de personajes, y no solo el simple hecho de ir pasando por ellos.