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Teatro

Estreno

Solamente usted es responsable de su violencia

Grumelot vuelve al Teatro de la Abadía con «Delicuescente Eva», la última parte de la trilogía en la que Javier Lara se expone sobre las tablas

De izda. a dcha., Natalia Huarte, María Morales y Javier Lara
De izda. a dcha., Natalia Huarte, María Morales y Javier LaraGrumelot

«No tenía esa idea», dice, pero lo que Javier Lara comenzó en 2013 con «Mi pasado en B», donde hablaba de su padre y de él, ha terminado años después con «Delicuescente Eva», la pieza que estrena en la Sala José Luis Alonso de la Abadía y en la que mira a su hermana mayor –entre medias, al actor también le dio tiempo a fijarse en su hermano pequeño y en la muerte, en «#scratch»–. Termina así una trilogía, «Lo propio», en la que se ha desnudado por completo: «Hablando desde la primera persona puedo encontrar más conexiones para compartir el teatro». Pero también ha expuesto a los suyos, a su familia, por mucho que en ocasiones, se le revolvieran. «Lo han vivido con conflicto, porque se sienten honrados y con miedo al mismo tiempo. Por ejemplo, con mi hermana me ha costado porque no quería abrirse».

Sin embargo, «Javi pensaba que la obra era un retrato de ella, y así me lo vendió, hasta que empecé a trabajar y me di cuenta de que hablaba de él mismo. De su propia mirada. El personaje de la hermana es una proyección de Javier Lara», afirma una Carlota Gaviño que le conoce muy bien, «desde primero de la Resad, hace ya veinte años».

El actor, aquí autor por mera curiosidad teatral, atraviesa a su hermana, pero para subirla en el altar de los «referentes». «Por supuesto –continúa Lara–. Si de pequeño me ponía sus jerséis por el mero hecho de que me gustaban porque eran suyos, aunque el resto me viera raro, ya de mayor, era el ejemplo que ponía para fijarme en mujeres. ¿Le gustarán? ¿Haría esto?».

Todos a una

«Delicuescente Eva» es la primera pieza que la actriz dirige en solitario, «aunque es una anécdota. Aquí en Grumelot todos hacemos de todo. Digamos que solo he sido la que ha tenido la última palabra». Se pone al frente de un montaje que, reconoce, «no tiene una trama muy definida». Apuesta por la «experiencia» de vivir la angustia de dos hermanos (interpretados por el propio Lara y María Morales) perdidos en mitad de un bosque mientras un accidente no deja de suceder. «Pero ni el bosque ni el accidente son tal cosa, son metafóricos», puntualiza Lara de una «excursión al bosque por la noche».

Es el hermano el que la arrastra a ella hacia el miedo, hacia la incertidumbre. «Como cuando los niños se retan a hacer algo excitante, peligroso, divertido. No hay huevos», explica Gaviño: «La mayor va, pero no sabe muy bien por qué». La guía, el catalizador de esas relaciones entre los hermanos, será Eva (Natalia Huarte), «un ser que pertenece al bosque y que los convence para seguir en el viaje».

Se desarrolla así un mundo de ensoñación con el que los de Grumelot aprovechan para abordar el tema de la educación, la de sus hijos, concretamente. «Como miembros de la generación que creció en los 80, tuvimos una enseñanza compleja y cada uno encontró una grieta por la que sanarse. Por mi parte ha sido el teatro y para ella [su hermana], el mundo de la educación», explica Javier Lara. Esa labor de docente de la inspiradora de la historia y de «comprometerse con la idea de entender la educación de otra forma» es la que ha llevado al equipo a «reflexionar sobre cómo hacer para que nuestros hijos no repitan los errores que cometieron con nosotros. Somos padres tardíos y estamos en esas. Nuestra generación intenta tener mucha conciencia. En la ficción mostramos a dos hermanos muy inteligentes que fueron educados con mucha violencia y ahora intentan salir de ese bosque para romper el círculo vicioso», describe el actor.

De esta forma, la obra propone la posibilidad de rectificar y de no escudarse en un pasado para continuar repitiéndolo, sino «para que la violencia que han ejercido en uno no se transforme sobre los demás»: «Ser delicuescente», explica Gaviño de una propiedad que da nombre a la pieza y que tienen algunas sales que absorben la humedad del ambiente y se transforman en líquido, se disuelven, sin ningún proceso traumático. Lejos de ese hermano de la obra que defiende su inevitable agresividad por el pasado. «No, aquí el único responsable de tu propia violencia eres tú», zanja la directora.

Dónde: Teatro de la Abadía (Fernández de los Ríos, 42. Madrid).
Cuándo: desde hoy hasta el 5 de abril.
Cuánto: desde 5 euros.