Madonna, una larga mala racha
La cantante ha cerrado con mala imagen la gira de “Madame X”, tras un año 2019 muy accidentado
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No ha sido la mejor gira de Madonna. La cantante italoamericana ha bajado el telón de su «Madame X Tour» con varios pinchazos en hueso tras cancelar sus últimos conciertos en París debido a la amenaza del coronavirus. La «tentación rubia» tenía previstas nada menos que 14 noches en la capital francesa, pero las cosas no le salieron como tenía previsto.
Su aventura en Francia había comenzado con mal pie, tras cancelar la primera de las actuaciones por motivos de salud. La cantante había advertido a sus fans que «no se encontraba en la mejor forma» para afrontar la gira y la segunda de sus actuaciones arrancó con tres horas y media de retraso por problemas técnicos. La tercera, de nuevo, fue cancelada por una caída de la que estaba rehabilitándose. Los que finalmente sí ofreció fueron bajo la prohibición de llevar teléfonos móviles. Y es que el gafe de esta gira, que no pasaba por España, ha sido casi completo: ha tenido que cancelar hasta 18 actuaciones.
Esta mala pata llega después de la peor imagen que dio en la última ceremonia de Eurovisión (y mira que es fácil destacar para bien ahí) en Tel Aviv (Israel) donde interpretó una, por decirlo suavemente, deslucida versión de «Like a Prayer» que algunos calificaron de desastrosa y sacaron la pala para cavar su su sepultura artística. Ni física ni vocalmente estaba a la altura de sus felinas capacidades de antaño aunque, si alguien ha sabido renacer ha sido ella unas cuantas veces. Por otro lado, si alguien ha sabido repetirse hasta la saciedad también ha sido ella.
De todas maneras, la artista no atraviesa el mejor momento en lo personal: la cantante salió, o, para ser más exactos, fue expulsada de su «paraíso», Portugal, donde estuvo residiendo dos años porque en el humilde país vecino se cansaron de sus divismos. Luego ella dijo que el lugar «se le había quedado pequeño». Parece ser que las autoridades locales se hartaron de caprichos y peticiones excéntricas, y eso que le habían acelerado el permiso de residencia y hasta le facilitaron un codiciado aparcamiento para su flota de vehículos a precio de saldo. En todo caso, de lo que se trata es de que recupere su nivel artístico o de que adapte su talento (el que tenga, sea mucho o poco) a su realidad. Porque vaya por delante que hacerse mayor, o digamos viejo para hablar sin tapujos, no es estar en decadencia. Es una manera muy digna de ser artista en la que, igual que en la vigorosa juventud, hay que encontrar un camino que no siempre es arrimarse al árbol del reguetón o a cualquier Maluma que se ponga de moda. Tampoco es cuestión de crucificar a quien haya perdido la inspiración y esté tratando de encontrarse, pero la industria del entretenimiento vive tanto de de la carne fresca como de los árboles caídos y nadie sabe eso mejor que Madonna. Brusco y cruel negocio del ocio.