1933, el único precedente de la cancelación de la Semana Santa en España
La ola de anticlericalismo de la Segunda República dejó a España sin Semana Santa en 1933; una situación que se repetirá debido a un virus, el Covid-19
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Con la llegada de la Segunda República, en abril de 1931, una ola de anticlericalismo radical asoló España. Manuel Azaña pronunció en aquellos días una de sus famosas y lapidarias frases: "Todos los conventos e iglesias de Madrid no valen la vida de un republicano”. Seguramente, sin quererlo, había dado el pistoletazo de salida a una creciente violencia contra la Iglesia Católica y sus fieles que llegaría al paroxismo durante la Guerra Civil.
El domingo 29 de marzo del 31′ comenzaba en Sevilla la Semana Santa, coincidiendo con la campaña electoral de las elecciones municipales que se celebrarían dos domingos más tarde y que pondrían fin a la monarquía de Alfonso XIII. Todas las hermandades sevillanas procesionaron, salvo el Santo Entierro que realizó su visita a la catedral a pesar de la ola de agresivo laicismo de una parte de la sociedad y de los actos violencia que anarquistas y miembros de la izquierda cometían contra las cofradías.
Unos días después, el 14 de abril del 31´, todo cambió. La joven Segunda Republica pronto promulgó las leyes que prohibían las manifestaciones religiosas en público y, aunque la corporación municipal sevillana no tuvo valor para prohibir las procesiones, sí suprimió las ayudas económicas que las permitían. Al tiempo que militantes del PSOE, PCE, CNT, entre otros amenazaban a las cofradías a “atenerse a las consecuencias si se realiza el culto público” como recogía el comunicado conjunto de las Juventudes Socialistas.
Durante los meses que van de abril de 1931 a diciembre 1933 la violencia anticlerical fue en constante aumento ante la inactividad del Gobierno y de las Fuerzas del Orden decididas a no intervenir en este tipo de agresiones. El primer atentado de consideración lo sufrió La Hiniesta el día 8 de abril cuando una turba asaltó su templo y quemaron La Dolorosa, esculpida por Martínez Montañés, junto a otras tallas como la de un Cristo del siglo XIV. A partir de este momento el principal objetivo de las cofradías fue impedir la destrucción de sus imágenes.
En diciembre de 1931 y febrero de 1932 se reunió el Consejo de las Hermandades sevillanas que ante las amenazas y los atentados sufridos decidieron no procesionar en 1932. Solo La Estrella salió pero, ante las puertas de la Iglesia de San Jacinto, un grupo de comunistas protagonizó el primer incidente plantándose delante del paso para impedir su marcha al grito de “viva el comunismo libertario”. Pocos minutos después, una piedra de gran tamaño, arrojada por un tabernero, impactó en la espalda del Cristo hiriendo a un soldado en la cabeza tras rebotar, luego lanzaron varios cohetes de feria contra el paso de la Virgen rompiendo los faroles de su candelería de cola. El incidente más grave se produjo cuando un pistolero comunista vació un cargador entero de su arma contra la imagen de la Virgen. A pesar de todo, el recorrido procesional se hizo completo, aunque en los días siguientes el local de la Hermandad sufrió varios intentos de quema. En 1932 en muchas ciudades españolas se celebró la Semana Santa a puerta cerrada en los templos.
Al año siguiente, 1933, fue el único año en la historia de Sevilla en la que no hubo procesiones. Los sevillanos tuvieron que conformarse con visitar las imágenes en los templos y acudir a un triduo en una catedral repleta de fieles.
Durante el bienio radical cedista, diciembre 1933 a febrero 1936, la procesiones volvieron a salir a la calle con normalidad. El pucherazo que llevó a los partidos del Frente Popular al poder en febrero de 1936 hizo que el temor volviese a atenazar a la cofradías.
Luis E. Togores es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad CEO San Pablo de Madrid.