Hollywood, ante su mayor catástrofe: películas en “streaming”
Ni la todopoderosa Meca del Cine aguanta el envite del coronavirus. Igual que en Europa (donde ayer se cancelaba el Festival de Cannes), la pandemia ha obligado a cerrar salas, además de frenar cualquier rodaje. ¿La esperanza? El «streaming» al que recurren hasta los estudios más clásicos de la industria
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Aquello que nunca imaginamos como posible ya se ha apoderado de nuestras vidas. Así que no le den más vueltas. Hasta ahora, el surrealismo era eso que decía y hacía Salvador Dalí mientras se atusaba el bigote o lo que ocurría en «Black Mirror». Muy lejos del mundanal ruido de un tipo, o tipa, normal. Nada que ver con este confinamiento de película de serie B. Un plan que, en la mente del blanco medio del mundo occidental solo parecía condenado a la ciencia ficción o, como mucho, a lejanas tierras asiáticas que poco importaban. Sin embargo, el hecho es que el Covid-19 afecta a todos. No entiende de razas, ni de géneros, ni de ideologías. También golpea, y vaya cómo lo hace, a la industria del entretenimiento, incapaz de mantenerse ajena a una pandemia que ha obligado a echar el cierre en cines, teatros y salas de conciertos. Solo las «actividades de sofá» se salvan, por el momento. Aunque han tardado en llegar algo más que a Europa, las medidas de cuarentena ya se hicieron oficiales en Estados Unidos. Precauciones que, sin duda y como se está comprobando en España, van a ser duras para exhibidores y, básicamente, para cualquier ente involucrado de una manera u otra en la industria. Incluso para ese mastodonte llamado Hollywood.
Atrapados en Nueva Zelanda
La cancelación de rodajes, de diferentes festivales y los retrasos en los estrenos están marcando un hito sin precedentes. Sirva de ejemplo el programa de citas «Love Island», cancelado por Amazon Studios cuando solo llevaba dos semanas de andadura. Con todo el equipo en Ciudad del Cabo, la inglesa ITV paralizó la producción después de que el presidente surafricano declarara el estado de alarma en el país. Más sonada ha sido la suspensión del rodaje de la serie de «El señor de los anillos», en la que trabajaba un amplio equipo de 800 personas, ahora a la espera de poder salir de Nueva Zelanda, pues el país cerró fronteras el 13 de marzo. Netflix, una de las primeras compañías en reaccionar, ha hecho lo propio con la cuarta temporada de «Stranger Things», con «Red Notice», «The Prom» y «Hollywood», la próxima película de Ryan Murphy. «Handmaid Tale», de Hulu, igual. Ni siquiera los superhéroes de Marvel han podido con el virus y han paralizado todo hasta nuevo aviso. También los estrenos de las salas. Películas como la nueva de James Bond, «Sin tiempo para morir», ya ha retrasado su estreno a noviembre, y «Peter Rabbit 2» y «Un lugar tranquilo 2», entre otro buen aluvión de cintas, siguen sus mismos pasos. A los que se sumarán «Fast 9» y «Mulan». Y otras tantas.
Hollywood se intenta adaptar como puede a la nueva realidad mientras la fiebre vírica hace estragos en su parcela. Los primeros en notarlo, no lo duden, los curritos, pioneros en ser arrastrados por este abrupto cambio: cientos de despidos. «A muchos trabajadores se les ha ido el salario de un día para otro. Todo el mundo está en estado de shock», comenta una de las afectadas, Lia Towers, hasta hace nada, asistente de localizaciones. «No nos han dicho cuándo vamos a empezar a rodar de nuevo», asume con resignación.
La Meca del Cine proyecta su idílica figura al imaginario colectivo como un paraje para ricos y guapos, pero, cuando vienen mal dadas, la realidad es bien distinta. Los que verdaderamente hacen que el negocio se mantenga en pie para gerifaltes y estrellas son los «otros»: asistentes, eléctricos, maquilladores, cámaras, asistentes de dirección, catering... Gente que vive de cheque en cheque mientras trabajan en una serie o una película, o ambas. Saltan de producción en producción para poder conseguir un salario decente y pagar sus facturas. Por lo que la inevitable decisión de parar todas las producciones les deja desprotegidos. «No voy a tener ningún ingreso a partir de ahora», explicaba a LA RAZÓN Mathew Walsh, asistente de dirección en una de las producciones suspendidas. «Voy a reclamar lo que me deben de desempleo, pero eso solo me servirá para pagar el alquiler y algo de comida, la luz, internet y lo demás tendrá que salir de mis ahorros». Y es que la crisis se extiende mucho más allá de la producción. También golpea a todas las empresas que se apoyan en el negocio del cine. Emma Clinch, actriz afincada en Nueva York, paga la mayor parte de sus gastos con su trabajo de acomodadora en «Harry Potter and the Cursed Child», en el teatro lírico de Broadway, igualmente cerrado. «Todo se ha ido al garete».
Primero, la salud
Con la premisa bien clara de que lo más importante continúa siendo la salud y que las medidas tomadas son necesarias, la industria del entretenimiento ahora se hace varias preguntas: ¿qué precio van a tener que pagar los empleados más humildes?, ¿hasta qué punto van a subir las pérdidas las grandes productoras?, ¿cómo se va a enfrentar la industria a este efecto dominó en lo que se refiere a los estrenos programados y que ya se están retrasando?... La avalancha de cancelaciones y retrasos en eventos y estrenos cinematográficos, en definitiva, la gasolina de Hollywood, será notable, según los expertos, hasta bien entrado 2021. Punto al que habría que añadir la más que posible recesión que acecha EE UU, presente desde hace meses, y que tendrá un mayor impacto después de los últimos acontecimientos. Recordemos el abrumador descenso de la bolsa de Nueva York esta semana, un escalofrío para posibles compradores. «Esto nos va a obligar a tomar las riendas en un montón de aspectos de la industria que no se habían tenido en cuenta desde hace mucho tiempo», comenta un ejecutivo de un estudio de Los Ángeles ante otra equis de la ecuación: el «box office» americano llevaba desde semanas antes de este parón con la recaudación más baja desde 2000.
Por el momento, ni los estudios ni las empresas de «streaming» han dado ninguna solución acerca de cómo van a afrontar este negro periodo que se presenta. Solo se ha impuesto el teletrabajo para aquellos que pueden: «Si nos quedamos en casa podemos utilizar los días de baja estipulados por enfermedad, pero una vez que se acaben, no nos pagan», explica un enfadado asistente de producción: «Hasta el jefe le llegó a decir que si se pone enfermo es su culpa, cuando nos encontramos en una pandemia».
Yendo un paso más allá, ya en el mundo poscoronavirus, según Rob Gale –CEO de Tubular Labs–, se van a reducir significativamente los eventos relaciones con esta industria y «lo que prevalecerá es la ley del más fuerte». Un alcance de daños todavía muy prematuro y «difícil de medir», dicen, ya que en el día a día de EE UU los casos de enfermos aumentan y la economía se resiente ante la incertidumbre. No existe un precedente similar y las medidas se van improvisando prácticamente sobre la marcha, una fórmula un tanto preocupante.
Casi tanto como los 5.000 millones de dólares de pérdidas para la industria cinematográfica americana que estiman en una primera aproximación los expertos. Cifra que aseguran que se irá incrementando a medida que se retrasen los estrenos. Salvo que el «streaming» maquille algo los resultados, porque solo cabe la opción de ser precavido y quedarse en casa viendo la gran variedad de series, largometrajes y documentales a los que tenemos acceso desde el sofá. De ir al cine, nada de nada.