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“The Visitors”, la ópera que habla de la peste

Compuesta por el mexicano Carlos Chávez se estrenó en Nueva York a finales de los años 50, aunque la versión definitiva no llegaría a escena hasta 1999
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Las epidemias las enfermedades que arrasaron pueblos y ciudades. Pestes y gripes con incómodos apellidos, males universales que fueron carne de libro, de película, de obra de arte. Y de libreto, como es el caso de “The visitors”, obra del compositor Carlos Chávez (con texto de Chester Kallman), estrenada en Nueva York en 1957 como “Panfilo and Lauretta” en su primera versión. Después se presentó en tres ocasiones en México: en 1959 (en inglés) en el Palacio de Bellas Arte, en 1963, en español (en la traducción de Noel Lindsay y Eduardo Hernández Moncada), con el título “El amor propiciado” y, finalmente, dentro del Programa Cultural de las Olimpiadas de 1968 ya con el título de "The Visitors”.
Dividida en tres actos la acción transcurre en el interior de una vivienda a donde han llegado cuatro personajes que han sobrevivido a una epidemia de peste. Personajes que se desdoblan en otros, que son uno y su contrario: Lauretta, Elisa, Panfilo y Dioneo, a los que se unen el Monje y el Físico. Reunirse para pasar el tiempo lo más ameno posible. Inventar y disfrutar. Y tratar de pasar el tiempo lo mejor posible en tiempos de penuria y enfermedad. El teatro dentro del teatro.
Llaman a la puerta
Representan, así, fábulas como la de Cupido y Psique, a la que dan vida dos de los personajes. Cuentos y risas, amores y traiciones. El juego transcurre sin sobresaltos hasta que se escuchan unos golpes en la puerta. Alguien llama y el grupo se plantea entonces si abrir o hacer que no lo han escuchado. Optan por lo primero y aparece en el umbral un monje que trata de convencerles de que representen una obra bíblica, a lo que los jóvenes, con muchas dudas en principio, acaban por acceder. Sin embargo, la llegada del nuevo personaje ocasionará problemas y el acceso al hasta ahora lugar seguro de gente enferma que acaba por inundar la estancia y contaminar el lugar y a parte de los actores principales de la obra.
La ópera, encargadas a Chávez en 1953, está considerada como una de las grandes piezas de la música latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. El compositor falleció sin haber editado ni estrenado la partitura definitiva, en la que quedarían incorporadas las correcciones que realizó a lo largo de más de veinte años, y que se refieren, fundamentalmente, a la orquestación de la obra y al drama de la misma. Tras su estreno en México la ópera se abandonó durante varias décadas hasta que la pieza fue rescatada para homenajear el centenario del nacimiento de su autor en el Teatro Juárez de la ciudad mexicana de Guanajuato. En la última carta, fechada en 1974, que Kallman envió a Chávez, quizá proféticamente, escribió: “Nuestra ópera es muy hermosa y algún día tendremos éxito”. Como así fue.

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