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#culturaencasa: Del erotismo de las medias verdes de Shirley MacLaine al espíritu generacional de Carolina Durante

Aquí están las propuestas culturales que te proponemos para este viernes
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Museo Online

“Un día de verano indio en Claverack Creek”
La amplitud luminosa del paisaje naturalista del XIX y el espejo tembloroso del agua en un día de finales de verano inundan esta obra de Sanford R.Gifford. Si uno se acerca con la precisión requerida a los detalles de su composición casi puede escuchar el rumor del río, el crujir vergonzoso de las hojas que rodean el camino y sentir la intimidad del calor del sol que incide en la nuca de la mujer que espera paciente para subirse a la barca. Profundamente influido por las aspiraciones del Romanticismo y los trazos compositivos de una figura como Turner, este pintor perteneciente a la generación de la Escuela del río Hudson consigue trasladar la mente de quien observa a ese escenario casi teatral de naturaleza templada en el que las horas se estiran y las puestas de sol dramáticas se suceden. Siendo coherente con su afán de precursor de las artes decorativas de este periodo, el MET adquirió semejante belleza gracias a un regalo de la pareja de coleccionistas estadounidenses formada por Barrie y Deedee Wigmore. Se encuentra en el ala americana del museo y ahora se puede disfrutar de forma íntegra en su web.
Disponible en: www.metmuseum.org

Disco

“Carolina Durante”
A esta banda madrileña criada a los pechos de la generación de la movida solo le ha hecho falta componer algunas canciones hablando de desengaños amorosos, abulias existenciales (“no estaban altas las expectativas pero es que hemos llegado aquí... es peor de lo que me decías”), frustraciones sentimentales de lo más naif y modernismo ilustrado revestido de cansancio para convertirse en uno de los grupos más significativos del panorama musical dentro de los circuitos independientes. Tras dos noches seguidas llenando hasta arriba la madrileña sala de La Riviera constataron un éxito que venía labrándose desde la participación en prácticamente la totalidad de festivales de verano de España. Carolina Durante suena a la irreverencia de los Nastys, al humo de los garitos gentrificados de Malasaña, a la diversión de los Nikis, a la asfixia enlatada de la generación mejor preparada de la historia. En este disco de letras honestas y sonido sucio muestran su mejor cara. Porque sí, también la tienen y no conviene perdérsela.

Película

“Irma la dulce”
En esta historia de pasión, violencia, deseo y muerte, todo lo que en realidad «hace la vida digna de ser vivida», Billy Wilder despliega una vez más todo el encanto y la distinción característicos de su mirada cinematográfica. Sirviéndose de una de sus duplas predilectas (Shirley MacLaine y Jack Lemmon), el director adapta de manera deliciosa la comedia musical de Alexandre Breffort y Marguerite Monnot protagonizada por una prostituta y un policía que se enamoran en mitad de la mezquindad bohemia de las calles del parisino barrio de «Les Halles» a mediados de los años cincuenta. Ella es una mujer inteligente y resuelta cuyo atuendo inconfundible -siempre verde- la define; medias, camiseta, ropa interior, tocado y hasta el lazo que adorna la cabeza de su perra. Ha encontrado en la facilidad de la calle el método de supervivencia más útil para mantener la dignidad de su piso abuhardillado y su libertad emocional a ralla. Él un cumplido gendarme de envidiable ejemplaridad ciudadana que se enamora de Irma durante una redada policial. No es recomendable ver esta cinta (escasamente galardonada con un único Oscar a Mejor Banda Sonora) para analizar y cuestionar la romantización o edulcoración de la prostitución. Ni siquiera el cariz paternalista de Nestor (Jack Lemmon), quien en su afán de sacar a la protagonista de ese enfangado mundo, termina erigiéndose como el clásico salvador masculino oficial. Las películas no tienen la obligación de educar, instruir o inocular valores éticamente correctos. Ni siquiera tienen por qué ser constructivas. A veces basta con que sea perfectas. Extraordinarias. Inolvidables. Y esta, sin duda, lo es.

Libro

“Mientras agonizo”
Todas las historias que merecen la pena empiezan con un viaje o una muerte. Sendos procesos implican movimiento, aunque uno se dirija a la incertidumbre y el otro al silencio. En este clásico de Faulkner el inicio contiene la emoción y la fatalidad de ambos. A través de una promesa concedida a Addie Bundren, su familia emprende una compleja odisea para enterrarla en las raíces de sus antepasados. El trayecto se convierte entonces en un campo atmosférico penetrante muy difícil de olvidar en el que viejos reproches, dolores pesados y demonios internos van aflorando poco a poco. Apenas seis semanas febriles de inspiración en la soledad de la madrugada bastaron al Nobel para escribir el que se convirtió en su quinto libro. Los protagonistas del relato son blancos, son pobres y están llenos de humor, tormento y sentimientos grotescos. Cristalino reflejo del ser humano. Recomendable guía, a pesar de todo, contra el desaliento.

Serie

“Paquita Salas”
Nunca estuvo tan polarizada la sociedad española tras el surgimiento de Paquita Salas. O te encantaba o la detestabas. Esta fantasía de representante de artistas caduca interpretada por Brays Efe se coló en las casas de los espectadores sin avisar, con churros en la boca, una faja de mercería en el cuerpo y un sentido del humor fresquísimo y bizarro con el que muchos conseguimos derretirnos. Una ventaja del surrealismo que invade el ritmo y las secuencias de cada capítulo es que no resulta necesario haber visto temporadas anteriores para engancharte a la tercera, que conforma la recomendación presente. Un desfile interminable de caras conocidas (desde Ágatha Ruiz de la Prada a Topacio Fresh, pasando por Julio Medem o Cayetana Guillén Cuervo entre otros), una vuelta a los orígenes de los pueblos, un vídeo de masturbación femenina protagonizado por Belinda Washington, nostalgia, risa y hasta un entierro. Nada se le resiste a Paquita. Ni siquiera los haters, o como ella los llama... “los hijos de puta”.