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Aute, detrás del escenario: el hombre que creía en el hombre

Aute
AuteLa Razón

Cuando los que éramos estudiante de bachillerato a principios de los años 70 escuchábamos “Al alba”, estábamos escuchando algo más que una canción, era el símbolo emocionante de una manera de ver la sociedad del momento y el mundo. Una mirada crítica a una política que todavía en aquellos tiempos firmaba sentencias de muerte. Todo un alegato. Escuchar “Al alba” con toda su carga emocional y poética nos erizaba la piel. O “Rosas en el mar”, versionada por Massiel y Rosa León.

Fueron muchos los que aprendieron a amar con sus canciones. Porque Luis Eduardo Aute, ha sido, ante todo, un poeta que eligió múltiples caminos para que su poesía brotara o fluyera, la música, la pintura, la escultura, la escritura, el cine. Pero Aute ha significado muchas cosas más, su actitud como cantautor sensible con su tiempo, exigente y transgresor, lo convirtió en un referente emotivo para toda aquella generación que protagonizó la Transición. “Albanta” fue un disco emblemático de la nueva España democrática que albergaba la esperanza de un futuro mejor. Muchas de sus canciones fueron himnos.

Su última fabula, “El giraluna”, iba dirigido a todos aquellos que luchan con convicción y perseverancia por ver cumplidos sus sueños y me parece que es la metáfora perfecta de su vida y de su trayectoria como artista. En una entrevista en su casa me decía: “Giralunas son aquellos que van contracorriente, los que persiguen ideales, los que tienen fe, curiosidad y criterio propio para conseguirlos, los que permanecen en vela mientras que los demás duermen y, al final, fruto de su constancia, ven cumplidos sus deseos”.

Los que lo conocieron saben que “El giraluna”, era él. Aute se manifestaba desilusionado con la clase dirigente, pero tenía una fe grande en las personas. La condición humana siempre como leitmotiv de su obra. “Hay que tener fe en la vida, en los proyectos, en el ser humano”, afirmaba.

Cuando llegaron los años 80, los cantautores como tales, comenzaron a ser invisibles, Aute fue uno de los pocos que resistió la criba y creo que la clave fue su empatía con el público, su complicidad. “Pasaba por aquí”, “Aleluya número 1”, “Una de dos”, “Cine, cine”, “De alguna manera”, “De paso”, “Queda la música”, “No te desnudes todavía”…y tantos y tantos himnos que de forma perenne se encuentran ya instalados en nuestra memoria emotiva y sentimental. Y ha permanecido porque toda su obra ha sido Verdad –con mayúsculas-. En las distancias cortas comprobabas que lo suyo no era una pose, era una actitud de vida desde la ética y el compromiso, una preocupación real por la sociedad y por el ser humano. Y por la libertad. Otra palabra fundamental en su vida: libertad.

Es bastante gratificante comprobar cómo desde hace tiempo Aute no dejó de recibir homenajes, aún en vida, que es cuando hay que hacerlos. En el año 2000, el de sus compañeros: “¡Mira que eres canalla, Aute!”, Serrat, Sabina, Pedro Guerra, Pablo Milanés, Ana Belén, Silvio Rodríguez, Rosendo o José Mercé reconocían su maestría y su significado en la música española. Más recientemente, generaciones más jóvenes también lo homenajeaban, artistas como Xoel López, Rozalén, Estopa, Vanesa Martín, Miguel Poveda o Soleá Morente. El penúltimo, “¡Ánimo Animal!” en diciembre de 2018 en el Wizink Center y posteriormente en Barcelona. Porque ya había alcanzado la categoría de maestro, de referente, de mito y dios de un olimpo atemporal que no entiende de épocas ni de generaciones, sino de talento, de ética y de verdad. Los artistas como Aute nunca mueren. Descansa en paz maestro, ya estás en “Albanta”.