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ETA

La primera bala de ETA la disparó una pistola nazi

La serie “La línea invisible” recupera la historia de la pistola con la que ETA cometió el primer asesinato: fue un arma fabricada en el País Vasco para la Wehrmacht de Hitler

Pistola Astra 600
Pistola Astra 600Pistola Astra 600

En 1968, ETA asesinó por primera vez. Fue en un control de carretera, cuando el guardia civil José Manuel Pardines detuvo al vehículo en el que viajaban Iñaki Sarasketa y Francisco Javier (“Txabi”) Etxebarrieta, éste último, jefe de la banda terrorista. Ambos se dirigían a Beasain a por explosivos para su recién inaugurada estrategia de guerra y llevaban documentación falsa. Cuando Pardines detuvo el coche y comprobó que la matrícula y la documentación entregada no encajaba con los números de bastidor del vehículo, recibió un disparo que acabó con su vida. En el suelo, fue rematado.

El autor del asesinato fue Etxebarrieta, un informático y poeta de apenas 23 años que había alcanzado el liderazgo de la banda terrorista apenas un año antes, al culminar la V Asamblea de ETA, en la que se consolidó su deriva hacia la violencia. Así lo cuenta la recién estrenada serie “La línea invisible” (Movistar +), que se remonta a los orígenes de la ETA sanguinaria y que coloca a Etxebarrieta como líder de la organización en aquel momento.

Tras llevar a cabo atentados sin víctimas físicas, como robos de banco o explosiones en monumentos, bajo la dirección de Etxebarrieta la banda terrorista pone su objetivo en el jefe de la brigada Político social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas. Mientras preparan el atentado, Etxebarrieta recibe un arma que utilizará para su protección personal, que, en contra de la propaganda que se hizo después por el entorno abertzale, no se trataba de una pistola que hubiera servido para armar a los “gudaris” contra Franco en la Guerra Civil, sino que se trataba de un modelo fabricado en Eibar para equipar a la Wehrmacht, a las tropas nazis, a partir de 1943.

Así, el modelo de pistola con el que ETA cometió su primer asesinato era una Astra 600-43, como las otras 10.000 que se entregaron a las tropas de Hitler a través de la frontera francesa. Fue fabricada por la Astra, Unceta y Cia, como versión corta para el cartucho estándar de las armas cortas alemanas (9 x 19 Parabellum). En total se produjeron unas 60.000, y después de la Segunda Guerra Mundial, fue utilizada por la policía de Alemania Occidental, la armada portuguesa y la chilena, entre otras.

Irónicamente, se fabricaron en Eibar, a solo 40 kilómetros de Guernica, donde la legión Cóndor cometió su bombardeo más sangriento antes de la Guerra Mundial. Este hecho ya se había puesto de relieve anteriormente, en el libro “Pardines. Cuando ETA empezó a matar” (Tecnos, 2018), coordinado por el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, que se ocupaba de ver qué había de cierto y de falso en los relatos épicos que la organización y su entorno se encargaron de difundir acerca del «primer mártir» de ETA y de su arma, a la que se le atribuyeron procedencias cargadas de leyendas republicanas y antifascistas que eran pura invención.

Otro de los hechos que cuenta la ficción y que la mítica de la banda terrorista trató de ocultar es la adicción de Etxebarrieta a las anfetaminas, legales por entonces, como la Centramina. Como relató después su cómplice y como queda reflejado en la serie, la muerte de Pardines pudo haberse evitado. Sarasketa propuso desarmar al agente y huir, pero todo transcurrió en segundos, y Etxebarrieta disparó: “Cayó boca arriba. Volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Había tomado centraminas y quizá eso influyó. En cualquier caso fue un día aciago. Un error. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera”, relató después. Pero ya era demasiado tarde.