Sección patrocinada por sección patrocinada
Especiales

Coronavirus

El Museo Reina Sofía habla de balcón a balcón

El centro, englobado en L’Internationale de centros de arte, participa en «Artistas en cuarentena», que relaciona el confinamiento con el trabajo en ventanas. Isidoro Valcárcel Medina y Rogelio López Cuenca nos explican sus proyectos y hablan de cómo viven sus encierros

Obra de Maja Smreka, una de las 16 creadoras del proyecto "Artistas en cuarentena"
Obra de Maja Smreka, una de las 16 creadoras del proyecto "Artistas en cuarentena"La Razón

«Estamos dando una vuelta a la idea de los balcones convertidos en un espacio público». Manuel Borja-Villel, al inicio del confinamiento, apenas unos días después del estado de alarma y de haber cerrado el Museo Reina Sofía, ya barajaba esta idea. Él tenía claro en ese momento ya que nada volvería a ser como había sido hasta ahora, «que más allá de la epidemia implica un cambio», que «el espacio público ya no existe» y que si el público no podía por un tiempo ir al museo debía ser éste quien estuviera en las casas. Han pasado unas cuatro semanas y el proyecto ya se convertido en una realidad que ayer vio el primero de sus frutos. «Artistas en cuarentena» es una iniciativa de la confederación de museos europeos L’Internationale, entre los que se encuentra el Reina Sofía, mediante la cual se ha seleccionado a 16 artistas de diferentes partes del mundo para que hablen desde sus balcones de los efectos de la pandemia.

Los martes y jueves se colgarán los vídeos. Los artistas invitados son Babi Badalov, Osman Bozkurt, Simnikiwe Buhlungu, Ola Hassanain, Sanja Ivekovic, Siniša Labrovicz, Rogelio López Cuenca y Elo Vega, Kate Newby, Daniela Ortiz, Zeyno Pekünlü, Maja Smrekar, Isidoro Valcárcel Medina, Guy Woueté, Akram Zaatari, y Paweł Zukowskii invitados todos «a unirse a una conversación de sus actuales espacios, condiciones y lugares de trabajo y de vida. Sus reflexiones sugieren nuevas perspectivas sobre el espacio público/privado, la solidaridad y la crítica que están intrínsecamente conectadas con el tiempo actual».

Un guiño a “Amarcord”

El primero de ellos se colgó ayer a las 8 de la mañana, para qué esperar. Una pieza de la artista eslovena Maja Smreka, en colaboración con Urška Lipovž y que lleva por título «Internationale, day 04». «Cada día al mediodía ponemos un altavoz en el alféizar de una ventana, dirigido al exterior del edificio del gobierno del otro lado de la calle», cuenta la artista. Como si de una sirena de defensa civil se tratase durante 90 segundos se escucha el sonido de «La Internacional», una acción que emparenta y recrea directamente «la de “Amarcord” de Federico Fellini, donde en la Italia de 1930 un gramófono retransmitía desde el campanario de la iglesia del pueblo una grabación» del himno. Y así lo harán día tras días mientras dure el confinamiento, «empezado el 19 de marzo de 2020, cuando el gobierno esloveno anunció que subía un 30% el salario de los ministros y los secretarios de estado, mientras todavía no se ha resuelto ninguna solución solidaria para el resto de la sociedad civil».

Cuando el sonido empieza a escucharse Byron el perro, se asoma a la ventana y se sube a veces al alféizar. Él también está cautivo y aislado. Como también lo está Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937), un artista con una sólida trayectoria, ganador, por solo citar un galardón del Premio Velázquez en 2015. Él trabajaba desde hace un mes o un poco más, quizá, en una obra, «Paisaje de balcón». Cuando recibió la llamada del director del Reina Sofía se lo dijo éste enseguida le invitó a participar junto a los otros 15 creadores.

«Lo que yo he plasmado es una consecuencia de la acción de asomarse al balcón. La obra consiste en una serie de textos que he escrito a mano. Unas veces con la misma tinta y otras variando sobre hojas antiguas de 62 líneas. Cada una de las frases se repite, así, 62 veces en ese reducido espacio: «Paisaje de balcón», «Esperando a la hora del aplauso», «Conocer lo desconocido», «Cruce de caminos vacíos»... Así hasta 40 distintas «que no tiene que ver, salvo en algunos casos, con este momento que vivimos. No son un mero escaparate del confinamiento, que es lo que no quería». ¿Cómo vive esta sexta semana sin poder andar libremente por la calle? «Con cierta calma. No es placentero, aunque tampoco creo que sea para desesperarse. Estamos un poco esclavizados con el balcón, vivimos para mirar por la ventana, para ver a través del agujero lo que hay fuera y poder un día volver a la calle», explica.

El freno de emergencia

Pero hay más españoles. Rogelio López Cuenca y Elo Vega son la dupla que ha puesto en marcha «Calma urgente» simplemente accionando un freno de emergencia y mediante dos imágenes que el artista define como bastante potentes: «Estamos reflexionado sobre un par de ideas de Walter Benjamin, la de la revolución como motor de la Historia, para preguntarnos si no será más un freno de emergencia, pues en ocasiones como ésta lo que tenemos que hacer es parar y reflexionar. Y otra imagen del mismo pensador sobre el ángel de la Historia que nos arrastra hacia al futuro pero sin dejar de mirar hacia atrás. Ver hacia dónde vamos no es sino ver de dónde venimos».

La pareja vive en Nerja, aunque tendría que estar en Centroamérica si la pandemia no se hubiera desatado. López Cuenca confiesa que le cuesta concentrarse en esta situación. «Ese freno de emergencia está vinculado a la necesidad de tener tiempo y calma para tomar decisiones porque formamos parte de un decurso más largo. Planteamos una defensa del pasado y analizamos una situación que ha puesto a la vista de todos nuestra vulnerabilidad». El 7 de mayo la obra se podrá ver a través de redes sociales. Y mientras llega ese día ellos no paran de trabajar «con plantas, semillas y con germinación».

Un libro, un whisky y 1979
El día de la visita del Presidente Tito a Zagreb en 1979, la artista Sanja Iveković realizó una performance de 18 minutos titulada «Triángulo» (1979) y que precisamente está documentada en el Museo Reina Sofía. En ella se la ve salir al balcón y empezar a leer un libro, a beber un whisky y a hacer gestos como si se estuviera masturbando hasta que un oficial de seguridad llegó y le ordenó que entrara. «¿Siguen teniendo esos espacios domésticos la posibilidad de subsistir y hacer una declaración pública, como lo hizo Ivekovic?», se preguntan desde el Museo Reina Sofía.