Mussolini, último acto
En sus días postreros, el Duce estuvo acosado por los aliados y los partisanos comunistas
Creada:
Última actualización:
Tras el fracaso de las negociaciones con el Comité de Liberación Nacional italiano, auspiciadas por el cardenal de Milán Ildefonso Schuster, Mussolini decidió retomar el proyecto de Alessandro Pavolini de crear un último reducto de resistencia en Valtelina, pero en último extremo decidió retirarse hacia Como para intentar alcanzar la frontera suiza. El 25 de abril, una columna integrada por soldados de la RSI, jerarcas fascistas y una unidad de las SS comandada por el Obersturmführer Fritz Birzer, que había recibido del general Karl Wolff la orden de escoltar al Duce para impedir que pudiera refugiarse en un país neutral y, en último término, conducirlo a Alemania bajo custodia.
Tras pernoctar en Como, el grupo continuó hacia Menaggio, muy cerca de la frontera suiza, donde Mussolini esperó la llegada de los 3.000 voluntarios que le había prometido Pavolini, aunque sólo se presentaron doce. Birzer, tras la deserción de un gran número de italianos, entre ellos el mariscal Rodolfo Graziani, consiguió que los restantes, entre ellos el Duce, se unieran a una columna en retirada de 200 hombres de la FLAK alemana comandada por el teniente Hans Fallmeyer el día 27. Estaba escondido junto a su amante Clara Petacci en el interior de un blindado cuando la columna sufrió una emboscada en la aldea de Musso. El jefe de los partisanos, Barbieri, acordó con los alemanes dejar franco el paso a la columna si se le entregaba a los italianos. Birzer disfrazó al dictador con un capote de soldado y lo subió a uno de los camiones alemanes. La columna continuó la marcha junto al coche de Marcello Petacci, en el que se había refugiado su hermana, protegido por la falsa identidad de embajador de España. Pero a la altura de Dongo, la columna es detenida de nuevo y, esta vez, los partisanos sabían a quien buscaban tras la delación del ministro fascista Nicola Bombacci, quien les había advertido de la presencia del Duce en el convoy. Arrestado por los jefes partisanos Pierluigi Bellini delle Stelle y Giovanni Sardagna, de la 52.ª Brigada Garibaldi Luigi Clerici, fue trasladado al ayuntamiento de Dongo y al cuartel de aduaneros de Germasino, reuniéndose poco después con Clara Petacci, cuya cobertura había sido descubierta, con quien pasó la noche del 27 al 28 en la pedanía de Bonzanigo.
Conocido el arresto por los miembros del CLNAI (Comité de Liberación Nacional de la Alta Italia), decidió proceder a la ejecución del dictador para impedir que pudiera ser entregado a los aliados, tras la realización de un juicio sumarísimo que no tendría lugar. Se comisionó para ello a Walter Audisio, conocido como coronel Valerio, de quien se ha indicado recibió el encargo directamente del dirigente comunista Palmiro Togliatti. Provisto de un salvoconducto proporcionado por el general Gabriel Cardona, y acompañado por Aldo Lampredi, hombre de confianza de Luigi Longo e inspector de las brigadas Garibaldi, se dirigió hacia Como, donde contactó con Delle Stelle, transmitiéndole las órdenes que había recibido. A las cuatro de la tarde del 28 de abril llegó al lugar de detención y condujo a Mussolini y a su amante hacia Dongo, pero a la altura de Villa Belmonte, en la localidad de Giulino di Mezzegra, hicieron descender del vehículo a los presos y los ejecutaron. Poco después, sobre las cinco, el coronel Valerio llegó a Dongo, donde exigió la entrega de los quince jefes fascistas que se encontraban detenidos en la localidad, entre ellos Bombacci, Pavolini y Marcello Petacci, que fueron inmediatamente fusilados como represalia a la ejecución, el 10 de agosto de 1944, de quince partisanos por las tropas alemanas, que expusieron sus cadáveres en la plaza Loreto de Milán.
Restaba completar la importancia política y simbólica de la ejecución del líder fascista y sus últimos seguidores, por lo que el coronel Valerio cargó los cadáveres en un camión y partió en dirección a Milán a última hora de la tarde, superando con su macabra carga los controles establecidos por las unidades partisanas y las tropas aliadas. Llegó a la plaza Loreto poco antes de las cuatro de la madrugada, donde abandonó los cadáveres sobre el pavimento. Corrida la voz, los cuerpos fueron objeto de diversas vejaciones y, sobre las once de la mañana del domingo 29 de abril, un grupo de bomberos, tras haber lavado con agua a presión los cadáveres, los colgaron por los tobillos de la estructura de una gasolinera de la empresa ESSO situada en la plaza, donde estuvieron expuestos hasta primera hora de la tarde, momento en que un grupo de partisanos los descolgó para proceder a su entierro.
Para saber más:
«El camino hacia la victoria», de Douglas Porch
Desperta Ferro Ediciones
704 páginas, 29,95 euros