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La (falsa) protesta contra el gobierno que multiplicó la “gripe española”

Aunque los casos se disparaban a su alrededor, las autoridades de Filadelfia permitieron un desfile que resultó clave para la expansión de la enfermedad y para que la ciudad fuera la más golpeada de Estados Unidos
U.S. Naval History and Heritage Command PhotographU.S. Naval History and Heritage Command Photograph

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Corre por ahí un meme en el que se recupera una vieja fotografía de Filadelfia. Año 1918, en la imagen se puede ver a una multitud apiñada mientras contempla lo que parece un desfile. Sin embargo, en la leyenda del montaje aparece escrito: “Cuando terminó la cuarentena, 200.000 personas salieron a la calle para manifestarse contra las medidas de permanecer más tiempo en casa. Cuatro días después, todas las camas de los hospitales de esa ciudad estaban colapsadas”.
Pues bien, eso no fue así. Las gentes de Pensilvania no habían salido a protestar contra su gobierno, sino más bien para todo lo contrario, a unirse para promover los bonos del gobierno que se emitían para sufragar los gastos de una Primera Guerra Mundial que estaba cerca de concluir. Aun así, independientemente del motivo, lo que ocurrió es que la mal llamada “gripe española” aprovechó la idónea ocasión para campar a sus anchas.
Acababa de terminar el verano y las fiebres parecían controladas (el primer brote en la zona se había registrado en marzo de ese mismo año), por lo que el director de salud pública de la ciudad, Wilmer Krusen, apostó por celebrar dicho desfile ignorando los consejos de los expertos médicos y los brotes que se acababan de dar en las bases militares más próximas. En ciudades como Boston una cabalgata similar ya había encendido la mecha. Aun así, el dirigente negó que la gripe fuera una amenaza real. Era algo pasado y, además, temía que una cuarentena encendiera las alarmas de los ciudadanos. En su opinión, no tenían de qué preocuparse. Pero la ola ya había llegado a Filadelfia a bordo de un mercante británico que pronto golpeó a 600 marineros.
Con ese caldo de cultivo, el 28 de septiembre de 1918 se celebró un desfile que nunca tenía que haberse producido. Otros núcleos, ante las dudas, sí suspendieron la cita. Sin embargo, en Filadelfia se huyó hacia delante y, dos días después, Krusen debía salir en público para reconocer que la epidemia ya estaba “presente en la población civil”. Veinticuatro horas más tarde, los 31 hospitales estaban colapsados.
El 3 de octubre la ciudad se blindaba, cerraban los comercios y la Prensa se preguntaba si los mandatarios no estaban haciendo otra cosa que “asustar”. No parece: el día 5, 2.600 personas ya habían fallecido a causa de la gripe; 4.500 a la semana siguiente; en unos días más, 12.000 muertos y casi 50.000 casos; en seis meses, los infectados ya ascendían hasta el medio millón. La ciudad terminaría siendo la más afectada de todas las grandes urbes estadounidenses.