Los otros dos padres de Sherlock Holmes
La editorial Funambulista rescata los archivos anónimos del famoso detective, escritos por Kurt Matull y Matthias Blank, y publica una primera entrega de cuatro relatos
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Partamos de la base de que todo lo que rodea a esta historia es absolutamente detectivesco y fantástico. De que fue fruto, en principio de la casualidad y de ese afán de uno de los protagonistas de ellas por perderse en las librerías de viejo olfateando alguna joya que permanece inapreciable a los ojos de los profanos. Cuenta David Felipe Arranz, escritor y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, que tener en la calle este libro sobre los anónimos archivos secretos de Sherlock Holmes, fue puro azar.
En 2012 curioseando en una librería en París se topó con un tomo sin referencias, sin editorial y con mucho misterio. Al abrirlo, y así lo confiesa, le llamaron la atención las ilustraciones. “Probablemente lo compré por eso”, dice. ¿Qué pintaba allí Sherlock Holmes? Para averiguarlo decidió comparar el tomo y desembolsar 100 euros. Al regresar y deshacer el equipaje el volumen fue a parar a una estantería. Y hace tres años lo redescubrió Arranz en su biblioteca y vio que entre las manos tenía nada menos que “Los anónimos archivos secretos de Sherlock Holmes”, que se habían editado en Berlín entre 1907 y 1911.
El detective es un imán, atrae de manera irremediable, así que cuando desveló lo que había adquirido años atrás desde la editorial Funambulista le propusieron que viera la luz por entregas con un prólogo suyo y un estudio de los dos autores que habían escrito esas novelitas y que no eran Conan Doyle. “Me comprometí a realizar la edición y para ello viajé a Berlín y localicé después de dar muchas vueltas a los que casi con total seguridad fueron los autores, dos negros de la época, escritores de novelas pulp y pioneros del cine que sacaron esta serie de aventuras apócrifas precisamente valiéndose de la fama del personaje en sí y paralelamente a cuando lo hacía Doyle.
"Sus nombres eran la del polaco Kurt Matull y el alemán Matthias Blank”, cuenta Arranz, quien añade que “se trata de literatura de gran calidad, enmarcada en los cánones de la novela popular detectivesca de poco antes del inicio de la I Guerra Mundial, coescrita por dos autores verdaderamente fascinantes, cuyo rastro se pierde en las circunstancias”.
Es entonces, sigue el relato, cuando la editorial oficial Lutz, les da permiso a estos dos plumillas para que continúen publicando con una única condición: retira de los títulos el nombre de Sherlock Holmes a partir de la undécima entrega, por el de “De los archivos secretos del mundialmente famoso detective”, hasta llegar con “Un secreto peligroso”, la última entrega, a los doscientos treinta relatos en junio de 1911. ¿Podía haber otro detective mundialmente famoso? No. Holmes era el único. Imposible equivocarse. Y de ahí los 230 relatos, que se siguieron editando hasta 1911.
Ahora van a ver la luz cuatro, en Navidades saldrán otros cuatro y a principios de año está previsto que otros cuatro estén en la calle. Los primeros títulos son “La hija del usurero”, “La Kodak traidora”, “El enigma de la casa de juegos” y “El vestido de la reina”, que llevarán las ilustraciones de Alfred Roloff.
Para Arranz, personajes como el de Sherlock Holmes, “cuando están tan bien construidos cobran tanta fuerza que se le escapan a su propio creador. De hecho, Doyle jamás prohibió la publicación, sino que permitió que siguieran viendo la luz. Sumergido en la Biblioteca de Berlín halló ingente información sobre los dos autores, “un fondo enorme que apuntaba directamente a ellos como responsables de la autoría. Esta es una historia romántica y cinematográfica y al tiempo, rocambolesca. Tanto que daría para una novela”. Y ahí lo deja.