Sr Chinarro en la carrera electoral
Publica “Presidente”, un disco luminoso que contiene su individual manera de protestar
Y sería aspirante a consejo de sabios si no fuera porque tiene bastante mala leche, y no hace falta apretarle. Antonio Luque (Sevilla, 1970) conserva su carácter indomable, aunque ya no componga canciones oscurantistas como las de su «ópera envasada al vacío», sino que, no le importa decirlo, ha compuesto un disco luminoso, «Presidente». Pero si Antonio Luque nunca ha compuesto una canción protesta, ¿cómo va a ser candidato a nada? «Yo protesto todo el rato, otra cosa es que lo haga como Raimon. Y por otra parte, si cantar ‘‘al vent, al vent'' es hacer canción protesta, pues las mías también lo son», replica.
El título del disco salió de una broma en internet que él mismo inició al proponerlo. Poco después apareció un vídeo con una supuesta pintada «Sr. Chinarro, presidente» en la fachada del Congreso de los Diputados. «Me espanté, pensé que me iban a detener. Y me decían: ‘‘No te preocupes, no pasa nada''. Y yo contestaba: ‘‘¿Que no pasa nada? ¿No habéis visto lo de ‘‘responsable la empresa anunciadora''?», narra para explicar la estrategia de promoción, un vídeo falso, antes de enfadarse con el mundo cuando pasa una motocicleta. «Perdona, que estoy en la ciudad de ruido. Cuando no es una rotaflex, es un camión, o es... Mira, Málaga es la ciudad más cateta y ceporra del mundo y soportamos una actividad que deja pequeña a Nueva York», lanza desbocado. «¿No querías protesta?». Pasemos a un tema distinto. Otro corte de su nuevo disco, «Babieca», es una metáfora de El Cid en versión amorosa, porque su pareja vive en Valencia. «Bueno, te voy a dar más protestas en clave territorial. Hay partes de España que son un desierto cultural, en las que 20 años de subvenciones no han servido más que para que se las queden los ricos y la gente joven tenga que emigrar, así que es mejor que se vaya la gente y que esas regiones se las trague la tierra», asegura de carrerilla, y, cuando tiene la oportunidad de matizar, abunda: «Hay 500 kilómetros de radio de territorio inerte. Si está muerta culturalmente, está muerta. Es bonita para sacar fotos aéreas y plantar trigo».
Robar a los borrachos
A pesar de tanta soflama, Luque ha ido madurando hacia la luz. «Es verdad que algunos fans recalcitrantes me pedían que no cambiase, pero, si les haces caso, te abandonan todos, hasta ellos. Es como el amor, que si haces todo lo que te dicen, te abandonan. Estás obligado a cambiar». Las canciones del disco siguen encerrando pequeñas historias, como la que abre, «Una llamada a la acción», de estribillo pegadizo y que cuenta «por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo. Tanta palabrería y tanta poesía para esconder el sexo, como si fuera algo malo. Por fortuna, en las discotecas apenas se puede hablar». Otras canciones contienen un par de versos que las justifican, temas que ha compuesto «con mucho trabajo y a punto de perder la paciencia». «Lo digo para que la gente entienda que escribir canciones es un oficio, y hay gente por ahí que se dedica a se ‘‘mastering'' o ‘‘coaching'' o demás chorradas, y se supone que a los que escribimos se nos puede robar porque estamos siempre borrachos», asegura. Jordi Gil, el productor, corregía el trabajo de Luque, perfeccionista hasta la obsesión, y ha conseguido llevarle hacia la primera línea de sucesión al trono de la música en España. «Antes me enfadaría si alguien cambiara mis canciones, pero ya casi no me enfado por nada». Menos mal.
Sin editor
Luque sigue con sus aventuras literarias en tapa dura. Ha terminado su primera novela, pero de momento no encuentra editor. «A lo mejor la cuelgo en internet», y ya está. «Tienen que verla, corregirla... pero yo creo que es mejor no cambiar nada. Si hay cosas mal, es lo que la convierte en especial, para que no sea como una modelo de pasarela, que son todas iguales y canijas». ¿Músicos o escritores? «Los segundos tienen más conversación, pero con los primeros te ríes más».