Sección patrocinada por sección patrocinada
Música

Música

Paul Anka, el hombre que salvó a Frank Sinatra

El canadiense fue el adaptador de «My Way», el tema que rescató a La Voz de la retirada y con el que vivió los años del «rat pack» de Las Vegas, tiempos a los que dedica su gira por España

El músico canadiense Paul Anka (77 años) actúa en julio en el Festival Jardins de Pedralbes de Barcelona y en el Universal Music Festival de Madrid
El músico canadiense Paul Anka (77 años) actúa en julio en el Festival Jardins de Pedralbes de Barcelona y en el Universal Music Festival de Madridlarazon

Si le preguntan a alguien por una bonita canción en francés, «Comme d’habitude», seguramente arqueará las cejas. En cambio, todo el mundo conoce a su hermana gemela, «My Way», untema universal que salvó la vida de un Frank Sinatra que estaba, con apenas 53 años, cansado, harto y hasta se sentía un poco fracasado. Ese tema inmortal es en realidad una versión, una adapatación del francés que el canadiense Paul Anka (Ottawa, 1941), cuando tenía apenas 25 años, le ofreció a La Voz en un intento por insuflarle alegría, por evitar su retirada. El himno cumple este año medio siglo y también, en su día, cumplió su propósito: Sinatra vivió todavía unos años dorados con aquel superéxito. Anka, que es el padre orgulloso de la canción, actúa en España en dos paradas con un show consagrado a aquellos años. Será en el Festival Castell de Peralada, en Barcelona (13 de julio) y en el Universal Music Festival de Madrid (Teatro Real, 15 de julio) con un repertorio que recuerda a los años de su participación en el emblemático «rat pack» de Las Vegas en los primeros años 60.

El «chico» del «rat pack»

Paul Anka había sido una estrella juvenil en los 50. Consiguió una serie de éxitos encadenados, no solo «Diana» y «Lonely Boy», sino otros temas populares quizá un poco olvidados hoy como «Put Your Head On my Shoulder», «It’s Time To Cry», «Puppy Love», y «My Home Town». Sin embargo, como a menudo les sucede a las estrellas juveniles, su luz se fue apagando. Anka encontró refugio financiero en los casinos de Las Vegas y en los enormes complejos hoteleros de Florida, mecas del turismo estadounidense. En la ciudad de los casinos, el canadiense fue adoptado por el más fantástico supergrupo de la época. Frank Sinatra, Sammy Davis Jr., Dean Martin, Peter Lawford y Joey Bishop formaban la icónica alineación de una pandilla que se hacía llamar el «rat pack» y que había iniciado el mismísimo Humphrey Bogart, cargada de testosterona y whisky, de maneras anticuadas pero carisma «on the rocks». «Me llamaban ''chico'' (''kid'') porque todos en el ''rat pack'' teníamos un apodo. Fueron unos años inolvidables. Una parte de mí se quedó para siempre en esa época y la otra parte que siguió adelante con su vida quedó definida por las vivencias junto a esos hombres, esos artistas que me doblaban la edad. No es que quisiera ser como ellos, es que quería ser exactamente ellos», cuenta Anka en conversación telefónica.

¿Cómo era ser el chico de semejante conjunto? «Ah, ya sabes, mira... la vida son las elecciones que haces pero también son los recuerdos. Lo que guardas en la memoria para cuando te haces mayor. Y yo, siendo un muchacho que trabajaba en un hotel de cinco estrellas en medio del desierto rodeado de la mafia... pues probé fortuna, me arriesgué para tratar de ser lo que quería ser», cuenta Anka de unos años en los que, efectivamente, la mafia campaba a sus anchas, dominaba Las Vegas abiertamente y el «rat pack» vivía con la sordidez de las superestrellas. «Yo enseguida supe que me quería parecer a esos hombres. Eran mágicos, todo lo que había querido ser y en lo que soñaba con convertime eran ellos. Lo aprendí todo en el escenario y unas cuantas cosas fuera de él (ríe). Pero lo primero de todo era aprender a fallar. Porque lo único seguro a su lado era eso: que no estarías a la altura. En cuanto al resto de las facetas de la vida... Dios mío. Es algo que jamás olvidaré. Ellos me dieron una experiencia fundacional, unas herramientas para construirme como soy. En todos los sentidos. Esos tipos... me diseñaron», señala el canadiense.

«Estoy harto, lo dejo»

Sin embargo, hasta la legendaria pandilla cayó en desgracia. Piensen que 1969 fue el de la disoluicón de los Beatles y el del nacimiento de Led Zeppelin. El mundo había cambiado de paradigma y cinco maduros en chaqué cantando baladas casi parecía un espectáculo inconcebible. Sinatra estaba harto, comenzaba a asumir su caducidad y su decandencia. «Me dijo que estaba agotado, que lo iba a dejar, que se había terminado. Yo no podía creérmelo, me dolía como una cuestión personal. Mi vida también había entrado en barrena, yo me encontrada en Miami de pianista de hoteles, imagínate, después de lo vivido en Las Vegas... También yo estaba perdido: trataba de escribir una canción decente, cosa que no había logrado en bastante tiempo. Ni una sola. Pero en mi caso era una persona joven y podía mirar hacia adelante. En cambio, Sinatra se apagaba. Entonces, una noche recordé esa canción en francés que me había gustado tanto, que tenía algo dentro, una melancolía que era difícil de describir. Y me puse en los zapatos de Sinatra, adapté la canción al inglés como si fuera él quien estuviera cantando su despedida, o algo así. Dejé de teclear en la máquina de escribir a las cinco de la mañana y le llamé. Le canté por teléfono la canción y me dijo: ''Hey, chico, está muy bien. Pero ya lo veremos mañana''».

La prepotencia de otros tiempos se había borrado de la «mirada azul» de Sinatra. Sin embargo, la letra de «My Way», con su autocomplacencia y su seguridad en sí misma, le cautivó. Según explica Anka, la cosa sucedió cuando ya no esperaba que Sinatra fuese a grabar la canción: «Unos dos meses más tarde, yo estaba en Nueva York y me llaman de un estudio de Los Ángeles. Y me dicen: ''Escucha''. Y Sinatra cantó el tema y empecé a llorar. Nunca había tenido esa sensación, pero la tuve un momento. Un orgullo muy especial», recuerda. Anka, literalmente, le salvó la vida. «No lo sé. Creo que puede ser mucho decir, aunque podría ser. Él tuvo una carrera enorme, pero es cierto que esa canción le llevó a otro nivel. Se estaba retirando y eso le devolvió la vida, le permitió volver. Así que en ese aspecto cambié la suya y la mía, porque tampoco sabía adónde ir. Pero en mi caso no era más que ser fiel a lo que era en ese tiempo, un chico. Tenía mucho que aprender».

Con Michael Jackson

La letra original hablaba de una relación sentimental que entra en la atonía, que pierde la magia y la ilusión. En el caso de la versión de Anka, parece escrita a la medida de la biografía del cantante. Un hombre maduro, que lo ha vivido todo, y mira atrás con una sonrisa de medio lado sin perder de vista la guadaña, el telón que cae. Fue un éxito arrollador (un año después de su publicación ya se habían lanzado diez versiones) que reportó beneficios al cantante y a Anka principalmente, pues el autor de la melodía original, Claude François, murió electrocutado una década más tarde.

Anka siguió escribiendo, trabajando y cantando con mucho olfato comercial. Una de sus grandes juagadas llegó con Michael Jackson, con quien grabó una «demo» de una canción que tomaba prestadas partes de otra vieja. Jackson no la publicó pero al cabo de los años apareció como el single póstumo «This is It». Anka reclamó su autoría y, fallecido Jackson, nadie podía contradecir su versión. Después de algunas amenazas judiciales y negociaciones, Anka se aseguró el 50 por ciento de la autoría y de los derechos. Incluso después le ha perdonado: «En lo personal, a mí me resultó una criatura talentosa y angelical. Sabía rodearse de grandes profesionales y se volcaba en la música, su verdadera pasión», dice el hombre que mejor ha rentabilizado sus colaboraciones. En Madrid y Barcelona, recordará a Sinatra.