¿Quién fue Juan de Oñate, la última escultura en caer?
El que fuera gobernador de Nuevo México a principios del siglo XVII introdujo en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias 23 años antes que los Peregrinos de Plymouth
Creada:
Última actualización:
No cesa el revisionismo a raíz de la muerte de George Floyd. La última “víctima” escultórica en caer ha sido la de Juan de Oñate (México, 1549-Guadalcanal, Sevilla, 1626). Así lo ha anunciado el alcalde de Albuquerque (Nuevo México, EE UU), Tim Keller, después de una protesta en su contra que terminó con varias personas detenidas por un tiroteo que dejó a una persona herida grave: “El tiroteo en la escultura de Oñate fue horrendo y un acto de violencia inaceptable”, afirmaba Keller. “La pasada noche la escultura se convirtió más en un asunto de seguridad pública que en un símbolo y se retirará hoy [por el martes]”, concluyó.
Pero ¿cuál fue la vida de este conquistador y gobernador de Nuevo México para que ahora se ponga sobre su figura parte de la ira? Hijo de Cristóbal de Oñate, uno de los cuatro fundadores de la ciudad de Zacatecas, siendo adolescente ya combatió a los chichimecas, los indígenas nómadas que asolaban el actual territorio norte mexicano. De su padre heredó la pasión por las minas, gracias a la cual descubrió los yacimientos de plata de Zachú, Charcas y San Luis Potosí. “Es así como desde temprana edad se forjó una carrera militar y una considerable fortuna”, explica María del Pilar Gutiérrez Lorenzo en la entrada de la Real Academia de Historia.
Con la conquista de Nuevo México abandonada por la Corona española durante años, el fin de la guerra chichimeca y la búsqueda de nuevas riquezas empujaron de nuevo la expansión hacia el Norte, realizándose exploraciones no registradas de buscadores de minas y misioneros a partir de 1580. El 21 de septiembre de 1595, el virrey Luis de Velasco concede a Oñate el permiso para ir a conquistar el norte. “Sin embargo, las intrigas de Pedro Ponce de León en la Corte y su amistad con el nuevo virrey, Gaspar de Zúñiga y Acevedo (1595-1603), retrasaron la expedición hasta principios de 1598”, continúa la historiadora.
Oñate recibió el título de “adelantado, gobernador y capitán general de las nuevas conquistas” durante cinco generaciones y por su cuenta corrió el financiamiento de la expedición (el reclutamiento de colonos, el equipamiento de los soldados y las provisiones). Enlistó a 129 soldados para iniciar la travesía, y partió la expedición del real de minas de Santa Bárbara, “incorporándose, además de los soldados, cuatrocientos indígenas tlaxcaltecas, algunos frailes franciscanos y muchos esclavos negros, ochenta y tres carretas con alimentos, mujeres y niños, y siete mil cabezas de ganado”.
Diez kilómetros tenía una caravana que avanzaba a razón de “ocho kilómetros por día”, se puntualiza. Oñate, por su parte, declaró sus intenciones: “Me obligo que en todo lo a mi posible el dicho descubrimiento y población se hiciere con toda paz, amistad y cristiandad, y el gobierno de la gente de mi cargo lo tendré en la mayor cristiandad y tacto que pudiere, para que en todo sean Nuestro Señor y Su Majestad servidos”.
Para finales de abril se había alcanzado la ribera del río Grande y el día 30, en la ribera norte, en un lugar que llaman “La Toma” se tomó posesión solemne del territorio: “Quiero que sepan, los que ahora son o por tiempo fueren, como yo don Juan de Oñate, gobernador y capitán general, y adelantado de la Nueva México y de sus Reinos y Provincias […] en cuyo sólido fundamento estribo para tomar la sobredicha posesión de estos Reinos y Provincias en el sobredicho nombre del Rey Felipe II”.
Apunta Gutiérrez Lorenzo que “este acto, que fue acompañado de una misa de acción de gracias y una comida con pescados, aves y ciervos, es considerado el primer Día de Acción de Gracias celebrado en Estados Unidos por ser 23 años más antiguo que el de los Peregrinos de Plymouth”. Una tarde en la que hasta se interpretó una comedia escrita por el capitán Marcos Farfán con el tema de la evangelización de Nuevo México, conformando también la primera representación teatral de Norteamérica.
“La caravana continuó viaje rumbo al norte penetrando en el actual territorio de Nuevo México”. Y ya entrados en verano, establecieron alianzas con tribus indígenas. “Sometido el amplísimo territorio de los indios pueblo, continuaron hasta Oh-ke, donde consultaron a los pobladores para determinar el lugar donde se instalarían los colonos. El 18 de agosto de 1598, con su aprobación, muy cerca se estableció la que sería nombrada capital del territorio, San Juan de los Caballeros, en honor al santo patrón del capitán general, y a la caballerosidad de los indígenas”. Oñate exploró los alrededores y consolidó su posición.
Quiso Oñate ir hacia el Pacífico en busca del estrecho de Anián y para ello convocó al capitán Juan de Zaldívar y a 30 de sus soldados. En el Peñón de Acoma fueron recibidos por los indígenas “con engañosa aceptación” al pedirles algunos alimentos. Mataron a Zaldívar y a catorce de sus hombres. Algunos lograron alcanzar a Oñate para contarle la traición. “Reunido con sus capitanes y los frailes franciscanos, entre todos acordaron atacar Acoma”, explica la RAH “en contra de las disposiciones del Consejo de Indias”.
El 12 de enero de 1599 partió la tropa al mando de Vicente Zaldívar, hermano del capitán muerto. Oñate se quedó San Gabriel (antes San Juan de los Caballeros). Se extendieron ofertas de paz, pero fueron rechazadas. En opinión de Oñate, el Peñón era “la mejor fortaleza de toda la cristiandad”, aunque tras dos días de intensos combates, fue tomado. “Pacificado el territorio, en junio de 1601, Juan de Oñate emprendió nuevas exploraciones, cabalgando por Oklahoma y redescubriendo Kansas, la mítica Quivira donde Coronado soñó riquezas tampoco encontradas por el capitán general, regresando a Nuevo México”.
Con el paso de los años el descontento de colonos y misioneros ante la pobreza encontrada y los temores de hambre y futura miseria fue a más: “No veían con buenos ojos la política de extensas exploraciones”. Con el desaliento presente fueron muchos los colonos que comenzaron a desertar y el adelantado se enfrentó la situación con mano dura obligando a la gente a reincorporarse a los establecimientos.
A Oñate le interesó continuar con la exploración mientras a España llegaban los informes de la firme actuación del gobernador para frenar las deserciones. En 1603 el Rey decidió encomendar la investigación de los hechos al virrey, marqués de Montesclaros, rindiendo un informe desfavorable para el adelantado de Nuevo México (31 de marzo de 1605).
La supervivencia de la colonia ya estaba en peligro, por lo que se solicitaron nuevos recursos mediante unas solicitudes de ayuda que de nada sirvieron: “El Consejo de Indias remitió al Rey una exculpación del gobernador de los escasos resultados de la conquista, reconoció la pobreza de la nueva colonia y sugirió mantener el territorio, protegiendo a los indígenas bautizados”, apunta. Felipe III ordenó su renuncia, sumando a su empobrecimiento por la campaña, su destitución en agosto de 1607. Oñate fue condenado por doce de los treinta casos que se le imputaban y se le sentenció a pagar 6.000 ducados, a no regresar a Nuevo México y a salir de la ciudad de México por cuatro años. También se quedó sin títulos y viajó a España para apelar la condena ante el Consejo de Indias. Nunca más volvería a América.