Revisionismo en la ópera: ¿Corren peligro de censura “Otello” o “Rigoletto”?
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Aún algunos recordamos la destrucción de los budas gigantes de Bamiyán (Afganistán), en 2001, a manos de los talibanes. Luego los yihadistas acabaron con parte de Palmira, Hatra, Ninive, Nimrod y Tombuctú, entre otros. Fanatismo y culturas contra culturas. Años más tarde nos dio a nosotros por el movimiento Me Too, que llevó a primera línea las denuncias por acoso sexual del productor Harvey Weinstein y el actor Kevin Spacey y con ello, una realidad callada durante años en la industria cinematográfica. Luego apareció la música, con el director de orquesta y factótum del Met James Levine, los también directores Charles Dutoit y Daniele Gatti, contratenor David Daniels, y hasta un Plácido Domingo en el que sigo creyendo, pero que estuvo muy mal aconsejado y ojo, porque ahora debería desligarse cuanto antes de lo que está sucediendo en la lírica italiana, donde su nombre está empezando a ser utilizado, sin él comerlo ni beberlo, simplemente por su relación con una de las principales agencias artísticas.
Luego vino el lamentable asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco en Mineápolis, iniciando otro movimiento, el Black Lives Matter, en contra del racismo. Consecuencia inmediata fue la retirada de «Lo que el viento se llevó» del catálogo de WarnerMedia, provocando reacciones a favor y en contra e incendiado la opinión pública y las redes sociales. ¿Cuántas películas más habrían de desaparecer de las filmotecas con el mismo criterio? Apenas unas semanas más tarde asistimos al revisionismo histórico de hechos del pasado relacionados, a veces muy erróneamente, con la esclavitud. Se pintan y derriban estatuas de Colón, fray Junípero Serra, Cervantes –prisionero y casi esclavo años en Argelia– Churchill, Ghandi y hasta Lincoln.
Si hasta podrían llegar a Dante, acusándolo de islamófobo y antisemita. Todo un disparate, como en parte lo fueron los movimientos anteriormente citados. Al igual que con «Lo que el viento se llevó», hay quien ha empezado a abogar por aplicar también ese revisionismo al repertorio lírico clásico; a aquel que retrata realidades del pasado susceptibles de crítica al entendimiento de hoy día por ofender sensibilidades.
Así la violencia de género en «Carmen», «Rigoletto», «Otello» o «El rapto de Lucrecia»; el racismo o supremacismo en el mismo «Otello», «Aida», «Trovatore», «Turco in Italia» y la misma entera «Tetralogía» wagneriana; el machismo, explotación o maltrato a la mujer en «Don Giovanni», «Bodas de Fígaro», «Così fan tutte», «Barbero de Sevilla», «Cenerentola» o «Serva padrona»; el fanatismo religioso en «Don Carlo», «Hugonotes», «Parsifal» o «Stiffelio»; pedofilia, abuso o maltrato infantil en «Gazza ladra», «Peter Grimes», «Hora española» o «Muerte en Venecia»; antisemitismo en «Nabucco»; el odio, la ofensa o la parodia del mundo musulmán en «Italiana en Argel», «Turco en Italia», «Corsaro» o «Mahometto II»; parodia de las culturas precolombinas en «Alzira», apología del terrorismo en «Masnadieri»; apología de las drogas en «Tristán e Isolda»; apología de la dictadura en «Khovanshchina» o «Boris Godunov»…
En fin, la prostitución en «Manon», «Butterfly», «Thais» o «Traviata». Menos mal que la cortesana Violeta tendrá su castigo en el Teatro Real al no poder morir en brazos de Alfredo. Si el movimiento cundiera, y con un poco de ayuda del coronavirus, se acabaría la ópera. Todo muy absurdo y con el mismo error de fondo: no podemos juzgar hechos del pasado con la mentalidad del presente. Es como si una madre, en 1337, comentase a una vecina: «Mi hijo se va a la guerra de los cien años». Tenemos que entender el significado que todas estas cosas tuvieron años o siglos atrás y, si es necesario, explicarlo. Vivimos en un mundo lleno de absurdos. Sin ir más lejos acabo de escuchar al presidente del Gobierno decir: «Nosotros y nosotras vamos a …» ¿Cómo puede un varón referirse a «nosotras». En todo caso podría haber dicho «nosotros y vosotras». Pero es lo que hay: incultura, intolerancia, desinformación y ninguna reflexión. Y es hora de rebelarnos contra ello.