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Ringo Starr: cumple 80 años el beatle silencioso

El batería, discutido por algunos como modesto instrumentista pero cuya personalidad fue clave para la armonía de la banda de Liverpool, celebra con un concierto en «streaming» su cumpleaños junto a amigos como Paul McCartney y Jackson Browne, Jeff Bridges, Elvis Costello y Willie Nelson, entre otros
Scott GriesScott Gries/Invision/AP

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Circula una cita falsa por internet en la que John Lennon dice: «¿Ringo el mejor batería del mundo? ¡Pero si no era el mejor batería de los Beatles!» en alusión a las supuestamente limitadas capacidades del simpático y menos genial miembro de la mayor banda de la historia. A Ringo Starr seguramente le tocó la lotería en 1962 cuando le pidieron que se sumase al cuarteto de Liverpool en sustitución de Pete Best (que sigue arrepintiéndose) porque, bueno, Ringo no era John Bonham ni Ginger Baker. No, no era Keith Moon; ni siquiera Charlie Watts. Pero Lennon jamás dijo eso y siempre pensó que su amigo tenía un talento especial que desde luego no era el virtuosismo. Mañana, Richard Starkey cumple 80 años con un aspecto envidiablemente joven y lo celebra con Paul McCartney en un concierto benéfico, virtual, junto a otros gigantes como Jackson Browne, Jeff Bridges, Elvis Costello, Willie Nelson y Ben Harper, entre muchos otros.
Orígenes y carácter
Ringo se incorporó al grupo en la primera grabación del cuarteto para el sello Parlophone, la división menos importante del conglomerado EMI y a la que llegaron por una serie de coincidencias y de faroles que Brian Epstein, el emblemático mánager del grupo, supo jugar. En aquella grabación, George Martin, el productor del grupo desde entonces en adelante, fue quien allanó el camino para la llegada de Ringo, ya que le pareció que Pete Best no daba el nivel y sería mejor reemplazarlo por un batería de sesión. John, Paul y George en el fondo ya querían librarse de él antes. No encajaba en el grupo porque era demasiado contenido y callado y... demasiado guapo, según parece, para McCartney, que se sentía eclipsado. O eso dijo el expulsado batería. El caso es que Ringo, que conocía a sus nuevos compañeros de las fatigas de los clubes (incluso de los precarios años de Hamburgo) y había tocado con ellos cuando Best estaba enfermo, encajó como una zapatilla vieja y cómoda. Amable, simpático y humilde, tenía un ingenio callejero seco y burlón. Y tocaba estupendamente. Así que tuvo que ser Epstein quien le dijera a Best que gracias.
Ringo no había ido a la escuela como debería cualquier niño por diversas complicaciones de salud, así que obtuvo la formación imprescindible para leer y escribir y se formó en oficios. En concreto, además de mensajero, incluso trabajó en uno tan desagradable como de embalsamador. Sin embargo, al ser un niño solitario, se refugió en la música, especialmente en el tambor que obtuvo para entretenerse durante sus sucesivas convalecencias. Pero su carácter siempre fue positivo y alegre, nada grave o sombrío a pesar de las circunstancias, que desde luego no le fueron benignas. Así fue como comenzó en agrupaciones locales y terminó en Rory Storm & The Hurricanes (un grupo del autóctono estilo «skiffle»), donde cambió su nombre por el de Ringo Starr y con los que fue de gira por Hamburgo.
Un poco al margen
Cuando entró en el grupo encajaba pero al mismo tiempo tenía la suficiente independencia para mantenerse al margen. Es curioso que en la monumental biografía de Paul McCartney publicada por Phillip Norman las notas sobre Ringo Starr sean menos que las de la ex mujer del batería, por ejemplo. Ringo duró quince días en el retiro espiritual con el Maharishi en la India porque no aguantaba la dieta vegetariana, pese a que siempre se ha considerado a sí mismo un hippie. Era el de más edad de los cuatro, el primero que tuvo un coche que se pudo pagar con su trabajo antes de ser famoso y seguramente el más mundano, el de menores inquietudes intelectuales y artísticas. Precisamente fue el camino inverso al de George Harrison, que, a medida que iba introduciéndose en la meditación trascendental y en sus afanes filosóficos, iba perdiendo sentido del humor. Ringo jamás ha sucumbido a esa tentación.
Por eso el arte de Ringo siempre fue estar, pero en el momento adecuado, lo cual es una enorme virtud. Así suena al comienzo de «Glass Onion». Su presencia es la justa, aunque rotunda. Acompaña, lleva, pero deja a las estrellas que luzcan, como hacen los buenos palmeros en el flamenco. Sin embargo, pensar que su papel es decorativo no es justo, aunque es una creencia extendida porque donde Ringo realmente seducía no era en el escenario sino en las entrevistas y en las películas. Se mostró como el más simpático de los cuatro y como el que mejor se desenvolvía delante de las cámaras. En «A Hard Day’s Night» les robó el protagonismo. Decía que aparecía más que los demás en el filme porque era el que lograba llegar más temprano al rodaje, pero luego hablaba poco porque la resaca suya era igual a la del resto.
Paz y amor
Ringo no componía y apenas cantaba un tema por álbum. Y en toda la carrera de los Beatles no hay más que un solo de batería. Aunque es cierto que, como buena banda de pop, los de Liverpool huían de esa cosa exhibicionista de los solos y tampoco es que incluyeran muchos de guitarra, el lucimiento de Ringo solo fue posible en, irónicamente, «The End», la última canción del último disco del grupo (en rigor, «Her Majesty» va a continuación pero es apenas una coda de 29 segundos instrumental). Únicamente aparece acreditado como el compositor de «Don’t Pass Me By» y «Octopus’s Garden». Pero estaba allí y probó todas las mieles: «A mí me gustó mucho la época de mediados de los 60, cuando todo eso de la paz y amor empezó. Los Beatles encajaron perfecto en aquello», dijo el músico en una entrevista reciente. No hay más que ver su aspecto, insultantemente joven, feliz de existir, y sus mensajes en redes, llenos de «paz y amor».
En los últimos años, se ha dedicado a seguir de gira con su grupo de «All Starrs» tocando temazos del pop de los ochenta (Beatles, 10cc, Toto, Men at Work y Santana, entre otros) y también alguno de los Beatles, por supuesto. Pasó por España en 2018, 50 años después de su última y primera vez. Y con sus amigos, Ringo se dedicaba simplemente a pasárselo bien, a interpretar clásicos con la humildad del batería que sabe que, si acaso, tendrá unos segundos de gloria después de muchos minutos de ser un metrónomo lejano. Su gira pasó por el Palacio de los Deportes de Madrid y se convirtió en una verbena simpática en la que quien menos importancia se dio a sí mismo fue el batería, el más célebre de cuantos estaban en el escenario, el nombre que aparecía en las entradas y por el que, quienes asistieron, pagaron. Pero ese es Ringo. Un tipo encantador que solo quiere pasarlo bien. Y paz y amor.
Podrían haberse reunido en 1975
En la víspera del 80 aniversario del cumpleaños de Ringo Starr, éste ha concedido una entrevista a la emisora de radio WTOP de Washington (EE UU) en la que recordó un episodio curioso del que se conocía poco. Fue en 1975, cuando el cuarteto llevaba cinco años separado y recibieron una oferta de reunión «un poco loca», como reconoce el músico. Se trataba de una velada que sería inaugurada por un hombre que lucharía con un tiburón blanco en una piscina. A pesar de lo suculento de la oferta, 50 millones de libras nada menos, los de Liverpool prefirieron no exponerse a tocar después de una carnicería, según explicaba Ringo, que no descartaba que esa reunión podría haberse llevado a cabo algún día. «Si John y George no hubieran muerto, seguramente había una posibilidad para eso. Paul y yo todavía estamos en la carretera. John (Lennon, que fue asesiando en 1980) también lo habría estado. Tengo dudas sobre George (Harrison, que murió de cáncer en 2001). Todavía estaríamos haciendo lo que nos encanta hacer. Quizá por separado, quizá juntos. Nadie lo sabe».
La canción más escuchada, de Harrison
El tándem McCartney-Lennon compuso, juntos o por separado, la abrumadora mayoría de las canciones de los Beatles, pero, ironías de la vida, actualmente la canción más escuchada del grupo en Spotify es «Here Comes The Sun», de George Harrison, con más de 400 millones de reproducciones.

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