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“La claridad”: lo oscuro domina el mundo

El argentino Marcelo Luján obtiene el VI Premio Ribera del Duero con un conjunto de seis historias que ahondan en la naturaleza del hombre través de lo fantástico, lo corriente y lo violento

Marcelo Luján ha escrito unas historias donde la mujer y la violencia tienen un protagonismo especial
Marcelo Luján ha escrito unas historias donde la mujer y la violencia tienen un protagonismo especialCristina BejaranoLa Razón

Marcelo Luján ha ganado el VI Premio Internacional Ribera del Duero con «La claridad» (Páginas de espuma), un libro de seis relatos que apela más a las oscuridades y esquinas del alma que a la transparencia del ser humano. Un conjunto de textos que ha creado como una unidad y para el que no ha remedado viejas historias, páginas perdidas o publicaciones ya realizadas. Esto es un conjunto literario que nace de cero, plagado de resonancias bíblicas y que tiene a la mujeres como pieza esencial de sus engranajes. «Estos cuentos, de factura impecable, invitan a una experiencia de lectura no exenta de una gustosa perversión», afirma Fernando Aramburu, uno de los miembros del jurado.

Marcelo Luján ha querido probarse en la difícil cuerda de la extensión corta, donde nada sobra y todo es imprescindible. «Siempre estoy cerca de la oscuridad. Me gusta abordar el mal. Aunque mis textos anteriores, de novela negra, fueron muy bien recibidos por la crítica, nunca me ha gustado poner el género por encima de la literatura. Debe ser algo secundario. No puedo adentrarme en la literatura desde lo que me gusta y, como ciudadano, veo el mal que nos rodea, aunque no tenga por qué llegar hasta la muerte. En este libro existe un componente añadido, quizá solo como ejercicio, que es lo fantástico. El terror tiene una pátina interesante. El terror moderno y lo negro conviven muy bien, poseen cierta hermandad que aflora en los textos. Este es un ejercicio literario que he disfrutado mucho. Sí, son textos oscuros y por eso me pareció bueno rodear de luz esa oscuridad que tienen. Así se ve más», comenta el escritor, que ayer estuvo arropado por Aramburu durante la presentación de su libro.

En estos cuentos asoman lo habitual y lo inusual, y en paisajes idílicos se desencadenan situaciones terroríficas, pero que aluden a la condición del hombre «La traición, la deslealtad hacia lo que sea, porque es la máxima ruptura de la confianza. Porque la confianza es uno de los pocos elementos que tenemos los seres humanos para existir. Si no confiamos en alguien estamos solos. Y esa gente, ese grupo reducido, que nos puede traicionar, resulta inquietante. Uno puede hablar de violencia, pero la traición es devastadora», comenta.

Un género serio

Luján ha tardado tres años en escribir «La claridad». Para él, «el cuento no es un género menor y por tanto quería concebir uno», porque, comenta, consideró que ya tenía la solidez técnica para hacerlo. Una de sus principales ambiciones era imprimir el «mismo trazo» a estas narraciones y, también, dotarlas de una estructura paratextual que incluyera «citas bíblicas y fragmentos de rock, que supone una unión preciosa, una unión asombrosa».

Luján admite que el máximo exponente del mal «es planificarlo, como hicieron los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, dejando a un lado los elementos bélicos. Eso es lo peor, pero en mis relatos existe un personaje que no lo planifica, que ve que puede salvarse condenando al que tiene al lado. Eso me hizo asombrarme sobre la capacidad de supervivencia que tienen ciertas personas para tomar decisiones sin importarles el prójimo. Es algo curioso. Esta historia en particular, que es la que abre el libro, tiene un componente bíblico que resulta determinante. Su título hace referencia a las veinte monedas de plata de Judas, pero, en vez de dinero, aquí lo que se pone en juego es la carne, el cuerpo, un componente sexual. Es un texto violento». En la obra también hay reflexiones sobre los celos y el olvido: «La memoria es una de las pocas pruebas de que estamos vivos. Cuando muere un ser idolatrado, es el único modo de recordarlo. La única manera de matar es con el olvido, con la ausencia absoluta de memoria. Con el recuerdo cualquier persona va a estar viva».