Los libros de la semana: Del vitalismo de Rafael Reig al pesimismo de Graham Greene
Jaime Bayly regresa también con "Yo soy una señora", uno de sus libros más sarcásticos
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SER UN HOMBRE BUENO ES IMPOSIBLE
Graham Greene explora la contradicción humana en la notable «El revés de la trama»
Poco a poco, la figura y la obra de Graham Greene vuelven a ser descubiertas para el lector en español, que solo podía acceder a los libros del escritor británico en viejas ediciones y traducciones, y disfrutar, pese a todo, de unas novelas perfectamente ejecutadas pero que muestran, en el fondo, los conflictos más profundos del deseo humano, esa lucha constante y atormentada entre la conciencia y la naturaleza, entre el amor y la piedad, entre el deber y la voluntad. Así lo ha hecho en títulos clásicos y muy conocidos como «El cónsul honorario», «El americano impasible», «Nuestro hombre en La Habana» (experiencias tomadas de su trabajo para el servicio secreto inglés) y también en ésta, «El revés de la trama», publicada originalmente en 1948 y recién reditada por Libros del Asteroide en una nueva traducción a cargo de Jaime Zulaika.
Basada, también, en su experiencia como espía en Sierra Leona durante la Segunda Guerra Mundial, el libro se centra en Henry Scobie, un comandante de policía que vive desde hace muchos años con su mujer, Louise, y con otros funcionarios británicos, en una colonia de África Occidental. El paisaje es, más que desolador, agobiante. No solo por el entorno natural, sino también por el clima que, en general, se vive en la colonia. Algo asfixiante que expresa el ahogo y el naufragio en el que todos están inmersos y del cual pretenden huir lo más pronto posible, especialmente, Louise, que sueña con otra vida en otro lugar.
Pero Henry, ferviente católico como el propio Greene, no quiere marcharse. En parte, porque acepta la realidad en la que vive, con estoicismo, y procurando hacer feliz a una mujer que no ama pero por la que siente cariño, y en parte porque, dentro de todo, ya se ha acostumbrado a vivir en la colonia africana. Pero la llegada de una mujer trastoca todos sus principios y pone en jaque su moral, que deberá ser puesta a prueba. Y Henry, atormentado por su conciencia, es llevado hasta los confines de su alma oscura y cae en la tentación y en el infierno: sus superiores comienzan a desconfiar de él, la gente del lugar se aleja de su presencia y su matrimonio, en el intento de amar a dos mujeres, y como no podía ser de otro modo, se precipita sin freno hacia el abismo. «La desesperación es el precio que hay que pagar cuando se ha fijado un objetivo imposible. Es, se dice, el pecado imperdonable, pero es un pecado en el que no incurren ni el hombre corrompido ni el verdaderamente malo», dice el narrador en un momento de la novela, como si revelara, más que una intención narrativa, su clave moral. Y concluye: «Solo el hombre bueno llevará siempre en su corazón este poder de condenarse». Es que, en el fondo, el drama que presenta Graham Green es la imposibilidad, la imposibilidad de ser realmente bueno y, al mismo tiempo, salvar a los otros y, de paso, salvarse a sí mismo.
Diego GÁNDARA
JAIME BAYLY, TODA UNA SEÑORA
El escritor publica “Yo soy una señora”, su mejor obra en una década
Lo ha vuelto a hacer. Con una voz punzante, insolente y llena de impiedad, Bayly construye un mundo familiar a base de relatos y fragmentos en los que concentra con mayor fortuna su discurso alborotado y torrencial, consiguiendo que sus furores humorísticos acierten en la diana de las víctimas y sus obsesiones. Aunque ninguno de sus libros haya logrado superar a los primeros que publicó («No se lo digas a nadie» y «Los últimos días de La Prensa»), su mordaz crítica trasciende, aquí, al mero regodeo autobiográfico en el que tantas veces incurre. Así, logramos conocer a todas las señoras que habitan en él, puesto que Bayly es todas ellas.
En un cuento es una mujer orgullosa de sus carnes, en otro se mete en la piel de una dipsomaníaca. También será una señora que consume marihuana. Conoceremos a la ninfómana que reside en él, a la atea que se vuelve cristiana, a la azafata harta de su trabajo o a la pistolera de extrema derecha. Recurre a mostrarnos detalles de su vida privada, o de aquellos que lo rodean, para provocar sátiras. Así nos encontraremos a Silvia (su esposa en la vida real). También aparece Zoé (hija menor del autor). En el mismo sentido, la progenitora del autor asoma en varios relatos: una acaudalada madre de 10 hijos, de nobles sentimientos y creencias religiosas inquebrantables, que no ha perdido la esperanza de ver a su amado «Jimmy Barclays» como presidente del Perú. Disparate, cotilleos y delirios al servicio de un verbo bañado en sosa cáustica en el que nos comparte inquietudes íntimas y escatológicas: la esclavitud del adicto, las frustrantes ambigüedades del sexo, la religión y la masculinidad... todo aderezado por magníficos diálogos cuya destreza son un bien escaso en la actual narrativa. En resumen: su libro más divertido y convincente de la última década.
Ángeles LÓPEZ
RAFAEL REIG Y ESA GOZOA IRONÍA
El autor confiesa sus rechazos literarios y sus peripecias amorosas en este gran libro
En la reciente narrativa española prolifera el retrato autorreferencial, la crónica intimista de la personalidad autorial. Escritores como Luis Landero, Elvira Lindo, Fernando Aramburu o Ricardo Menéndez Salmón se han adentrado en esta no-ficción con la que muestran vivencias propias encaradas a un particular tiempo histórico. En esta línea, Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) acaba de publicar «Amor intempestivo», una novela que recorre, con desinhibida comicidad y un contenido impudor, sustanciales aspectos de su vida personal vinculados a la persistente vocación literaria. Comienza la acción con una mesa redonda en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a la que han sido convocados cuatro reconocidos escritores; entre ellos, el autor de la obra, partícipes todos de la que él denomina «generación intempestiva». Es decir, según el diccionario, la que se encuentra «fuera de tiempo y sazón», desubicada, ajena a cualquier catalogación estética. Javier Azpeitia, Antonio Orejudo, José María Ridao y el mismo Reig engrosarían la nómina de estos escritores de muy libre dedicación temática y estilística en sus trayectorias. Con el pretexto de ese acto cultural, el autor rememora las vicisitudes de aquellos jóvenes airados, estudiantes de Letras en la Universidad Autónoma de Madrid y, ya en su caso y con el paso del tiempo, su desenfrenado deseo de «acumular experiencias» que nutrieran su imaginación literaria.
Alcohol y mujeres
Desfilan así por estas páginas un cúmulo de desnortados amores, descabaladas peripecias sexuales, empleos malpagados y otros de mejor remuneración aunque insatisfactorios, el alcohol como emblema del pretendido escritor «maudit» y el sucesivo rechazo editorial de sus novelas; sin olvidar, de modo más idóneo, su dedicación profesoral en dos universidades estadounidenses, donde descubrirá «las mujeres mayores y las bibliotecas». Éxitos y fracasos supeditados a la pasión por la escritura, al logro de un estilo propio, a la consecución de una identidad intelectual. No se obvian dramáticas circunstancias familiares, como la enfermedad y trágica muerte de sus padres, o los acumulados desamores, hasta recalar en una final estabilidad emocional.
Salvando las distancias entre lo verídico testimonial y la pura ficción, esta novela resulta muy eficaz para la identificación de las motivaciones y resortes en que se gestan las obras del autor, quien muestra así sus creativas incertidumbres: «¿Qué buscaba? O quizá: ¿de qué tenía miedo? Es la misma pregunta que me hago al escribir: ¿busco algo o huyo de algo? Quizá se escribe siempre un palimpsesto para borrar otra escritura anterior, las huellas del pasado, aquello que nos persigue en la oscuridad y de lo que intentamos alejarnos». Esas sombras de las que se huye constituyen la urdimbre del libro, cuya gozosa ironía no enmascara la amarga conciencia del creador exigente y obsesivo. Una obra autobiográfica que no renuncia a la elaborada imaginación ficcional.
Jesús FERRER