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Prohibido opinar sobre transexualidad bajo pena de censura “progre”

El boicot a la escritora J. K.Rowling por sus comentarios contra los tratamientos hormonales ha suscitado la ira de lo políticamente correcto
La RazónLa Razón
  • Licenciada en Ciencias de lnformación (Periodismo), con estudios de Derecho y Psicología y máster en Neuropsicología. Desde 1990 hasta hoy he escrito en numerosos periódicos y revistas nacionales (Diario 16, Ya, El Mundo, El País, El Español, Tiempo, Época, Muy Interesante, Quo, Cosmpolitan…). Autora de varios libros (Los Secretos del Nombre, Grandes Enigmas de la Humanidad y Cómo triunfar en la cama).

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«El libre intercambio de información e ideas debería ser el alma de una sociedad libre». Cualquiera suscribiría estas palabras contenidas en un manifiesto que ha firmado la escritora británica J.K. Rowling junto a otros autores, como Salman Rushdie o Noam Chomsky, que denuncia la censura que prolifera en las redes sociales. A la autora de Harry Potter le están lloviendo piedras desde que publicó varios tuits pronunciándose en contra del tratamiento hormonal transgénero y refiriéndose a las mujeres como personas que menstrúan, además de alguna que otra perla. El castigo que recibe por ello deja claro que la transexualidad se vuelve intocable si el argumento no encaja en lo políticamente correcto. «Con la iglesia hemos dado, Sancho», diría don Quijote.
Rowling está pagando caro su pensamiento. Cuatro autores representados por su misma agencia literaria ya han renunciado a sus contratos y la librería Left Bank Books, de San Luis (Misuri), ha retirado de sus estantes la saga de libros fantásticos más vendida de la historia. Ella denuncia que está siendo víctima de esa cultura de la cancelación que superabunda en las redes sociales con licencia para excluirte del derecho a opinar si lo que compartes es impopular o no complace al destinatario.
«No se admiten puntos de vista opuestos y las cuestiones políticas más complejas se disuelven en una ceguera moral», continúa el manifiesto que rubrica Rowling. A quien piensa diferente se le avergüenza públicamente y se le condena al ostracismo. Hasta Daniel Radcliffe, el actor que dio vida a Harry Potter, le ha lanzado furibundos reproches. Puede ocurrir con cualquier asunto, pero la grandeza de opinar cae de manera fulminante cuando se pone el foco en un colectivo tan vulnerable como el transgénero. «Rowling tiene una audiencia millonaria y con un único tuit destroza el trabajo de muchos años luchando por nuestros derechos», se defiende Fina Campas, portavoz de la asociación Trans Baix Power Roses. ¿Y si el pensamiento único de sus detractores impidiese que asomen los problemas reales que padecen mujeres como Campas, tanto desde el punto de vista médico como social? ¿Por qué es tan difícil atenerse a razones?
Uno de los argumentos que expone Rowling es la inconveniencia del tratamiento hormonal, que ella define, de manera trillada y poco juiciosa, como una nueva terapia de conversión con la que se manipula al colectivo homosexual para tratar de cambiar su orientación o identidad sexual. Su tono admite mayor seriedad cuando habla de algunos de los riesgos de la medicalización de por vida, como la pérdida de fertilidad y de la función sexual. ¿En qué basa sus palabras? Realmente son solo dos de las secuelas que enumera la Clínica Mayo al hablar de las complicaciones que derivan de la terapia hormonal de feminización, sobre todo si no hay un buen control endocrinológico. Además de la disminución de la libido, la disfunción sexual y la esterilidad, hay una incidencia elevada de coágulos, triglicéridos altos, cálculos biliares, aumento de peso, mala función hepática, hipertensión, exceso de prolactina, disfunción sexual, disminución o enfermedad cardiovascular si existen otros factores.
La complicación es mayor con la autohormonación, un riesgo que asumió Campas antes de ponerse en manos de un endocrinólogo en Barcelona y muy frecuente, según nos relata, cuando alguien inicia un proceso de transición. Un informe sobre la situación de las personas transgénero presentado por la institución del Ararteko al Parlamento Vasco analiza los peligros de esta práctica, habitual debido al fácil acceso a hormonas por vías extraoficiales y la necesidad de obtener resultados rápidos, a pesar de sus nefastas consecuencias. La autohormonación suele ir unida en ocasiones, según este informe, a la realización de prácticas quirúrgicas fuera de los circuitos sanitarios formales. Por ejemplo, implantes de silicona sin las mínimas condiciones de salubridad.
El riesgo de esterilidad al que alude la autora de Harry Potter en sus polémicas declaraciones es más significativo cuando el tratamiento hormonal se inicia antes de la pubertad por el uso prolongado de hormonas. «Incluso después de suspender la terapia es posible que no se recupere lo suficiente para garantizar la concepción», aseguran en la Clínica Mayo. El consejo en estos casos es hablar con el médico sobre la congelación de esperma antes de comenzar la terapia de feminización. Sin embargo, son cuestiones que no siempre salen a relucir cuando los adolescentes y jóvenes reclaman un proceso de transición.
La terapia hormonal masculinizante es menos agresiva y el uso de testosterona suele ser seguro, de acuerdo con un trabajo del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Clínico de la Universidad de Chile. No obstante, los altos niveles de andrógenos estimulan la producción de glóbulos rojos en la médula ósea y, sin el ajuste preciso de la dosis, podría producir tromboembolismo. Los cánceres dependientes de hormonas no son frecuentes y existe poca evidencia para estimar la prevalencia de cáncer de mama o reproductivo en la población transgénero, aunque sus autores advierten de que se necesitan estudios mejor diseñados para confirmar o refutar tal afirmación. El estudio admite que, con un buen manejo médico, el uso adecuado de hormonas está demostrando, a pesar de estas cautelas, efectos positivos en las personas en transición.
La siguiente advertencia que lanza Rowling, con más o menos tino, es el peligro de precipitarse cuando se trata de un menor. El asunto es espinoso. Los psicobiólogos Rosa María Fernández García y Eduardo Pásaro Méndez, de la Universidad de La Coruña, sostienen que la identidad sexual no es una opción, sino que viene determinada genéticamente, además de poseer un componente hormonal. Y advierten: «Aunque los primeros síntomas de disforia de género suelen aparecer en la primera infancia, la sintomatología puede ser reversible en la pubertad». Recuerdan que en esta etapa tienen lugar una serie de cambios profundos, inducidos por las hormonas sexuales, por lo que los profesionales de la salud recomiendan ser cautos y no correr, sino más bien realizar un examen cuidadoso de los primeros síntomas de disforia».
Son numerosos los casos en los que los síntomas revierten al alcanzar la madurez sexual. De hecho, solo el 15% de los niños con disforia de género termina siendo transexual, según el Hospital Carlos Haya de Málaga, que dispone desde 1999 de una Unidad de Transexualidad e Identidad de Género pionera en España. Mientras, la discreción, la información y un seguimiento respetuoso del menor pueden ser las mejores herramientas.
Un estudio realizado por el Departamento de Psiquiatría del Instituto Karolinska, en Suecia, concluyó que el 2% de las personas que se sometieron a cirugía de reasignación de sexo, se arrepintieron después y solicitaron revertir la operación para volver al género que tenían al nacer. Según su autora principal, Cecilia Dhejne, esto ocurre porque el diagnóstico puede haber sido incorrecto y el paciente no tenía realmente disforia de género o bien por la resistencia de las personas de su entorno a aceptar su cambio de género. Puede que la cirugía no sea la solución. A comienzos de años, un joven indio de 26 años, que cayó en una profunda depresión tras una intervención de reasignación de sexo, decidió quitarse la vida. El médico endocrinólogo pediátrico estadounidense Quentin Van Meter considera que las operaciones de cambio de sexo se están haciendo muy a la ligera, sin prever las consecuencias.
Su advertencia nos lleva de nuevo a otro de los tuits tan abucheados de Rowling, acusada, por cierto, de feminista radical, tránsfoba y TERF(feminista racial trans excluyente): «Los riesgos para la salud a largo plazo a menudo son minimizados o negados por los activistas trans». De momento, la escritora ha anunciado que no la van a callar y que le importa muy poco la mala opinión que pueda despertar, a partir de ahora, su forma de pensar.

Sexo y género chocan en el Congreso

El tratamiento jurídico de los transexuales tiene dividido al Gobierno de coalición. Por una parte, el PSOE defiende su compromiso con las personas transexuales poniendo en duda que el hecho de sentirse hombre o mujer implique un reconocimiento de esa identidad con efectos jurídicos. En la parte contraria, Irene Montero, dispuesta a aprobar en esta legislatura una ley que contemple que las personas trans puedan modificar su nombre y sexo en sus documentos oficiales sin necesidad de informes médicos.
Los socialistas han difundido en redes un argumentario en el que manifiestan que «el denominado derecho a la libre determinación de la identidad sexual o derecho a la autodeterminación sexual carece de racionalidad jurídica». Exigen que para tener efectos jurídicos será necesario una situación estable de transexualidad debidamente acreditada.
Montero desafía a la bancada socialista y al feminismo clásico con la teoría Queer o de identidad de género, que básicamente sostiene que los géneros, identidades sexuales y orientaciones sexuales no están inscritos en la naturaleza biológica humana, sino que es un constructo social que varía en cada cultura. Frente a ella, Carmen Calvo y otras socialistas veteranas sostienen que el sexo es un hecho biológico y se niegan a admitir que la lucha de las mujeres identificadas con el género con el que nacieron sea la misma que la de las mujeres trans. El documento defiende la expresión identidad sexual como un término consolidado y pide no confundirla con la identidad de género. La confusión creada al manipular dichos términos está poniendo en riesgo el propio concepto jurídico y sujeto político “mujer’”, según explica el PSOE en el texto.

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