“En otro reino extraño”: Siempre amar fue para siempre ★★★✩✩
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Autoría: Luis Sorolla a partir de obras de Lope de Vega. Director: David Boceta. Intérpretes: Iñigo Álvarez de Lara, José Cobertera, Mariano Estudillo, Anna Maruny, Alejandro Pau, Aisa Pérez, Pau Quero… Teatro Adolfo Marsillach (Festival de Almagro). Hasta el 26 de julio.
La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico abandera el esperado reencuentro de los actores y las compañías con el público del Festival de Almagro. “En otro reino extraño”, con dirección de David Boceta, abrió, después de la entrega del Premio Corral de Comedias a Ana Belén, la 43ª edición de esta histórica cita veraniega con el teatro clásico. La propuesta, concebida por la CNTC inicialmente en formato audiovisual para ser exhibida por internet durante el confinamiento, se ha transformado finalmente en un montaje escénico al uso, aunque con sus propias particularidades. Pero nada se ha tratado de enmascarar en esa transformación: precisamente son los propios actores los que explican al público, al comienzo de la función, cómo se ha gestado el espectáculo y cuál es su verdadera naturaleza.
Tomando como punto de partida un nutrido florilegio de poemas y fragmentos dramáticos de Lope de Vega, siempre relacionados con el amor, Luis Sorolla ha elaborado una curiosa dramaturgia con un fuerte componente de metateatralidad en la que se contraponen, y al mismo tiempo se abrazan, de principio a fin, dos percepciones distintas del sentimiento amoroso: la que se tenía en la sociedad del Barroco y la que pueden tener hoy los jóvenes que ronden la edad de los actores que conforman el elenco. Una contraposición y un encuentro que el director de la función consigue hacer evidentes tanto en la forma de acercarse y expresar ese sentimiento como en el propio fondo, es decir, en la y la definición del sentimiento amoroso, que no parece ser exactamente igual antes y ahora.
La verdad es que el proyecto no puede ser más osado; diría incluso que no puede ser más irreverente, en la medida en que el espectador verá cómo una institución como la Compañía Nacional, que se dedica fundamentalmente a preservar y poner en valor el legado de nuestros clásicos, dedica un montaje, sobre todo, a dejar al descubierto las fisuras de ese legado, a mostrar sus taras, a evidenciar sus imperfecciones. Pero lo bonito, lo revelador, lo gratificante para el público, y supongo que también para el propio equipo artístico, es que, en ese camino de negación, o al menos de cuestionamiento, los personajes –que son en realidad los propios actores– terminan indefectiblemente envueltos en las mismas zozobras que inspiraron a Lope y al resto de nuestros grandes poetas; terminan, por tanto, arrasados en el mismo volcán, aunque ahora escupa otra lava distinta. De este modo, la distancia que parecía insalvable entre el hoy y el ayer desaparece de pronto; la desconfianza hacia esa concepción barroca del amor se convierte en un bonito homenaje a él, por cuanto fue expresada, en la pluma de nuestros grandes autores, con la misma verdad y belleza con la que nos gustaría saber expresar, hoy y ahora, nuestra propia experiencia de amor, nuestra necesidad de él para superar estos momentos de crisis.