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Pablo Remón, o el éxito tras la pandemia

El aclamado dramaturgo, guionista y director sigue levantando nuevos proyectos mientras la Mostra de Ribadavia le dedica estos días una pequeña retrospectiva teatral

Fernanda Orazi y Francesco Carril (en la imagen) protagonizan la pieza junto a Manuela Paso
Fernanda Orazi y Francesco Carril (en la imagen) protagonizan la pieza junto a Manuela PasoVanessa RábadeVR

No es que a Pablo Remón no le haya afectado la pandemia en su trabajo, como a todos. De hecho, no tiene dedos suficientes para contar los bolos, reposiciones y estrenos de obras suyas que se han cancelado durante estos meses a lo largo y ancho de toda la geografía. Lo que pasa es que pocos en el mundillo del teatro han tenido la oportunidad de retomar la actividad a la velocidad que lo está haciendo él. Fue uno de los elegidos por Alfredo Sanzol para participar en “La pira”, el espectáculo que produjo el Centro Dramático Nacional, en formato audiovisual, para despedir esta atípica temporada por internet. Ahora, en la Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia, recupera algo que para él es tan importante como el trabajo en sí mismo: el contacto del público; la comunicación directa, sin filtros de ninguna clase, entre los actores que dan voz a sus textos y los espectadores. “Lo del CDN ha sido muy curioso y muy necesario; pero esto de ahora en Ribadavia ya sí es el teatro… teatro –dice feliz el dramaturgo y director–. Me gustaría que estas funciones en Ribadavia fueran un poco especiales; creo que este reencuentro con el público, especialmente para los actores, es lo que da sentido de verdad a nuestra profesión. Y sí, es verdad que, viendo cómo está el panorama, y cómo están otros compañeros, he tenido fortuna para reengancharme con cierta rapidez. Supongo que se debe a que tenía muchas obras vivas cuando estalló la crisis sanitaria; eso ha hecho que tenga más probabilidades que otros de recuperar algo ahora”.

Y en la Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia ese “algo” no es precisamente menor: por partida doble aparece su nombre en el cartel de esta 36ª edición del festival, que se clausurará mañana. Ayer se representó, con una estupenda acogida, “Doña Rosita anotada”, su particular aproximación a la conocida obra de Lorca; y esta noche, de nuevo en el auditorio del castillo, podrá verse “Sueños y visiones de Rodrigo Rato”, una divertidísima y ácida visión de nuestra frágil y corruptible sociedad, protagonizada por Javier Lara y Juan Ceacero, que firmó junto a Roberto Maiztegui y que, en esta ocasión, no dirigió él, sino Raquel Alarcón (es la única vez hasta la fecha que ha dejado en otras manos la puesta en escena de un texto suyo). Aunque son dos de sus más recientes y sonados éxitos,

Roberto Pascual, director de la Mostra, cree que “el público gallego aún no conoce bien la obra de Remón, a pesar de su popularidad en Madrid y en otros lugares; así que hemos querido hacer una pequeña retrospectiva suya este año”. El propio Remón, ganador de un Goya este mismo año por el guion de “Intemperie”, escrito junto a su hermano Daniel, reconoce que es más difícil en teatro que en cine romper las fronteras y tener una repercusión más uniforme como autor: “En teatro todo depende mucho de cómo se cierren las giras, y eso casi siempre es muy aleatorio. Nosotros como compañía hemos repetido muchísimas veces en algunas comunidades y otras, por motivos bastante azarosos, apenas las hemos pisado”.

De lo que no hay duda es de que, al menos en Madrid, Remón se ha convertido en poco más de siete años en uno de los creadores teatrales contemporáneos más queridos y aplaudidos por los espectadores y por la crítica. Curiosamente, tal vez el hecho de haber tenido una formación más cinematográfica que teatral haya jugado en su favor, en cuanto que le ha permitido acercarse a la dramaturgia y a los escenarios sin frenos ni condicionantes; con una libertad y con un arrojo insólitos; sin esos prejuicios que, en otros colegas de su misma generación, atentos siempre a las corrientes más vanguardistas o en boga, han degenerado a veces en una pose bastante hueca.

En el caso de Remón, nadie puede cuestionar que tiene ya un estilo artístico, una voz verdadera y propia. “Es cierto –explica– que yo he estado muy fuera del mundo del teatro y que me he ido metiendo en él a medida que lo hacía; y sí, también es verdad que he aprovechado esa falta de prejuicios. No sabría definir mi estilo de una manera teórica. Simplemente quiero contar historias, y no me pongo barreras; intento contarlas de la mejor manera que pueda. Me gustan, como espectador, obras de muy diferente estilo. El teatro más vanguardista, en general, tiene un cierto rechazo a contar historias y a crear personajes; y yo, desde luego, no lo tengo. Tampoco puedo negar que he trabajado como guionista durante muchos años antes de hacer teatro, y eso supongo que se refleja en mi forma de escribir teatro. Pero a mí me pasa una cosa muy curiosa: cuando escribía más cine, me decían que mis guiones eran muy teatrales, porque tenían mucho diálogo; y, ahora que escribo más teatro…, ¡me dicen que son obras muy audiovisuales! (risas). En cualquier caso, yo siempre intento, cuando escribo, que el teatro sea… eso, teatro. Fíjate en que, por ejemplo, no he usado nunca proyecciones, algo de lo que podía haber echado mano fácilmente en muchas ocasiones. Lo que quizá sí he intentado hacer es aprovecharme de algunas cosas propias del cine, como multiplicar las escenas y los personajes; pero siempre lo he hecho dentro de un código muy teatral. Aunque parezca una obviedad, para mí lo importante es emocionar al público, conseguir que tenga una verdadera experiencia; y todo lo demás lo pongo al servicio de este propósito”.

Roberto Pascual, por su parte, cree que sí es evidente en Remón “la destreza en el manejo del lenguaje audiovisual”. Y añade el director del festival de Ribadavia algunas otras cualidades y virtudes del autor madrileño: “Tiene una manera muy particular, con mucho sentido del humor, de retratar España; maneja muy bien la intriga, y es muy heterogéneo en todo lo que hace y en lo que quiere abordar”.

Mientras se exhiben estas dos obras en Orense, en esta preciosa capital del ribeiro, el dramaturgo está con la vista ya puesta en nuevos proyectos audiovisuales y, sobre todo, teatrales. “El cine –confiesa– siempre conlleva más dinero, más complicaciones y más gente decidiendo. Los terrenos más personales y más ambiguos son más fáciles de transitar en teatro. Por eso a mí me tiene tan enganchado. Aunque haya excepciones, creo, honestamente, que en el teatro se puede escribir y trabajar con mayor libertad”. Pero eso no es óbice para que esté trabajando con “mucha ilusión” en una adaptación audiovisual –no quiere desvelarnos si será para cine o televisión– de su obra teatral “Los mariachis”. Al mismo tiempo, ultima la reescritura de “Las ficciones”, cuyo estreno se canceló por la pandemia. “Veremos en qué acaba esta obra –advierte–; como yo dirijo las obras que escribo, hasta que no las estreno finalmente, las mantengo vivas, en fase de transformación permanente”.