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La historia en miniaturas: Vara de Rey, el héroe olvidado de la guerra de Cuba

El 1 de julio de 1898 el general español protagonizó una épica defensa en El Caney que sería motivo de alabanza por sus enemigos
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La semana pasada inauguramos esta sección hablando del potencial del hobby del miniaturismo como herramienta de divulgación de la historia, con las claves de la derrota francesa en Waterloo como ejemplo. Como en cualquier otra manifestación cultural (cine, literatura, cómic...) las épocas que reciben mayor atención por parte de la industria del miniaturismo, dominada por las marcas anglosajonas, tienen que ver, lógicamente, con su historia, «soldaditos de plomo» con los que hemos desarrollado verdadera pasión por las Guerras Napoleónicas, la revolución americana, la Guerra de Secesión y otros periodos que aparentemente nos resultan tan románticos como ajenos, como las guerras coloniales británicas en la India o el Sudán.
Pero este intercambio es bidireccional, como demuestra el caso de 1898 Miniaturas, marca española de figuras de escala 28 milímetros que tengo el honor de haber cofundado junto a mi hermano Rafael Gómez. Nuestro objetivo: el desarrollo de gamas de miniaturas de periodos clave de la historia de España que han recibido poca o ninguna atención por parte del sector. Una marca que, a pesar de su corta vida, ya cuenta con colecciones específicas de la Guerra de Cuba (1895-1898), de la de Filipinas (1896-1902) y de tercios españoles para la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), y que acompaña sus miniaturas con artículos gratuitos en su web de modelismo, de wargame, de uniformología y, por supuesto, de historia. Una web bilingüe como vehículo para llevar al público internacional pedacitos de nuestra historia, y, lo que es más importante, ser nosotros los que la contemos. Como la del protagonista que nos ocupa hoy: Joaquín Vara de Rey.
Abordar el diseño de la miniatura de un personaje histórico, especialmente si este tiene descendientes vivos como es el caso, entraña una gran responsabilidad. Dos estatuas rinden homenaje a su heroica defensa en El Caney, una junto a la estación de Atocha, en Madrid, y otra en su Ibiza natal. Por su dramatismo, ya que recoge el momento en que el general, herido, es sostenido por uno de sus hombres, es en esta segunda en la que decidimos inspirarnos para la elaboración de nuestra viñeta, esculpida por José Hidalgo, de la que por cierto hemos recibido pedidos de lugares tan dispares como Nueva Zelanda, Finlandia y EE UU. ¿Conocían estos miniaturistas con anterioridad la historia de Vara de Rey? Probablemente no, y habérsela descubierto es doble motivo de orgullo para nosotros. Joaquín Vara de Rey y Rubio nació en 1840 en Ibiza, en el seno de una familia de tradición militar. Nada más graduarse ingresó en el Ejército, donde inició una larga trayectoria que le llevó a participar en la Tercera Guerra Carlista, a servir en las Filipinas y en las Marianas y, finalmente, en 1895 a solicitar su traslado a Cuba ante el estallido de una nueva guerra. Fue allí donde, en 1896, alcanzaría el grado de general de brigada tras la acción de la Loma del Gato.
Sin embargo, sería en 1898 cuando su nombre se convertiría en leyenda. El 1 de julio, una fuerza estadounidense de más de 5.000 hombres bajo el mando del general Henry W. Lawton, veterano de la Guerra de Secesión y célebre por ser el hombre que había logrado capturar al apache Gerónimo, avanzó contra El Caney, una posición española que amenazaba el flanco del ataque principal que los norteamericanos pretendían llevar a cabo en su avance sobre Santiago de Cuba, Lomas de San Juan. El Caney estaba defendido por apenas quinientos españoles bajo el mando de Vara de Rey.
A pesar de la diferencia numérica, que llegó a alcanzar un ratio de 12 a 1 después de que Lawton recibiera refuerzos, Vara de Rey y sus hombres, «como el cráter de un volcán en erupción», desataron una tormenta de fuego que frustró todas las oleadas que el general estadounidense lanzó contra ellos durante nueve horas. Impotente y con órdenes de sus superiores de cancelar el ataque y replegarse hacia Lomas de San Juan, a la desesperada Lawton decidió lanzar el enésimo asalto con el que, hacia las tres y media, consiguió dominar por fin la posición clave del fortín de El Viso, hecho trizas por su superior artillería, donde 40 quintos españoles habían mantenido a raya a cuatro mil de sus regulares.
La resistencia, sin embargo, continuó otras dos horas más dentro del pueblo de El Caney, bajo la presión de los regimientos enemigos y el bombardeo constante de su artillería, que redujo a astillas los fortines que aún se mantenían en pie, hasta que Vara de Rey, el alma de la defensa, cayó herido en ambas piernas. Incapaz siquiera de mantenerse en pie, se procedió a su evacuación, durante la cual el general y sus camilleros serían acribillados por los vencedores, en una flagrante violación del Convenio de Ginebra de 1864. El comandante Wester, testigo presencial de la batalla, llegaría a decir que El Caney «quedará como uno de los combates más dramáticos y más emocionantes de la historia militar moderna, en el que la bandera roja y gualda fue defendida con heroísmo inmenso y con un cariño patriótico y abnegado, nunca superado quizá». Finalizada la guerra, sus restos serían repatriados a España con todos los honores, y descansan en el Mausoleo de los héroes de la Guerra de Cuba y Filipinas en el Cementerio de la Almudena de Madrid.

Para saber más...

«Cuba 1898» (Desperta Ferro Contemporánea), Nº 21, 86 páginas, 7 euros

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