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Santiago Segura: “¿Por qué me tengo que mojar en Twitter si no quiero? yo me mojo en la ducha”

Vuelve a las salas con más de 300 copias como Javier en «Padre no hay más que uno 2: la llegada de la suegra», que dirige e interpreta, aunque le tachen de insensato por adelantar su estreno a mañana, en pleno rebrote
Ruben mondelo .La razon .

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En la calle de este verano tan parecido a ninguno hace 40 grados. Son las tres y pico de la tarde y se derrite el asfalto. Madrid, qué lástima, es una ciudad casi desierta. Por el calor. Por la pandemia. No son horas para recorrer las aceras, pero echamos de menos un poco más de bullicio. Santiago Segura va de cabeza y le da vueltas a la testa. Estrena mañana «Padre no hay que uno 2: La llegada de la suegra», la segunda parte de la que vimos hace exactamente un año. Quién lo iba a decir... y quién nos iba a decir a nosotros que trescientos sesenta y tantos días después estaríamos frente a frente con distancia de seguridad por medio y mascarilla en boca. Su oficina lleva su impronta. Hay muñecos, muñequitos, muñecotes, juegos, dibujos... Torrente, en todas sus entregas, preside la pared de su despacho. Mientras hablamos bebe una lata de agua de Vichy. Está muy delgado. Debe ser el trabajo que da tener seis vástagos en la pantalla. Dos de los pequeños son sus hijas. «Sí, la niña es para comérsela», dice con media sonrisa. Es la expresividad, la menor, en estado puro. Mañana llega a las salas de cine con más de 300 copias.
–¿Cómo se maneja con la mascarilla, las medidas de seguridad, la distancia y la nueva normalidad?
–Hay que llevarlo. Es necesario, aunque no entiendo a quienes no lo hacen. Son unos inconscientes. En manos de cada cual está cumplir. Sé que es un tema complejo e injusto que se trate a todo el mundo por igual cuando son unos cuantos quienes no respetan, pero no se puede transmitir a los ciudadanos esa sensación de inseguridad con lo de ir a los cines, por ejemplo...
–¿Le parece injusto?
–Pero si hay distancia, mamparas, geles... ¿por qué se cierran si son de los lugares más seguros que puede haber ahora mismo? Dime cuál es la seguridad que hay en una sala de fiestas, que bebes, te quitas la mascarilla, hay un montón de gente en el mismo lugar. Ahí es donde está el peligro y no es un cine o un teatro. Hay que tener respeto, no pánico.
–Por eso usted ha dicho: «Voy a estrenar en pleno rebrote».
–Hombre, no voy a decir: «Avisadme cuando esto se acabe y voy estreno mi película». Porque quizá cuando me decida ya no hay ni siquiera salas donde estrenarla. Yo abogo por seguir al cien por cien en la medida de lo posible, pero con muchísimo cuidado porque si volvemos al colapso nos vamos todos a paseo. Luego hay otra cuestión: si no estrenamos, ¿qué productos van a poder exhibir los cines?
–Es más, ha adelantado la llegada a las salas, prevista para agosto.
–Sí, además, eso. Confío en que va a gustar, pero no en que acuda el público en masa. Seamos realistas porque la gente ha perdido la costumbre. Hoy nos debatimos entre quienes tienen pánico y los que son unos inconscientes. Los resultados los veremos a lo largo del verano, no va a ser algo inmediato si funciona.
–¿En unos meses se ha perdido la costumbre de ir al cine?
–Escuchamos cada día eso de que tengamos cuidado con los locales cerrados, no lo han metido tanto en la cabeza que... Pero las salas han hecho cuanto se les ha pedido. Es muy fácil transmitir las malas noticias y cuesta bastante más dar las buenas, ¿o no? El cine es uno de los espacios más seguros que hay hoy, mucho más que el AVE. ¿Por qué no se dice así de claro?
–¿Cómo ha pasado el confinamiento?
–He tenido bastante suerte al estar con mis hijas, que las adoro, con la mente ocupada en todo momento, y he teletrabajado. Ha habido gente que no ha tenido nada que hacer y que se han sentido impotentes, compañeros y no compañeros de profesión. Y eso produce una gran desazón.
–Le vuelven a llamar para para que salve la taquilla porque no estrena nadie, ¿o se ha llamado usted solo, que, además de dirigir esta segunda parte, la interpreta?
–Nunca he sentido que sea el salvador de la taquilla ni nada de eso. El cine me ha dado mucho y ahora que yo puedo darle algo, no hago más que devolverlo. No quiero que la industria se hunda, y tocada, está. Me han dicho que esperase, que quizá más adelante, que en unos meses funcionaría mejor, que potencial tiene, pero que ahora... ¿Esperar hasta cuándo? No soy un gilipollas y no quiero que mi película fracase, pero no voy a quedarme sentado esperando. Pienso, además, que mucha gente va a añorar esos buenos momentos del año pasado cuando vio la primera. Y también me parece que es necesario olvidar los malo rollos. Mi mujer me ha dicho que soy un insensato por estrenar.
–Pero es que parece que damos un paso hacia adelante y dos hacia atrás.
–Existe un egoísmo enorme. Mira Boris Johnson lo que dice de los españoles. Parecemos unos apestados. Cada país de Europa va a salvar su culo, y punto. No existe la solidaridad y yo creo que la concordia es básica en momentos de crisis.
–No lo dirá por los chats de padres, de los que tanto se habla en el filme...
–Si quieres amargarte y tener un mal día, ve primero las noticias y luego mira el chat de padres.
–¿Cree en lo que hace?
–Soy muy fan de mis propias películas. Para mí es muy fácil vender algo en lo que creo. Con ellas, de verdad que me río un montón y lo paso francamente bien.
–Y todo, además, queda en casa, con sus hijas en la pantalla.
–Bueno, es que son alucinantes. Ellas y el resto de críos. En esta segunda parte los he visto cambiados, muy seguros, parece como si hubieran hecho un master, espontáneos, frescos y sueltos. Toni Acosta es ya como de la familia. Y Loles León está divertidísima, tiene una vis cómica... Claro, que a estas alturas, está más que descubierta, no he descubierto yo nada...
–No hay dos sin tres.
–Bueno, si no se acaba el mundo, pero ahora mismo no estoy seguro de nada. En las segundas partes la gente va a cuchillo, dispuesta a sacar el mínimo defecto. Ojo, a mí también me pasa. Vamos a ver si no se cargan el buen recuerdo de la primera.
–Tenemos que hablar de las redes. Últimamente le dan por todos lados. ¿Cómo lo lleva?
–Hay mucha, demasiada frustración. La gente las utiliza como válvula de escape y así es muy fácil echar las bilis. Pasa como en la vida: unos cuantos, la mayoría, te dicen cosas buenas, aunque con uno que te tache de gilipollas te amarga el día y te deja tocado. Cuánto odio se respira. Otra cosa es el cara a cara, cuando alguien que te ha puesto verde te ve en persona y se humaniza, como si bajara la guardia. Lo que pasa es que, en el fondo, todo es bastante más sencillo y solamente queremos que nos quieran. Nos une la necesidad de empatía, de afecto. Con tener nuestras necesidades básicas cubiertas...
–Pero no es tan fácil como lo pinta. Sin ir más lejos, a usted le tachan de tibio, le tiran a dar cuando escribe en Twitter: «Qué tristeza esa España de fachas y rojos, de malos y buenos, de extremadamente fascistas o bolcheviquebolivarianos».
–Me dicen sin parar: ¡Mójate! ¿Y por qué me tengo que mojar si no quiero? Yo me mojo en la ducha. Si opinas de una manera, mal. Si lo haces de otra, peor. Mira la que se armó cuando dije aquello.
–¿Y por qué cuestiones se moja Santiago Segura?
–Por temas que me merecen la pena, como la Sanidad pública, la educación o derechos fundamentales que han costado años conseguir y no podemos dejar perder. Por eso, sí, cada día. Que si soy un tibio, un neutral, un equidistante... Me parece que ofender por la puta cara es absurdo. Ofender sin más. La gente callada está más guapa. A mí me gusta el diálogo, no que me impongan lo que tengo que hacer, decir o pensar.

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