Por qué tienes que ver... “Cuando el polvo se asienta”: Copenhague bajo la amenaza terrorista
Con casi diez horas de duración maneja su narración con precisión matemática
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Viernes noche en Copenhague. Los clientes de uno de los restaurantes con más proyección de la ciudad disfrutan de una velada marcada por las sonrisas y las conversaciones afables. De repente, tres figuras enmascaradas entran en el local y disparan a diestro y siniestro e indiscriminadamente, bañando de sangre el establecimiento entero y, poco después, causando un trauma colectivo tal vez incurable.
El antes y el después
A lo largo de sus casi 10 horas de duración, «Cuando el polvo se asienta» maneja su narración con precisión matemática. Su impactante prólogo nos ofrece destellos visuales del atentado terrorista alrededor del que orbita toda la trama, y que en realidad no se nos mostrará de forma detallada hasta llegado el ecuador de la serie. Y eso divide claramente su metraje en dos mitades. Durante la primera se investiga qué factores directos e indirectos provocaron el devastador desastre, y la segunda analiza tanto la destrucción –física, psicológica y moral– como las posibilidades de reconstrucción que este deja a su paso.
Lo social a partir de lo coral
Lo que el polvo nos deja ver cuando se asienta es una humanidad que late con fuerza y que se niega a ser sepultada por el horror. El relato bascula constantemente entre una sucesión de puntos de vista, entre ellos los de un fontanero padre de familia preocupado por la conducta cada vez más errática de su hijo adolescente, una ministra encargada de la compleja carpeta de Justicia, un anciano que vive prácticamente solo en una residencia para la tercera edad y que está pensando en acabar con su vida, una cantante sueca que quiere asentarse en Copenhague junto a su amante danés, una niña que descubre en un bosque una mochila sospechosa, un ambicioso chef de raíces groenlandesas y flamante propietario del restaurante que se convertirá en el epicentro de la tragedia. Son ocho voces correspondientes a otros tantos testigos involuntarios de la barbarie, que en conjunto componen un tejido social ideal para permitirnos entender las inquietudes y preocupaciones de un país, Dinamarca, que aquí invita a ser visto como un espejo de la realidad europea.
Tensiones en las relaciones
Mientras mantiene el foco de interés siempre puesto en una serie de rostros sobre los que se manifiesta el drama humano, «Cuando el polvo se asienta» utiliza cada situación para invitar al espectador a que se estremezca e incluso rompa a llorar, en concreto convirtiendo el pacto social en fuente inagotable de tensiones entre aquellos que lo componen. De hecho, la serie logra convertir el suceso terriblemente extraordinario que ocupa su centro narrativo en el punto de partida de una exploración de todas las preocupaciones que acechan nuestro día a día: la brecha generacional, la distancia que separa a los privilegiados de los desfavorecidos, el choque entre la planificación de los asuntos colectivos y la gestión de los sentimientos más íntimos, la compleja mezcla de identidades nacionales que conviven en una gran ciudad. Dicho de otro modo, poco importa el idioma que hablan aquí los personajes; su experiencia trasciende la tragedia que los vincula para adquirir un alcance universal.
Fatalismo y esperanza
El terrible golpe que asesta un ataque terrorista aboca a quienes lo sufren a una situación extrema y desesperada durante la que, inevitablemente, todo lo mejor y todo lo peor que anida en nuestro interior florece de forma particulamente intensa. Los principios éticos y morales que rigen la vida cotidiana se ponen a prueba y, mientras algunos seres humanos son capaces de convertir la adversidad en una plataforma desde la que erigirse en héroes, otros caen al interior de una espiral nihilista que, en el peor de los casos, los convierte en villanos. Mientras transita entre la perdición y la redención y entre la catarsis de la comunidad y su hundimiento, «Cuando el polvo se asienta» utiliza el destino de cada uno de sus personajes para mostrarnos todos los caminos que pueden llevarnos o bien a la ruina o bien a la salvación. Y aunque –probablemente de forma previsible dada su identidad nórdica– la serie tiende al fatalismo, se asegura de ofrecernos motivos para la esperanza.