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Crítica del Festival Bal y Gay: Profundos sones de la naturaleza

Crónica de la VII edición del evento, con las interpretaciones del Cuarteto Quiroga y Cuarteto Cosmos
Alberte Peiteavel
La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Haydn: «Cuarteto op. 76 nº 4», «El Amanecer». Brahms: «Quinteto con clarinete op. 115». Cuarteto Cosmos. Casa de la Cultura de San Cibrán. Beethoven: «Sonatas nº 6 op. 10/2» y «nº 15 op. 28», «Pastoral». Ginastera: «Tres Danzas argentinas». Juan Pérez Floristán, piano. Pazo de Fontao. Boccherini: «Cuarteto op. 24 nº 3». Beethoven: «Cuarteto nº 15 op. 132». Cuarteto Quiroga. Basílica de San Martiño de Mondoñedo. 18, 19 y 20 - VIII- 2020
En tres días es difícil reunir tanta buena música tan bien interpretada y en marcos tan bellos. Exceptuemos si acaso el primer concierto, que iba a celebrarse en una iglesia de Viveiro, pero que por disposición municipal hubo de trasladarse a la Casa de la Cultura de la vecina localidad de San Cibrán, de acústica bastante seca. Contra ella lucharon con denuedo y éxito final los componentes del joven Cuarteto Cosmos y el clarinetista Luis Cámara en una magnífica velada, digna del gran nivel que ha alcanzado en estos últimos tiempos un Festival al que, gracias al buen orden, a la capacitación de sus organizadores, con Alba Rodríguez a la cabeza, se le plantea un muy prometedor futuro en el que han de intervenir algunos importantes apoyos económicos privados y públicos.
El Cosmos es un conjunto no hace mucho premiado en el Concurso de Heidelberg y que, con tan solo siete años de existencia, revela cualidades musicales y técnicas de notable valía: prontitud y justeza en el ataque, conjunción, finura en la delineación, manejo de dinámicas, transparencia de voces y acentuación muy natural. Suenan afinados y, sin perder el norte, se dejan llevar por la emoción, como demostraron sobradamente en una recreación soberana, estilísticamente irreprochable, que sondeó las fibras más sensibles, del «Quinteto con clarinete» de Brahms, que desde su mismo inicio, con esa sucesión de siete notas, nos anuncia el devenir de la composición.
Fue emocionante el desarrollo de ese tan liederístico «Adagio», nostálgico, soñador, en el que el clarinetista se explayó a conciencia y evocó con gusto los caracoleos de extracción magyar. Los contrastes rítmicos del «Andantino-Presto» se expusieron con brío, mientras que el tema con variaciones del final se desarrolló con la animación requerida desde las mismas entradas en canon. Todo discurrió al son del balanceo que acaba por último de traernos la rememoración del tema inicial de la obra. Animación y finura que los músicos imprimieron a la obra de Haydn que abría el encuentro. Todo fue luminoso y transparente, profundamente haydniano.
Con ayuda de la lluvia
Cambio de decoración para escuchar, al son de la lluvia que sonaba por encima de la carpa, en el concierto de Juan Pérez Floristán, que brindó una versión bien cantada, de inicio ceremonioso, de la «Sonata nº 6» de Beethoven, de impronta por otro lado tan haydniana. El «Allegretto» tuvo vida y, también, sus oportunos rasgos meditativos, sustituidos en el «Presto», de apertura tan bachiana, por el insistente golpeteo rítmico y por el recuerdo volandero del espíritu de Mozart. La «Sonata nº 15», «Pastoral», claro, es de muy otro carácter, y así lo entendió el pianista, que volvió a mostrar sus jóvenes credenciales, aquellas que marcan la personalidad definida de un artista: pulsación firme, segura y regular, extrema matización de dinámicas, sonido cristalino pero con cuerpo y definición, fraseo natural, equilibrado, sin excesivos deslizamientos rítmicos, aireación de estructuras y capacidad para desentrañar pasajes contrapuntísticos. Bajo un auténtico aguacero Floristán nos explicó por directo el sentido de esta «Sonata» desde el mismo comienzo, de contornos algo nebulosos y de cierto sabor panteísta. El tema elegíaco del «Andante» fue expuesto con tranquilidad y ligereza. El arcádico «Scherzo» tuvo el aire sincopado y el toque casi humorístico adecuados. El Dios Pan se nos apareció en el transcurso del «Rondó», cerrado con el oportuno «tourbillon» final. Foristán, no cabe duda, está camino de la madurez. Las tres «Danzas argentinas» de Ginastera fueron un oportuno contraste festivo, de los que es tan amigo el pianista, que domina el «ostinato», la cadencia melódica y los contrastes y contratiempos, tan bartokianos en la «Danza del gaucho matrero». Otro contraste más: el «Momento musical nº 3» de Schubert, tocado diáfanamente como bis y que remató una sesión muy natural en la que el artista explicó breve y didácticamente el sentido de cada obra.
También lo hizo al día siguiente Cibrán Sierra, segundo violín del Cuarteto Quiroga, un conjunto ya muy bragado, con 17 años de vida a sus espaldas, que accedió a dar el mismo concierto, en un marco románico bellísimo, dos veces seguidas a fin de que hubiera más personas que pudieran disfrutar de una velada que se reveló trascendental y que el conjunto desarrolló a conciencia pese a llevar sobre sus espaldas un cansancio monumental con tres actuaciones en tres ciudades.
Hondura espiritual
Profesionalidad, valor, inspiración, entrega, recursos técnicos y capacidad de penetración fueron algunas de las virtudes que pusieron de manifiesto una vez más los componentes del Cuarteto, que nos dejaron un tercer movimiento de una hondura espiritual desusada. Esa «Canzona de ringraziamiento» penetró hasta lo más profundo de nuestra sensibilidad y nos dejó sin aliento, prendidos como estábamos de esos arcos sonoros, densos, dramáticos (en los que predominan las cuerdas de tripa, de más difícil afinación), que supieron establecer igualmente el debido contraste con la sección «Andante» intermedia. Las entradas del tema inicial, en imitaciones casi bachianas, nos pusieron los pelos de punta. Antes nos había llegado la desolación del «Allegro» inicial.
Una interpretación ejemplar, de ejecución no siempre impecable y con episódicos desajustes, pero que nos emocionó en mayor medida que la que le escuchamos al mismo conjunto hace unas semanas en Granada. Una grácil recreación «de época» del «Cuarteto nº 15» de Boccherini nos puso en la mejor disposición. El bis nos despertó del trance y bailamos con él: un tema popular del archivo de la Catedral de Mondoñedo.

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