Por qué tienes que ver... “Defender a Jacob”: el asesino imposible
Es un buen ejemplo de por qué las series están robando al cine la hegemonía en la producción audiovisual
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Los protagonistas de «Defender a Jacob», los Barber, parecen ser la familia perfecta. El padre está destinado a ocupar los más altos cargos en su oficina jurídica, la madre es una de las dirigentes de un reputado centro educativo y el hijo es un estudiante de instituto que, a pesar de su timidez, no tiene reparos a la hora de exteriorizar el amor que siente hacia sus progenitores. Pero sus vidas cambian por completo el día en el que se descubre el cuerpo de un adolescente que ha sido brutalmente asesinado. A medida que la investigación policial va avanzando, todas las pistas empiezan a apuntar hacia el miembro más joven de la casa.
Un conjunto impecable
Una de las grandes apuestas por parte de Apple cara a su todavía joven servicio de «streaming», «Defender a Jacob», representa un buen ejemplo de por qué, en general, las series están robando al cine la hegemonía en el ámbito de la producción audiovisual. Si a la cabeza de su reparto figura una estrella hollywoodiense de la talla de Chris «Capitán América» Evans, situado tras la cámara está el noruego Morten Tyldum, director de películas generosamente nominadas a premios como los Oscar –«The Imitation Game» (2014)– y episodios de series mayoritariamente aplaudidas por la crítica y el público como «Counterpart» (2017) y «Jack Ryan» (2018). La contrastada solvencia que ambos aportan se traduce en un entretenimiento televisivo impecable, que brilla a todos los niveles –el guion, las interpretaciones, el trabajo fotográfico, el montaje– y que convence a la vez como ficción de prestigio y como entretenimiento adictivo trufado de giros argumentales y finales abiertos expertamente manejados.
Juzgados, comisarías...
Podría decirse que, en realidad, «Defender a Jacob» funciona como tres series en una. De entrada, es un thriller policial centrado en una investigación detectivesca de la que van surgiendo amargas sorpresas. Asimismo, ofrece una intriga judicial a lo largo de la que se arroja luz sobre los entresijos de un sistema procesal en el que cada ley y cada reglamento son objeto de interpretaciones perversamente interesadas. Y al mismo tiempo, por último, va construyendo un drama familiar devastador mientras penetra en la intimidad de los Barber y observa temblar los cimientos de un hogar que desde fuera parecía perfecto, pero que por dentro resulta estar podrido. Ser testigo de todo ello desde la comodidad que aporta la distancia proporciona un irresistible placer culpable.
El peso de la duda
La trama de «Defender a Jacob» avanza avivada por la duda más insoportable, mientras detalla el desesperado día a día de un padre y una madre que remueven cielo y tierra para defender la inocencia de su hijo a pesar de que todas las evidencias que el destino les pone sobre la mesa dan fundamento a su posible culpabilidad. Esa terrible incertidumbre no sólo pone a prueba la moral y los principios de los Barber. Manejándola con gran eficacia a través de una estructura que nos priva de información necesaria, Tyldum logra que las dudas de los personajes atormenten también al espectador.
De repente, J. K. Simmons
Al final del cuarto episodio, una vez la serie nos ha hecho creer que todas las piezas narrativas están ya sobre el tablero, aparece en escena quien sin duda es una de las presencias más poderosas del cine estadounidense actual: J. K. Simmons, consagrado en 2014 gracias a su inolvidable encarnación de un tiránico profesor de música en «Whiplash», por la que entre otros galardones obtuvo el Oscar en la categoría de Mejor Actor Secundario. Aunque secundaria, su presencia en «Defender a Jacob» logra acaparar la atención del espectador, en buena medida porque su entrada en escena pone patas arriba la historia. A través de apenas cuatro intervenciones, Simmons se sirve de su sonrisa paralizante, su cuerpo inesperadamente musculado, sus ojos penetrantes y su portentosa voz –¿existe alguien en este mundo que pueda hacer más daño propinando palabrotas?– para hacer que el resto de personajes se sometan a su voluntad.