Largo Caballero e Indalecio Prieto, ni concordia ni democracia
Ambos políticos, cuyos nombres han sido eliminados del callejero de Madrid, no vieron en la Guerra Civil una desgracia, sino una oportunidad para instaurar una dictadura socialista
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La moda puritana de amoldar la historia al presente, ya sea a la corrección política o al ajuste de cuentas, le ha tocado sufrirla ahora a los personajes de la izquierda española. Es algo inédito. El dominio de la Universidad y de los medios convirtió la interpretación izquierdista de la historia contemporánea en el paradigma único. Esto se rompió hace relativamente poco tiempo. El revisionismo como repaso documentado de las “verdades”, no como contrarrelato, está siendo una práctica habitual, y tuvo un empujón con la Ley de Memoria Histórica. El PSOE de Zapatero tomó la Guerra Civil como una cuestión política para establecer fronteras con la derecha. La pretensión socialista de construir una memoria de Estado que les beneficiara ha sido un completo error. El proyecto pasó a las comunidades gobernadas por la izquierda, que se dedicaron a cambiar nombres de calles pagando generosamente los informes de los comités de expertos.
Hemos asistido a un esperpento político que ahora culmina con el efecto indeseado por la izquierda de que la Ley de Memoria Histórica se aplique también a los guerracivilistas y criminales de los partidos del Frente Popular. En este caso, el pleno del Ayuntamiento de Madrid ha decidido legal y democráticamente eliminar de las calles las placas de Largo Caballero e Indalecio Prieto. Ambos personajes no son ejemplo de concordia ni de democracia, aunque en España tenga bula el comunismo y aledaños. Ser antifascista no convierte a nadie en demócrata, aunque ser demócrata si supone despreciar todo totalitarismo, incluido el comunismo y el fascismo. Ninguno de los dos socialistas vio en la República un régimen para asegurar la libertad ni los derechos humanos, sino un puente para su dictadura del proletariado. De
hecho, los dos rompieron con Azaña en 1933 y luego, cuando ganó la derecha las elecciones de ese año, empezaron a fraguar el golpe de Estado de octubre de 1934. Prieto y sobre todo Largo Caballero bolchevizaron el PSOE para movilizar a la izquierda radical, politizaron el dolor, generaron odio, y purgaron a los más moderados, como Julián Besteiro. No vieron en la Guerra Civil una desgracia, sino una oportunidad para instaurar una dictadura socialista. Largo Caballero, un desastre como ministro de Trabajo en 1931, fue nombrado presidente del Gobierno en septiembre de 1936. Entre Indalecio Prieto, en cuya escolta estaba el asesino de Calvo Sotelo, permitieron las checas, los robos, las violaciones, las torturas y los asesinatos. ¿Está bien quitar las placas a estos dos socialistas? Si se siguen la letra y el espíritu de una ley que debería estar derogada, sí. Si se atiende a la Historia, es absurdo porque no borra nada de lo que ocurrió.