Crítica de “Akelarre”: ¡Al fuego con la no bruja! ★★★✩✩
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Director: Pablo Agüero. Guión: P. Agüero y Katell Guillou. Intérpretes: Amaia Aberasturi, Àlex Brendemühl, Daniel Fanego. España, 2020. Duración: 90 minutos. Drama.
Oímos pronto en la película: «No hay nada más peligroso que una mujer que danza», y lo dice solemne el inquisidor juez Rostegui (el gran Àlex Brendemühl que en ocasiones sobreactúa adrede y otras ironiza; su mirada transparente sí que es luciferina), al que el rey encomienda purificar la región de supuestas brujas y ritos satánicos. Pero las niñas, las adolescentes, bailan mucho en los claros del bosque con la luna llena encima cuando lo único que deben hacer es aguardar a los hombres, a sus padres, hermanos, medio prometidos, que partieron hace tiempo a la mar. Y comen setas muy negras y beben algo parecido al vino. Otra vez el País Vasco, pero aquel de 1609. El juez, un personaje basado en el terriblemente real Pierre de Lancre, acaba de arrestar en un pequeño pueblo a un puñado de jóvenes acusadas de participar en un akelarre, aunque los propios ayudantes del juez comenten que quizá todo eso de las invocaciones sea solamente un sueño.
Y comienzan los interrogatorios, el punto fuerte de la película realizada por Pablo Agüero con Ana, oscuro objeto de deseo a ojos de Rostegui, liderando el grupo para encontrar la manera de salvarlas a todas de morir quemadas vivas. Y desgranando cuentos chinos y falsos actos impuros, al modo de «Las mil y una noches». «El peligro no es la mentira, sino la belleza», repite el juez, que ya lo siente en sus propias carnes, en el sexo. Sí, la cinta supone una visión feminista sobre la caza de criaturas inocentes y perturbadoras a ojos de los tipos turbios y con poder en el siglo XVII no exenta de un humor perverso, pero en el filme hay más, una crítica al pensamiento único, a la tiranía de los dictados arbitrarios, a las verdades absolutas basadas en humo y fuego. Y entonces, en ese sentido y como si fuese obra de un conjuro satánico, la película de pronto ya no parece tan de época.
Lo mejor: El inquisidor Brendemühl y la segunda parte del filme, con esos interrogatorios marcianos
Lo peor: Que por desgracia siguen existiendo hoy muchas hogueras de muy distinto signo