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Crítica de “Explota, explota”: Pasado, ¡pisado! ★★✩✩✩

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Director: Nacho Álvarez. Guión: E. Navarro, D. Esteban Cubero y N. Álvarez. Intérpretes: Ingrid García- Jonsson, Verónica Echegui, Fernando Tejero. España, 2020. Duración: 116 minutos. Comedia musical.
“El pasado, ¡pisado!”, gritan al alimón las compañeras de piso protagonistas de “Explota, explota”. Claro, de eso se trata: de pisar el pasado y bailar sobre su tumba. Lo que no sería un problema mayor si la película de Nacho Álvarez no dependiera tanto de la idealización inherente a la mirada nostálgica. En España, la nostalgia se topa de bruces con la patata caliente del franquismo, y a menudo no sabe qué hacer con ella. ¿Comérsela, acaso? ¿Pelarla, como si aquí no pasara nada? ¿Gratinarla, para que sepa mejor? En tiempos pandémicos, esa es la mejor opción. Admitir, pues, que “Los chicos del Preu” no estaba tan mal; que el cine español del 2020 asume la actualización de la película de Pedro Lazaga imaginando el tardofranquismo como un programa de Valerio Lazarov, cubriendo el expediente al integrar la censura como ese señor de negro que, en 1973, todos, incluso las altas esferas de la televisión monopolista, querían silenciar a cal y canto, porque ya tocaba un poco más de libertad y falda menguante para que a Carmen Polo se le rompiera el collar de perlas.
Raffaella Carrà es la perfecta diva transversal que, desde el franquismo hasta la anacrónica celebración del destape de la Tele5 de Berlusconi, sirve para explicar la dudosa operación ideológica de una película que, utilizando una de las líneas argumentales clásicas del musical americano -la chica-corriente-que-quiere-ser-artista-contra-viento-y-marea-, lo convierte en un episodio alargadísimo de “Velvet” o “Amar en tiempos revueltos”. Ni la innegable chispa de Ingrid García Jonsson y Verónica Echegui es capaz de iluminar esta especie de “Mamma Mia” de la socialdemocracia trasnochada.
Lo mejor: La luminosa energía de las dos protagonistas femeninas, Íngrid García Jonsson y Verónica Echegui
Lo peor: Su lavado de cara ideológico, la idealización estética del tardofranquismo y su larguísimo metraje