Jaime Lorente: “Vuelvo al teatro para desintoxicarme de la televisión”
El actor estrena “Matar cansa”, de Santiago Loza, en el Pavón Kamikaze para hablar de la fascinación por el lado oscuro; en este caso, el amor por un asesino en serie
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A Jaime Lorente la fama le llegó de golpe. “El secreto de Puente Viejo”, “La casa de papel”, “Élite” y ya tenía la fiesta montada. Millones de seguidores en redes y en la calle, que no siempre son cómodos y que hasta con mascarilla le reconocen: “Sigo puteado”, lamenta. No es fácil el cambio para un chaval introvertido que disfrutaba con su reducido mundo teatral. Un terreno mucho más de andar por casa para un “bicho de teatro”, como se define el actor, que los grandes y deslumbrantes focos de las grandes plataformas. Para no perder la toma de tierra de las tablas, Lorente regresa a un lugar del que, dice, nunca se fue (“Esta no es la casa de Bernarda Alba”, estrenada hace casi tres años, fue lo último que hizo) con “Matar cansa”, en El Pavón Teatro Kamikaze de Madrid. “Un regalo”, define, de Santiago Loza, su autor.
-¿Qué nos va a contar?
-La historia de un hombre que admira a un asesino en serie. Todos los recovecos emocionales de un narrador que cuenta desde el amor más absoluto todo lo que le fascina de este hombre.
-¿Por qué todo lo malo/oscuro llama tanto la atención?
-Trabajando la obra y haciéndome preguntas, me juzgué a mí mismo porque me gustase un texto así. Creo que a todos nos sucede, aunque, por suerte, la mayoría no lo desarrollamos. Pero claro que existe esa fascinación hacia las personas que se atreven a llegar a algo tan definitivo y terrible como es el hecho de matar.
-Por ejemplo, el nazismo sigue levantando pasiones a día de hoy...
-Vivimos en la “era del agua tibia”. La gente no se posiciona de una forma extrema porque quiere conciliar con todo, quiere caer bien, quiere pasar desapercibido para no hacer ruido. Pero luego, el hecho de que una persona, un movimiento, una acción se salga de la norma le lleva a la masa a decir “ojalá yo fuera así”. No porque defienda lo que tú piensas, porque puede ser un hijo de la gran..., sino por su posicionamiento diferente. No todas las personas tenemos la capacidad de defender el amor como un nazi puede defender esas barbaridades. Mi protagonista es un chupóptero, un cobarde por naturaleza que utiliza todo lo que ha hecho el asesino para calmar una sed que en su vida normal no puede porque no tiene la suficiente valentía, gracias a Dios. Utiliza la figura del asesino para llevar a su imaginación todo lo que desea.
-Confiese su lado oscuro.
-Soy actor, los tengo todos (ríe). Es en las cosas más mínimas, en lo cotidiano, donde nos asustamos: cuando sentimos envidia por el otro o cuando deseamos que algo le salga mal a un tercero que te produce rechazo. Todos tenemos maldades escondidas. Diré que no las tengo... hasta que salgan a la luz.
-¿Cómo se enfrenta al monólogo?
-Lo he pasado realmente mal. En los primeros ensayos no podía decir la primera palabra porque empiezas y ya no callas hasta la última. Me dio mucho vértigo. La relación del narrador con el asesino es muy parecida a la del actor con el texto. Mi yo artista necesitaba exponerse al 100%, trabajar desde un sitio muy humilde para hacer algo sincero. Si no, el monólogo se cae redondo al suelo. Ha sido tan emocionante como frustrante. Una montaña rusa.
-Usted es un tipo introvertido fuera del escenario o detrás de las cámaras, ¿cómo se lleva eso?
-Lo separo mucho. En mi vida personal soy muy celoso de lo mío. Soy una persona muy cobarde y con muchos miedos. Pero encima de las tablas encuentro la valentía. Se me va la vergüenza.
-¿Como animal de teatro que es, le viene bien volver a este público más minoritario para salir del foco de las grandes plataformas?
-Llevo un par de años sin hacer teatro y lo echaba mucho de menos. Entré en el círculo maravilloso, pero complicado, de la industria de la ficción y llegó un momento en el que dije “tengo que reencontrarme”.
-¿Como una desintoxicación de la televisión?
-Sí. Volver al inicio. Mucha gente me dice que puede entender este regreso, pero es que nunca me he ido. Es donde me siento más libre, me apasiona, soy un bicho de teatro. En este proceso de reencontrar mi yo artista, mis orígenes, apareció “Matar cansa” y es un regalo.
-Para ser tan tímido, en las redes le siguen más de 15 millones de personas. ¿No le entran ganas de cerrar el chiringuito?
-Después de mucho tiempo, creo que he encontrado la respuesta. Tras ver cómo se comporta la gente en las redes sociales, que las viven como una prolongación de su vida y que lo que les pasa ahí es como si fuera en su casa, a mí jamás me han preocupado. Creo que es una herramienta muy útil para publicitar el trabajo, pero me dan exactamente igual. Creo que son mentira. No sé si es ignorancia o qué, pero me funciona porque no le doy ningún tipo de poder. No es una parte más de mi trabajo. Cuando se confunden, y las redes se convierten en el objetivo, no solo en el medio, la gente no quiere utilizar las redes para conseguir algo, sino que quiere conseguir para llegar a la red social.
-¿Acabamos con los “instagramers”?
-(Risas) Lo peor de ellos es la gente que les hace caso y les dan voz y voto... Es terrible el uso que se les da a las redes.