Crítica de “Corpus Christi”: Retrato de un impostor ★★★✩✩
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Dirección: Jan Komasa. Guión: Mateusz Pacewicz. Intérpretes: Bartosz Bielenia, Aleksandra Konieczna, Eliza Rycembel. Polonia-Francia, 2019. Duración: 115 minutos. Drama.
Todos los pecadores llevan un cura dentro. Solo hay que enfrentarlos a una comunidad que necesita con urgencia a alguien en quien creer, y sacarán de su corazón, por sensatez o por inconsciencia, la luz que ilumina el camino. Uno de los grandes hallazgos de “Corpus Christi” es que Daniel no parece buscar una redención en su impostura como sacerdote rural. Tal vez ya era un santo cuando era un delincuente en el reformatorio, tal vez trató de entender mejor la condición humana que los que se instalaron en el duelo, el rencor y la venganza. La irreverencia no lo explica todo, por mucho que los métodos de Daniel (Bartosz Bielenia), ahora padre Tomasz, tengan poco que ver con las Sagradas Escrituras -gritos catárticos para los que no olvidan a las víctimas de un terrible accidente de coche; cervezas con los jóvenes lugareños; sexo y cocaína ocasionales-, y mucho más con constatar la integridad de un personaje que no está dispuesto a seguir sosteniendo las pequeñas corruptelas de la Iglesia.
Con Daniel, “Corpus Christi” está analizando las contradicciones morales de un país tan enfermizamente católico como Polonia. Bartosz Bielenia lo encarna con una fiereza no exenta de misterio sacro. Su físico resulta igual de creíble como clubber pasado de vueltas que como joven con sotana, versatilidad que se adapta de maravilla a la volubilidad de un personaje que, al modo del Shane de “Raíces profundas”, irrumpe en la falsa calma de una comunidad -en este caso, victima de su propio odio- para poner orden. A veces el guion le pone palos en las ruedas que no vienen a cuento -la subtrama del compañero de prisión, a todas luces forzada- pero, en general, la película mantiene el tipo sin sucumbir a respuestas tranquilizadoras.