Annette Bening se divorcia... pero no de Warren Beatty
William Nicholson dirige a la actriz estadounidense en el drama “Regreso a Hope Gap”
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En “Historia de un matrimonio”, las paredes de un apartamento de Los Ángeles se transforman de manera acelerada en una suerte de espectadores silenciosos bendecidos con el privilegio de la observación que contemplan estoicos la cruda disolución de un matrimonio. Si en la encumbrada propuesta de Baumbach tanto Scarlett Johansson como Adam Driver rondaban la treintena, se arrojaban reproches de forma enérgica y manifestaban una insatisfacción constante por la realización fallida de sus respectivos sueños, en “Regreso a Hope Gap”, el nuevo trabajo de William Nicholson que se estrena este viernes, sus protagonistas sexagenarios están cansados de la dilatada cotidianidad de sus vidas tras 30 años de matrimonio. Pero la separación duele igual, con independencia de la edad con la que se afronte.
“A mi me rompieron el corazón con 20 años y ahora tengo más de 70. Me parece que duele más cuando eres joven. Creo que dicen que tienes que calcular los años que has estado con una pareja para darte cuenta del tiempo que vas a tardar en superarlo cuando te separes de ella. Pero no sé si eso es cierto del todo, mi madre nunca lo superó”, explica por videoconferencia Nicholson. El guionista de cintas como “Gladiator” o “Los miserables” ha dejado parcialmente aparcada en esta ocasión la libertad de la ficción para estructurar un relato basado en el divorcio de sus padres. “El matrimonio de mis padres se rompió hace muchos años, pero yo he continuado viendo y recordando ese episodio con ojos de niño. “Regreso a Hope Gap” es un drama, una creación inspirada en mi propia experiencia, pero no todo es real. Sin embargo dentro de esa fabricación estoy intentando transmitir un mensaje que creo que es muy cierto”, puntualiza.
La cuatro veces nominada a un Oscar Annette Bening interpreta en esta historia a Grace, una mujer herida e hiriente, pero brillante, lúcida, despierta que no solo se ve obligada a lidiar con el desgaste de afectos erosionados por el paso del tiempo que la relación con su marido presenta, sino que además debe asumir que Edward (a quien da vida un Bill Nighy perpetuamente elegante) va a marcharse con una mujer de la que dice haberse enamorado. La aparición de este tercer elemento, no pervierte sin embargo la honestidad de Nighy, quien lejos de aproximarse a un perfil de eterno seductor como el históricamente atribuido al verdadero marido de la actriz, Warren Beatty (“siempre sentí que no estaba tratando de evitar el matrimonio, estaba tratando de evitar el divorcio. Cuando conocí a Annette no tuve dudas de que era hora de casarme”, llegó a confesar el protagonista de “Esplendor en la hierba”), resulta fácil percibir en él ese agotamiento imparable del amor caducado.
“Necesitaba actores que tuvieran acceso a sus propias emociones y no todos son capaces de llevar a cabo ese viaje tan íntimo. Pero también quería un actor y una actriz que fueran lo suficientemente conocidos como para ganar dinero con la película”, confiesa entre risas el director. A través de un recorrido cálido, sarcástico, pero también devastador, con el sonido del mar explotando contra las rocas del acantilado inglés de Hope Gap como banda sonora, este hombre y esta mujer que han dejado de acompañarse pero no de quererse comparten un elemento que cada vez cuesta más encontrar en la gran pantalla: los años.
En ese sentido, el realizador señala que “la industria del cine no se da cuenta de que dirigen las películas a un sector muy joven pero existen, por suerte, muchísimas personas de mi edad que quieren verse reflejadas también. Parece que la edad madura no debe mostrarse. A través de las películas explicamos la historia de nuestra vida y de cómo nos entendemos... ¿Cómo puede excluirse de esta relato a gente de edad avanzada? Y además, en Europa somos mayoría”, señala Nicholson divertido.
Por eso este canto a la madurez de los sentimientos en forma de película. “Mi película trata de dos personas que son mis padres, que no fueron capaces de mostrarse sinceros en su matrimonio. No porque quisieran engañarse el uno al otro, sino porque querían complacerse mutuamente. Imagínate un matrimonio en el que el marido y la mujer llevan maquillaje y nunca le permiten al otro verse sin él. Para que una relación sobreviva tienes que ser capaz de estar con tu pareja del mismo modo que estás cuando estás solo", indica el director poco antes de evidenciar el encorsetamiento conceptual del matrimonio: “No deberíamos contemplar el matrimonio como una máquina para hacernos felices. Es una asociación de dos personas que han decidido compartir sus finanzas, sus hijos si es que los tienen, y esperamos que también los amigos. Pero no hay que olvidar que siguen siendo personas individuales que tienen sus propias actividades, sus propios sueños… Necesitamos a muchas personas en nuestra vida, no solamente a una”.