“La ley de Comey”: Trump, el FBI y la parábola del tonto útil
Movistar+ estrena en forma de mini serie la adaptación de las memorias de James Comey, el que fuera director del FBI durante las elecciones de 2016
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En esa carnicería que fue siempre la política estadounidense y que hemos pasado de estudiar en reverencia a observar compasivos, el mejor precio al kilo está reservado para el republicanismo. Entendido, eso sí, como la cualidad inalterable de la patria en la que todos estamos sometidos al foco mediático por nuestros errores y a un sueldo público inferior al privado por nuestros aciertos. Ahí está «El ala oeste de la Casa Blanca», la oda que Aaron Sorkin le dedicó a la política como instrumento de diálogo clásico, como si el ágora no fuera en realidad un consomé de casquería.
Tal ha sido el impacto de la narrativa «sorkiana» demócrata, esa que dibuja héroes quijotescos que no dejan de estar forrados, que rápidamente la contracultura del republicanismo, ahora, del Partido Republicano, se apropió de ella cocinándola en el aceite de lo maquiavélico. «House of Cards» o «El vicio del poder», de Adam McKay, no eran tanto críticas como análisis cínicos de la fractura de un país que estaba dispuesto a sentir suyo a un Presidente de ficción que mataba a un perrito en el primer minuto de metraje.
En esa guerra cultural entre los que hallaron en la elección de Trump una refrenda a sus ideas («os lo dije») y los que lo veían como el vaticinio de algo peor («os lo estoy diciendo»), bien se puede instalar «La ley de Comey (The Comey Rule)», que estrena Movistar+ estos días. En apenas cuatro capítulos, dos en su corte original, la mini serie reconstruye el mandato de James Comey al frente del FBI. De ser elegido personalmente por Obama a ser «ese tipo» que decidió investigar a Hillary Clinton por sus correos electrónicos a unos días de las elecciones, para concluir que no había nada punible cuando la nación ya no tenía tiempo para los hechos.
Al matadero, sin honor
Más allá de la parrillada de nombres conocidos, en la que Jeff Daniels se pone en la piel de Comey, Holly Hunter es la fiscal Sally Yates y Brendan Gleeson firma a un Donald Trump fidedigno y patético, la serie se esfuerza por volver a poner en circulación ese lote infectado en nuestros días que los más antiguos conocen como «estatismo». Antes de que lo manipularan los «hombres de Estado», se trataba de anteponer lo gregario-burocrático por encima de todo y acatar el contrato social como si fueran las sagradas escrituras. Esa es, a todas luces, “la ley de Comey” a la que hace referencia el título.
La producción de Showtime no es otra cosa que el retrato de uno de esos hombres tranquilos que le dan seguridad a las instituciones de un país pero que, ante un reto en el que no tienen nada que ganar, no se achantan. Hay, en todo ello, un aura de vanidad, por supuesto, que marida con las tesis del estoicismo: ¿está tu Estado por delante de tu familia? ¿Un hombre que está ocupado lidiando con un cáncer tiene espacio en su vida para tomar decisiones que reparten las llaves del despacho oval? Para el companaje queda la pregunta más fácil: ¿hay alguien mejor que Jeff Daniels para interpretar al arquetipo del hombre decente?