Otros estrenos: “El artista anónimo”. Klaus Härö afirma que “en las subastas de arte hay mucho de ludopatía”
El director finlandés, ganador en el Festival de Berlín, presenta ahora “El artista anónimo” sobre una obra olvidada que tiene el potencial para salvar una pequeña tienda de arte
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En “El artista anónimo”, el director finlandés Klaus Härö cuenta dos historias: en un nivel superficial, el hallazgo de un cuadro mal etiquetado que podría resolver los problemas económicos de un vetusto vendedor de arte; más allá, la historia de un padre que no supo serlo y que intenta ahora ser abuelo. Ambos planos se entrelazan en una historia con tintes costumbristas, sí, pero que respira sinceridad por sus cuatro costados. Dolor y gloria se dan la mano en un relato con la tristeza panorámica que asociamos intrínsecamente al país nórdico, pero con el calor humano que sus habitantes se han visto obligados a desarrollar buscando su supervivencia gregaria.
Antes de ponerse a los mandos de este filme, el director finés venía de ser nominado a los Globos de Oro estadounidenses con “La clase de esgrima” (2015) y también fue el elegido por su país para representarles en los Oscars, sin suerte. Además, entre su filmografía cuenta con un Oso de Cristal en Berlín a principios de siglo, y estaba preparando “My Sailor, My Love”, su debut en inglés y su gran salto a la Europa mainstream.
- ¿Le ha afectado la pandemia en lo profesional?
- Me ha afectado mucho. En Finlandia las cosas no están del todo mal y parece que vamos en la buena dirección, pero debemos seguir teniendo cuidado. Estoy escribiendo, como la mayoría de la gente del cine ahora, pero debería estar filmando en Irlanda gracias a una coproducción que se ha quedado parada. Quizás el próximo año podamos retomar el rodaje.
Sospecho, eso sí, que cuando acabe la pandemia la industria del cine estará hasta arriba de guiones. Todo el mundo está diciendo ahora aquello de “por fin voy a escribir ese guion que llevaba años queriendo poner sobre la mesa”. Una cosa que me llama mucho la atención es que aquí en Finlandia la gente está aprovechando para reformar sus casas: nuevas cortinas, papel en las paredes y demás. No sé cómo se lo pueden permitir con la de trabajos que se están perdiendo, pero ellos sabrán.
- ¿Cómo decidió embarcarse en el proyecto? ¿Cómo nació la idea?
- Venía de hacer una película que se llama “La clase de esgrima”, que se estrenó también en España, y la guionista era Anna Heinämaa. Saliendo de una cafetería le dije: “¿Qué vas a hacer ahora?” y me contó un poco el tratamiento de guion. De inmediato le pedí por favor que hiciera aquella película conmigo. Fue uno de esos momentos, como de película, en los que el tiempo se para y entra la música. Estoy muy feliz de poder trabajar con ella, porque además de una gran guionista ha sido marchante de arte durante muchos años y conoce gajes del oficio que solo podrían conocerse desde dentro.
Ella estaba muy interesada en contar la historia de este hombre, de los que conoce muchos, que están llegando al final de sus días y siguen pensando “un día conseguiré esa ganga que me permita dejarlo todo atrás, ese cuadro al que solo yo sabré apreciar antes que nadie”. Es preocupante, porque viven instalados en esa avaricia extraña.
- Normalmente, en las películas que lidian con el arte, solemos enfrentarnos a un estereotipo de personaje muy distinto al protagonista de su película: pobre, desesperado, amargado. ¿Cómo de intencional ha sido esa representación?
- Muy intencional. En Helsinki hay muchas tiendas como la que se ve en la película, moribundas. Internet las está matando porque las llevan responsables con cuarenta años de experiencia que no han sabido o no han podido adaptarse a los tiempos. El protagonista siempre ha soñado con acercarse a los grandes cuadros y hacer negocios de alta envergadura, pero nunca ha podido, amando el arte hasta un punto casi obsesivo.
También queríamos hablar de las jerarquías y las autoridades en el mundo del arte. Si un marchante o un tasador de relevancia te condena a un precio bajo, hay muy poco que tú puedas hacer. Tienen demasiado poder, porque en las subastas de arte hay mucho de ludopatía. Estos tipos juegan con las pasiones más bajas de la gente para aprovecharse. Mucha gente entra en ese mundillo como quien va a Las Vegas: “esta es mi racha, mi oportunidad, si doy aquí el golpe no vuelvo más”.
- ¿Conoció Heinämaa (guionista) casos reales de gente que lo perdiera todo?
- En la película vemos a este abuelo simpático por fuera pero al que en realidad le encanta este juego del arte. No porque sea rico, que no lo es, si no por todo lo que implica. Le gusta la caza misma, por eso es tan difícil que cambie. La gente no cambia... hasta que cambia. Nadie deja de beber de un día para otro, tienen que tomar una decisión firme para dejar de vivir de una manera que les está resultando nociva. Si crees que puedes convertirte en un ludópata y que eso no afecte a tu relación de pareja, o caer en el alcoholismo sin que eso trastoque tus amistades, te estás engañando a ti mismo.
- Usted ha trabajado con Heikki Nousiainen desde su ópera prima, ¿cómo ha ido evolucionando su relación después de haber ido juntos a Berlín o a los Globos de Oro?
- Desde que era un adolescente solo he podido sentir admiración por él. Era mi actor favorito. Luego le vi en una obra de teatro y quedé aún más impresionado, quería trabajar con él. Hace 20 años tuve la suerte de poder conocerle y desde entonces no hemos parado de trabajar. Hace poco le dije que si seguíamos haciendo películas cada 10 años en la siguiente él tendrá 83 (ríe). Quizás esto en España no se entienda muy bien, pero la suya es una carrera de fondo. En Finlandia muchísima gente sabe quién es pero pocos podrían decir su nombre. Nunca fue una estrella hasta hacerse mayor. Siempre ha sido un jugador de equipo, un actor humilde, una especie de Henry Fonda nórdico.
- ¿Por qué cree que sus películas son tan admiradas y vistas fuera de Finlandia?
- Es increíble. Vivir en un pequeño pueblito de un pequeño país y que tu cine se conozca en países que me quedan tan lejos como España es impresionante. Cada vez que levantamos una película pienso: ¿Será esta mi última película? Por eso, cuando conozco a alguien fuera de Finlandia que me dicen no ya que les guste o no, si no que han visto mi cine, vivo una experiencia casi extracorpórea.
Crecí como un friki del cine cuando era más difícil, antes de Internet. Encima en mi familia no tuvimos video hasta bien tarde. Ver una película de Akira Kurosawa, de Fellini o incluso de Carlos Saura era un gran evento porque me veía obligado a ir solo. Claro, yo disfrutaba también de “Los cazafantasmas” y “Superman” con ellos, pero ojalá haber crecido en un tiempo como el de ahora en el que el acceso a obras de todo el mundo es tan sencillo.