Bartolomé Aragón, el testigo de las últimas palabras de Unamuno
Durante 84 años ha sido presentado como «alumno y amigo» del intelectual, sin embargo, las últimas pesquisas apuntan a que el papel de este requeté no fue ese
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¿Quién fue el testigo de la muerte de Miguel de Unamuno? ¿Quién hizo de notario de sus últimas palabras? ¿Quién hizo que el escritor se fuera ensalzando los valores que proponía el bando sublevado? Bartolomé Aragón, una figura que, hasta ahora, había sido un buen alumno del escritor; y que, sin embargo, la investigación que ha llevado a cabo Manuel Menchón en su documental «Palabras para un fin del mundo» asegura que no hay evidencias de que la situación fuera tal. En las 25.000 cartas conservadas del escritor no se han encontrado alusiones a Aragón, tampoco en ninguno de sus otros escritos. Raro para ser tan cercanos. Tampoco al revés. Los textos del profesor de la Universidad de Salamanca y supuesto estudiante no aclaran que esa relación fuera tan fluida.
Para los hispanistas Colette y Jean-Claude Rabaté, expertos en la figura del escritor, Aragón fue «un individuo insignificante e irrelevante». Solo conocido hoy por ser el «último interlocutor de Unamuno» en aquel fatal 31 de diciembre de 1936. Sin embargo, Menchón, rebuscando en los archivos de la Universidad de Salamanca, destapa que no hay constancia de que fuera alumno del autor de «Niebla» (1914), como había transmitido la versión oficial desde hace 84 años. ¿Por qué?...
Por su parte, los Rabaté sí reconocen la importante labor del documental a la hora de destapar las sombras sobre esta figura. No fue ni su discípulo, ni mucho menos su amigo. A través del periódico que dirigió en Huelva, “La Provincia”, se ha podido saber más acerca de Aragón, una persona «particularmente inquietante», definen los franceses: «Un sanguinario que participó en la represión de Río Tinto y un adepto de Goebbels, lo que le llevó a organizar quemas espeluznantes de libros».
Tras licenciarse en Madrid, se marchó a la Escuela de Ciencias Corporativas de la Universidad de Pisa, donde quedó marcado por Mussolini y por la cultura fascista. En marzo del 36, llegó a Salamanca como responsable de la cátedra de Economía Política de la Facultad de Derecho. Allí haría amistad con gente cercana a Millán-Astray, como los profesores Torres López y Rodríguez Aniceto. El Alzamiento le pilló de vacaciones en su tierra, Huelva, donde se alistaría en los Requetés Virgen del Rocío, que, a su vez, se integratían en la Colunma Redondo. Cinco semanas antes del suceso del Paraninfo, regresó a Salamanca para alternar la docencia con la «depuración de maestros», asegura el documental.
Con el tiempo llama la atención que apenas hablase de un suceso tan significativo como fue la muerte de Unamuno, más siendo el único testigo de sus últimos instantes. La versión que ha trascendido de la muerte del bilbaíno la escribe José María Ramos Loscertales (ex rector de la Universidad de Salamanca) según el propio testimonio de Aragón, el “amigo” de Unamuno que no fue capaz ni de aguantar 24 horas para asistir a su funeral. Se fue al frente a luchar.