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James Bond: licencia para estrenarse en el salón de su casa

Después de retrasar su estreno hasta 2021, Universal y MGM se estarían planteando subastar su película entre las principales plataformas de “streaming”

A film trailer for the 25th instalment in the James Bond series entitled "No Time to Die" is displayed at Piccadilly Circus in London.
A film trailer for the 25th instalment in the James Bond series entitled "No Time to Die" is displayed at Piccadilly Circus in London.LISI NIESNERREUTERS

Macabra casualidad, el «Sin tiempo para morir» que subtitula la nueva película de James Bond se ha acabado convirtiendo en el más oscuro de los augurios del medio para el que fue concebida. Después de que su doble retraso para estrenar se cobrara la vida de la cadena de cines más importante de Reino Unido, resulta que Universal y MGM, dueñas de la «licencia para matar», han puesto la película en el mercado y solo leen ofertas por encima de los 600 millones de dólares.

Rápidamente, el capital voraz de Netflix y Apple se ha puesto a favor de la subasta y, lo que otrora la productora matriz defendiera como una decisión tomada «única y exclusivamente para salvaguardar la experiencia cinematográfica», ahora queda al desnudo como un ejercicio de mercadotecnia barata más. En una industria que no entiende el medio plazo ni la mediocridad presupuestaria, no ganar el doble de lo invertido se considera un fracaso, incluso si solo hablamos de proyecciones matemáticas con poco fundamento.

Legítima avaricia aparte, lo cierto es que la última película de Daniel Craig como el agente 007 bien tenía el potencial, con su Rami Malek y su Ana de Armas, para reflotar una de las industrias más castigadas por la crisis y que no acaba de ver la luz al final del túnel. De hecho, Italia ya ha hecho oficial el cierre obligatorio de las salas, desde el 26 de octubre y sin fecha de reapertura en el horizonte. Todo ello, una semana después de que conociéramos el estudio del instituto alemán Hermann-Rietschel que asocia un total de cero casos a estos establecimientos.

La pregunta, aunque con una respuesta cada vez más obvia, sigue estando ahí: ¿Para qué cines se están guardando los grandes de Hollywood sus películas? Quizá ni queden. ¿Qué solidaridad es la que se muestra queriendo algo a cambio? Con el virus carcomiendo el celuloide, los retrasos podían justificarse. Ahora estamos hablando de algo completamente distinto. Bob Chapek, uno de los jefazos de Disney, se expresó meridiano cuando dijo que su compañía iba a «redirigir su foco» hacia su plataforma digital. Entiende Chapek que los cines, «como los carros de caballos», son una experiencia obsoleta.

Cuando la amenaza pandémica lleva a los estudios a pensarse abrazar el «streaming», la estrategia es clara: quizá en algún momento los grandes quisieron esperar genuinamente, pero ahora se lanzan directos por los restos del naufragio para hacerse con el eslabón final de la cadena que siempre se les escapó, la distribución.