“Lúa Vermella”: mitos y fantasmas de la Costa da Morte
El director gallego Lois Patiño estrena “Lúa Vermella” el 30 de octubre y reflexiona sobre las leyendas de su tierra y la importancia del “Novo Cinema Galego”
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Hace algo más tres lustros, en la Galicia que intentaba pescar en los restos del naufragio hipotecario global, una manera de entender los nuevos lenguajes del cine se empezó a configurar como un fenómeno con denominación de origen. Atribuido al crítico Martin Pawley, el término «Novo cinema galego» sirvió, primero, para aunar todas esas propuestas alternativas que explotaron junto a la banda ancha en nuestro país y, más importante, para designar un tipo de cine pausado y naturalista que paradójicamente hacía más ruido fuera que dentro de nuestras fronteras. Para cuando «Todos vosotros sois capitanes», de Oliver Laxe, se presentó en el Festival de Cannes de 2010 con éxito rotundo, la marea era imparable.
Desde entonces, y repitiendo los parámetros de éxito crítico y materia endémica, nombres como los de Diana Toucedo o Eloy Enciso se han ido sumando a una lista de cineastas tan heterogénea como pegada a su tierra, partiendo desde algo muy parecido al documental que quiere ser ficción y llevándolo hacia una ficción que quiere ser pintura. Quizá uno de los realizadores que mejor transmite la esencia de un movimiento que no tiene padres ni manifiesto sea Lois Patiño (Vigo, 1983). Heredero del paisajismo apabullante de Werner Herzog y alumno aventajado de la vida detenida de Edward Hopper, el director gallego estrena esta semana «Lúa vermella» («luna roja»), tras pasar por el Festival de Berlín.
«Quería explorar el tiempo a partir de las figuras inmóviles en el paisaje, contrarrestar el tiempo interior de la naturaleza frente al tiempo interior de estas figuras ensimismadas», comienza su narración onírica Patiño. Y sigue: «Los diálogos se construyeron a partir de entrevistas que hice con la gente de Costa da Morte para ver cómo de vivos estaban los mitos de esa parte de Galicia. Entrevistamos a unas 50 personas. La mitad había ido a “meigas” para quitarse “o aire do morto”, varios habían visto la “Santa Compaña” y alguno hasta nos contó algo de un fantasma en bicicleta».
En su nueva película, el director gallego intenta darle un barniz mitológico a los cadáveres de pescadores que se pierden cuando van a hacer la mar. Ahí es donde entra en juego la parte real y documental, tomando como base la figura del «Rubio de Camelle», un buzo que ha recuperado más de 40 cuerpos. «A partir de ahí construimos una fábula poblada por los seres del imaginario fantástico gallego», cuenta el director, que matiza: «Envuelto todo ello en algo que casi roza el género de terror, así que al final nos ha venido bien el retraso de la pandemia para poder estrenarla cerca de Halloween».
Sobre las etiquetas, de las que suelen huir los realizadores, Patiño no reniega y afirma henchido: «Siento orgullo. Todos estamos muy orgullosos y honrados de pertenecer a este movimiento. Oliver (Laxe) el primero. Somos todos muy amigos. Lo interesante está en que es un tipo de cine que rompe lo que se solía hacer en Galicia, de un lenguaje más convencional. Somos una serie de cineastas, en búsqueda de nuevos lenguaje, que estamos obteniendo una proyección internacional sin precedentes».
Sobre lo de ser profeta fuera de su tierra dice Patiño que está «superado» y que solo ha ayudado a que se desarrolle «una escena fílmica propia de Galicia», pero a la hora de acotar los límites de la matriz, todo es bastante menos academicista: «Cuando era pequeño estudiábamos las generaciones literarias y sus pautas. Esto se parece porque hay algo generacional, pero no lo es todo, porque no sabemos si podría entrar en ello gente nacida en los noventa, por ejemplo. Incluso en películas como “O que arde”, donde Oliver (Laxe) ha hecho un esfuerzo por equilibrar este cine de vanguardia con estructuras narrativas más convencionales, se conserva la voluntad de las nuevas formas. No es algo que se pueda acotar a lo argumental», afirma convencido.
En su «Lúa Vermella», silente y maravillosa, el espíritu del «Novo cinema galego» se manifiesta mediante fantasmas que homenajean a «El Ángelus» de Millet y criaturas marinas que beben del mejor Lovecraft. Todo ello, mezclado con una exigencia al espectador que el realizador explica meridiano para rematar: «Hay una cuestión clave, que es la duración. La película deja muchos vacíos, mucho tiempo para que las imágenes evoquen sensaciones propias en quien la vea. Idealmente, eso hará que surja una recompensa y el espectador la sienta. Esa es mi única pretensión, generar momentos reveladores a partir de la belleza de las imágenes».