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Flórez, dios del belcanto

El tenor dio un verdadero recital en el Auditorio Nacional de Madrid

El tenor Juan Diego Flórez
El tenor Juan Diego FlórezA BOFILLTeatro del Liceo

Obras: Beethoven, Strauss, Rossini, Bellini, Verdi, Massenet, Gounod y Puccini. Tenor: Juan Diego Flórez. Piano: Vincenzo Scalera. Auditorio Nacional. Madrid, 3-XI- 2020.

Permítaseme dedicar esta crítica a Luis María Anson, mi maestro junto a Blanca Berasategui en todo cuanto sé de periodismo, en la confianza que pronto pueda dejar de dictar sus artículos desde el hospital. Sin duda, le hubiera gustado estar en este concierto de Juventudes Musicales e Ibermúsica presidido por Doña Sofía, ovacionada a su entrada en el Auditorio incluso más que Juan Diego Flórez al salir a escena. Frente a ello, increíble que un artículo periodístico sin comprobación alguna sirviese para algunos desafortunados comentarios, tanto más pronunciado por personas inteligentes. Corren malos tiempos para el honor y por eso no es extraño que nadie con curriculum desee entrar en política y nos gobiernen juventudes incompetentes pero atrevidas que no han percibido nóminas empresariales. Hace muchos años llevé a comer a Pedraza a June Anderson, y el cordero y buen vino la ayudaron a confesar, llorando, que estaba cansada del repertorio que cantaba y deseaba ampliarlo a uno más dramático. Lo hizo con el tiempo. Otro tanto debe sucederle a Flórez, harto quizá de ver cómo Kaufmann le arrebata protagonismo. Se entiende, aunque le haga cometer errores. Lo fueron las piezas de apertura de este recital, cuatro lieder de Beethoven y Strauss que se hubieran disfrutado en un ambiente más íntimo, pero no en el Auditorio con poco más de quinientas entradas vendidas. Ni el inolvidable Fritz Wunderlich lo hubiera logrado. «Quell’alme pupile» de la rossiniana «La pietra del paragone» mostró al mejor, al inigualable Flórez en este repertorio. Fáciles las coloraturas y provocativo el agudo, igual de seguro, pero con más caudal que antaño. Fue el mejor momento junto a las arias de «Werther» y «Romeo et Juliette», que no tuvieron nada que envidiar a cómo las cantaba Alfredo Kraus. Exquisito el fraseo, elegiacas las medias voces, impregnando cada palabra de su preciso sentido. Un auténtico placer escuchar un tenor de voz fresca y no engolada, sin «falsetones». Entre Rossini, Massenet y Gounod, el aria y cabaleta inicial del tenor en «Norma», una pieza de lucimiento belcantista que hemos escuchado en voces más dramáticas como las de Del Monaco o Corelli, pero que también abordó Filippeschi de forma más lírica. A menor nivel el aria de «I due Foscari», con la cabaleta interrumpida por aplausos precipitados, de imborrable recuerdo del maestro Carlo Bergonzi, sin la brillantez del registro agudo del peruano pero inigualable en el decir y con la voz central que requiere la partitura. El recital oficial se cerró con «Che gélida manina» de «La Boheme». Vuelvo al inicio, Flórez quiere ampliar su repertorio, pero ni el aria es solo el espectacular «do» a tono, ni, por ahora, podría cantar la obra completa. Le acompañó correctamente Vicenzo Scalera, llegando a emocionarme en el intermedio de «Manon Lescaut». Pero quedaban las propinas con guitarra: «Parlami d’amore, Mariu», «El día que me quieras» y un «Cucurrucucu» cantado con admirables medias voces que recordaban a «la Superba». Quién hubiera imaginado que pudiese cantar así estas piezas cuando, imberbe, se presentó a un concurso de canto pop en Perú, quizá aún disponible en Youtube. Luego la «Furtiva lacrima», «La donna è mobile» y un «Nessun dorma» totalmente fuera de estilo. El delirio. Escuchar casi dos horas sin descanso al dios del belcanto, detalles aparte, bien mereció sobreponerse a la pandemia.