Sección patrocinada por sección patrocinada
Música

Música

Leyendas negras del rock: Elvis está vivo y Keith Richards esnifó a su padre

¿"Hotel California" es un himno a Satán? ¿Echó Jimmy Page una maldición a Robert Plant?

El grupo AC/DC fueron acusados de incitar al asesinato con sus canciones
El grupo AC/DC fueron acusados de incitar al asesinato con sus cancioneslarazon

Siempre hay alguien que se enfada cuando en la semblanza de un músico (generalmente uno bueno, porque si no, no se escriben semblanzas) y en la hora de su deceso se recuentan su historial de vicios y desviaciones. Siempre hay algún fan irredento que envía un correo desabrido de protesta (mención especial para el K-pop y el heavy metal, curiosamente) porque “ya todo el mundo sabe cómo era” mengano y no es cuestión de insistir o porque el artículo se sale de los cánones del panegírico que glose las bondades de los ídolos de la guitarra y obvien sus desatinos. Sin embargo, la historia de la música está llena de excesos y truculencias, algunas verdaderas y otras falsas, míticas, que tarde o temprano iban a formar parte de un libro, como ha hecho Javier Ramos en “Historia maldita del rock” (Luciérnaga), un volumen que, sin confirmar ni desmentir, juega con los rumores, mitos y leyendas negras que existen en torno a las grandes figuras de la música de la historia. Que nadie se enfade, que es un juego.

Sin ánimo de resultar enciclopédico ni de sentar cátedra, Ramos recopila, por ejemplo, las historias del club de los 27. A los famosos Hendrix, Morrison, Joplin, Cobain y Winehouse y Brian Jones, cuyas vidas describe casi telegráficamente, Ramos añade la del que debiera ocupar el primer puesto de la lista. Robert Johnson que, en realidad, es el primero en casi todo y que fue envenenado con estricnina en el whisky una noche. Sin embargo, el bluesman, que se dice que ya no tenía alma porque se la cambió al diablo por su habilidad con la guitarra, estuvo vagando durante tres días antes de caer muerto solo, como un perro.

Satán y la mala suerte

En el epígrafe de artistas y grupos malditos, Ramos hace un hueco especial a Badfinger, “una tragedia shakespereana” llevada al terreno de una banda de rock. Fueron jóvenes talentos llamados a suceder (como tantos otros) a los Beatles, pero la mala suerte se cebó con ellos. Malas decisiones empresariales y luego discusiones por el dinero del grupo se sumaron a problemas personales y turbios negocios paralelos a la música. El cantante Pete Ham se ahorcó en su casa a la edad de 27 años (¡bingo!) mientras que Tom Evans hizo lo mismo ocho años después. Sorprendentemente, en su historia no se cruzan las drogas como el principal problema. Tampoco fueron las sustancias la verdadera cruz del bueno de Roy Orbison, al que, sin embargo, también le persiguió una fama de atormentado y de imán para las tragedias. Su esposa Claudette murió en un accidente de moto y dos de sus tres hijos perecieron en un incendio en su casa tres años más tarde. Con 52 años falleció de un paro cardíaco tras una caída.

Por supuesto, las biografías de Johnny Cash y las de Eric Clapton tienen su aparición en este volumen. Pero, de entre los “clásicos”, quizá el músico que ha dado lugar a más leyenda negra haya sido Jimmy Page, el icónico guitarrista de Led Zeppelin, que se obsesionó con el ocultismo y con los libros de Aleister Crowley, considerado por la prensa un digno seguidor de Satán. No fue el único músico que se sintió atraído por su mística y filosofía (The Rolling Stones, David Bowie y Ozzy Osbourne también) pero desde luego que fue el que más lejos llevó su admiración. Page compró la mansión que había pertenecido a Crowley y casi se convirtió en él durante temporadas oscuras en las que no veía la luz del sol. Es cierto que sobre este periodo del guitarrista se han contado muchas leyendas urbanas, pero también que el grupo en parte alentó una especie de culto misterioso en torno a las siglas ZoSo y los símbolos que hicieron suyos jugando con el ocultismo. Aprovechando esta fama, los medios británicos lanzaron gasolina al fuego delas desgracias que sufrió Robert Plant durante algunos años, como un accidente de tráfico ocurrido en 1975 en el que la mujer de Plant sufrió una fractura de cráneo que casi le cuesta la vida. Plant tardó seis meses en volver a caminar. Page y su hija, que viajaban en el mismo coche, resultaron ilesos. Iker Jiménez tendría para varias semanas de programa.

En este capítulo de mal fario, en Led Zeppelin hay que abrir párrafo para John Bonham, que murió a la edad de 32 años ahogado en su vómito después de una vida de excesos que no pudo o no supo detener. “Para desayunar, Bonham tomaba varios vodkas con zumo de naranja, como hizo aquella mañana del 24 de septiembre de 1980. Los vodkas siguieron acompañándole durante todo el día hasta que, supuestamente, había ingerido 40 chupitos en menos de 12 horas. Cayó redondo en el sofá. No volvió a despertar”, cuenta Ramos en su libro.

¿Música que incita a asesinar?

Otra de las bandas más trascendentes de la historia es AC/DC, que fue catalogada de peligrosa por la URSS, acusada de hacer “neofascismo y violencia” en el fatídico año 1985, cuando ya el régimen soviético daba sus últimos estertores. Pero las críticas no les llegaron solo de uno de los bloques. Ese mismo año, el grupo tuvo que capear el acoso de la prensa después de que un asesinato cometido en California tuviera como única pista una gorra del grupo abandonada por el autor del crimen. Cuando finalmente Richard Ramírez fue detenido, declaró que era seguidor acérrimo de la banda y que escuchaba su música mientras torturaba a sus víctimas. Fueron incluidos en la lista de los grupos proscritos y “no recomendables” y se les aplicó la pegatina del Parental Advisory. Por supuesto que a este capítulo de canciones que inspiran asesinatos, todo el mundo conoce el caso de “Helter Skelter”, tema de los Beatles y nombre que apareció escrito en sangre en las paredes durante los asesinatos de la banda de Charles Manson.

Entre las leyendas urbanas más famosas de la historia del rock no podía faltar la de Keith Richards. Ya saben, la que hace alusión a que, a falta de mejor producto para esnifar, se decidió por las cenizas de su padre. El guitarrista hizo estas declaraciones en una entrevista, pero realmente suenan más a bravuconada. Tampoco hay pruebas de que los Stones se hayan cambiado la sangre cada año y esa sea la explicación de su juventud octogenaria. Sí que se conocen tratamientos de diálisis para Richards al rescate de sus riñones. Acerca de su interminable adolescencia, es más plausible que ellos sí que hicieran un pacto con el diablo que ninguna otra conclusión científica.

Las razones de Elvis para estar vivo

Ningún repaso a las leyendas más famosas del rock estaría completo sin la no muerte de Elvis Presley. Vayamos al grano. Los indicios que despertaron las teorías de la conspiración son vagos, pero allá vamos. El certificado de defunción despertó sospechas. Acreditaba un peso de 170 libras, es decir, 77 kilos, cuando el peso de Elvis superaba tranquilamente los 120 kilos, 250 libras. “Para darle más misterio, dicho certificado desapareció y solo queda una copia del original”, recuerda Ramos. Siguiente: unas horas antes del fallecimiento oficial, un hombre que se acreditó como John Burrows pagó en efectivo un vuelo de Memphis a Buenos Aires. Es el nombre que Elvis usaba cuando se registraba en hoteles con amantes. Nadie pudo ver fotos del cadáver (lo cual es más que comprensible), pero quienes sí pudieron despedirse en directo, hablaban de que el aspecto del cuerpo era como el de un muñeco, no se veía natural. Algunas teorías locas dicen que Elvis pasó a un programa de protección de testigos del FBI para escapar de la mafia. También se dice que había perdido diez millones de dólares en ruinosos negocios inmobiliarios. Pero cuarenta años después es imposible que Elvis esté bailando tangos en Argentina.

En el capítulo de discos malditos, “Berlin” (1973) de Lou Reed debe tener un puesto destacadísimo. Es un álbum de fantasmas y de demonios en el que Reed expresaba la desesperación y la ansiedad por medio de dos personajes, un yonqui y una ninfómana, que viven una historia de adicción y destrucción. Un descenso a los infiernos que fue producido por Bob Ezrin. Según cuenta la leyenda, los gritos que se escuchan en el disco son pavorosos porque Ezrin encerró a sus propios hijos en el estudio con la cinta grabando y les dijo que su madre había muerto. El disco fue tildado de cruel, amoral y repugnante por algunos y se llevó por delante a sus protagonistas. Lou Reed acabó enganchado a las drogas y divorciado y Ezrin en una clínica por agotamiento y depresión.

De los mayores excesos de interpretación en la historia de la música está quien ve un himno satánico en “Hotel California”, de The Eagles. El Hotel sería en realidad la mansión donde Anton La Vey había fundado su iglesia satánica en 1966. Busquen en Google, está lleno de páginas que ven elementos satánicos en todos los detalles de la portada del disco. Según algunos malpensados, además, habría mensajes de culto al maligno salpicados en los versos que dicen: “They stab it with their steely knives, but they just can’t kill the beast” ("le apuñalan con sus cuchillos de acero pero no pueden matar a la bestia). Y, por supuesto, en el legendario “This could be Heaven or this could be Hell” del estribillo.