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Crítica de cine

“La Llorona”: Antropofagia de clase ★★★★✩

Un fotograma de "La llorona"
Un fotograma de "La llorona"ImdbImdb

Dirección: Jayro Bustamante. Guion: Jayro Bustamante y Lisandro Sánchez. Intérpretes: María Mercedes Coroy, Sabrina de la Hoz, Margarita Kenéfic, Julio Díaz. Guatemala-Francia, 2019, 108 min. Terror.

Ha llegado el momento de la venganza del pueblo. No hay que confundir a la patética Llorona del ecosistema James Wan con la Llorona del guatemalteco Jayro Bustamante, que utiliza la leyenda de la mitología mexicana (y de parte de América Latina) para ajustar las cuentas con la dictadura militar de su país, responsable de un genocidio que, en la vida real, no quedó impune. Los fantasmas no creen en la impunidad, porque vuelven de entre los muertos para hacer justicia. Como ocurría en “Temblores”, la clase alta es la representación de la hipocresía, de un conservadurismo asesino que se verá amenazado por un personaje transgresor. Allí era un homosexual que decidía salir del armario rompiendo con su familia, aquí una criada indígena, de melena espectral y mirada vacía, que, como en el “Teorema” de Pasolini, desintegrará la unidad de lo que ya estaba enfermo.

Podría acusarse a Bustamante de estar utilizando el género de terror como una excusa, de avergonzarse de él manteniéndolo en un tenebroso segundo plano, pero lo cierto es que todas las escenas de la película -la del inicio, una especie de ritual de limpieza que sirve como opaco prólogo a la tragedia venidera, o la del juicio, con el rostro de la testigo cubierto con una tela mientras describe violaciones y asesinatos perpetrados por los militares- están filmadas de una manera harto ominosa, con lentos movimientos de cámara que abren el plano hasta encuadrar el marco colectivo en el que se va a desarrollar la historia. En el encierro polanskiano de esta familia acorralada por la verdad, se masca una angustia que tiene que ver con la magnitud de la tragedia de un pueblo oprimido. La venganza de la Llorona no consiste en levantar al pueblo sino en conseguir que los opresores se devoren a sí mismos. Ahí está el corazón de la auténtica revolución: en la antropofagia de clase.

Lo mejor:

El rigor con que el cine de género aúna sus fuerzas con el cine político.

Lo peor:

Quienes esperen una película de terror convencional se llevarán una decepción.