Las ciudades secretas de EE UU que nunca existieron donde se hizo la bomba atómica
El proyecto Manhattan albergó a más de 135.000 personas en ciudades donde los científicos trabajaban en secreto para lograr la bomba atómica y que dieron lugar a prósperas comunidades en áreas deprimidas
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Si han visto “Perdidos”, la serie que dirigió J. J. Abrams, la escena es similar. Una ciudad aparentemente ordenada, limpia, educada, misteriosamente armoniosa. Nadie sabe lo que sucede dentro, como en la villa de “los otros” en la famosa serie de televisión. Sin embargo, todos viven aparentemente con una sonrisa y en armonía. Tienen sus supermercados, sus parques infantiles, los bungalows alineados perfectamente. Miradas de cerca, las sonrisas de esas personas eran reales. Pero a medida que la vista se aleja todo se vuelve difuso, cada vez más irreal, más brumoso. Hasta que no quedaba constancia legal de que esas ciudades con sus habitantes existieran en absoluto. No lo eran, al menos a efectos legales, porque detrás de su existencia se ocultaba un propósito más cuestionable: fabricar la bomba atómica antes que Hitler. Todo aquello se llamó el Proyecto Manhattan e involucró a miles de personas entre científicos, ingenieros y sus familias. Y un enorme secreto colectivo de lo que se traían entre manos.
Años 40. Ante los recientes avances científicos, Gran Bretaña ha desarrollado un programa de investigación nuclear pero parece demasiado tarde. El conflicto armado a gran escala se les echa encima. Hitler tiene un impresionante ejército avanzando posiciones y ya se hace evidente que va a lanzar un ataque contra el occidente europeo. Los ingleses han reaccionado tarde y ya no cabe la investigación científica ni otras sutilezas, es hora de defenderse. Los servicios de inteligencia militar de Estados Unidos reaccionan y en 1942 empiezan a trabajar en la investigación nuclear bajo las órdenes de Leslie Groves y Robert Oppenheimer. La misión recibirá el nombre de Proyecto Manhattan y empezará como una iniciativa modesta pero llegará a tener más de 130.000 empleados y un coste de casi 2.000 millones de dólares, la mayor parte destinados a fábricas y producción de materiales.
Palabras tabú
Sin embargo, para llevar a cabo semejante proyecto bélico e industrial a partes iguales no valía cualquier instalación permeable a espías. Serían necesarios enormes despliegues de personal y la vasta geografía estadounidense se prestaba a albergar emplazamientos secretos. El Proyecto Manhattan levantó, de hecho, tres ciudades secretas: Oak Ridge, en el intrincado ambiente rural de Tennesee, junto con Los Alamos en Nuevo México y Hanford / Richland en el estado de Washington. Pero volvamos a “Perdidos”. Allí apenas un centenar de personas desarrollan un proyecto científico misterioso. En cambio, la comunidad en Oak Ridge, la más especial de todas, creció hasta las 100.000 personas, que disfrutaban de bancos, escuelas, hospital, teatros, canchas de baloncesto... todo para convertir en normal un centro de superdotados científicos que buscaban el arma más mortífera de la historia. El objetivo era crear un espacio idílico donde todos los equipos pudieran trabajar sin salir de allí y sin dar la imagen de una base militar. Sin embargo, todo era más sencillo de lo que se podía imaginar. Los padres de familia, científicos tras la bomba, mantenían en secreto su misión secreta. Ni siquiera sus mujeres sabían a qué dedicaban sus largas y extenuantes jornadas laborales. Todo para producir uranio-235.
Hay una foto de un Papá Noel siendo cacheado en las puertas de Oak Ridge y un boletín local con el sello “restringido”. Cualquier persona de 12 años o más tenía que llevar una tarjeta de identificación. El uso de palabras como “atómico” o “uranio” era tabú para que no avisara al enemigo. Se celebraron conciertos, competiciones deportivas, todo para dar una apariencia de normalidad... pero nadie supo que cuando cayó la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, todo había salido de allí. La victoria militar se celebró en las “ciudades atómicas” igual que en todo Estados Unidos, pero la era que se inauguraba dejaba dudas sobre el futuro de estos enclaves.
El inesperado desenlace
Ahí es donde comienza la parte más curiosa de esta historia. Cuando la guerra terminó, el proyecto idílico que había fundado las ciudades siguió en marcha. La comunidad de Oak Ridge, un nombre ficticio que tenía resonancias tradicionales, no terminó. Los habitantes de estas ciudades secretas estaban arraigados y se enfrentaron a los problemas de la sociedad americana mejor que muchas partes del país. Los vecinos afroamericanos, que habían sido relegados a barracones de segunda categoría fueron los primeros que encontraron un entorno más apacible para seguir son sus vidas. Las familias blancas, de clase media pero educación superior favorecieron su integración en viviendas de la misma clase que las suyas. La segregación terminó en la pequeña base antes que en el resto del estado sureño de Tennessee.
Con el tiempo, el laboratorio de investigación nuclear se especializó en el tratamiento de isótopos contra el cáncer y otras herramientas de diagnóstico médico, entre las diversas aplicaciones que se le dio en tiempos de paz a la investigación. Otra parte de los científicos destinó sus esfuerzos a áreas como la nanotecnología y los coches de propulsión eléctrica.
No solo allí. En la ciudad de Los Álamos de Nuevo México (no confundir con la del mismo nombre de Texas) la comunidad prosperó tanto que se volvió una urbanización de riqueza y privilegios en una de las áreas más deprimidas de Estados Unidos. El laboratorio nuclear permanece y también los residuos, pero aquella zona, construida de la noche a la mañana de una tierra expropiada a los hispanos y los nativos americanos que la malvivían dio lugar a una comunidad de familias educadas con escuelas para niños privilegiados entre los que se contaba al propio Gore Vidal, entre otros famosos alumnos. Hoy, Los Alamos se ha convertido en una de las ciudades más ricas de Estados Unidos. Se cree que al menos una de cada nueve personas, un 12% de la población, es millonario. La ciudad también encabeza la lista en términos de la mejor educación y los niveles de criminalidad más bajos del estado. Tiene una de las concentraciones de doctorados más altas del país. En cambio, apenas a 30 kilómetros de la ciudad, se encuentra la ciudad de Española, donde el 30% de la población vive por debajo del umbral de pobreza y tiene la reputación de ser la capital de las sobredosis de heroína en Estados Unidos.