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Cuando Karl Marx no era comunista, sino humorista

Los argentinos de La Columna Durruti llegan con el Festival de Otoño al auditorio del Museo Reina Sofía con «Escorpión y Félix», el único texto cómico del filósofo
Teatro Nacional CervantesLa Razón

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Leer un tratado de (o sobre) Karl Marx (1818-1883), o un listado de sus «highlights» verborreicos, es condenarse uno mismo a enlazar una pedantería detrás de otra. Sentencias de esas que, al margen de ideologías, se interpretan sin saber muy bien por qué con una voz grave y contundente. Nadie se puede imaginar hoy a este prusiano de cabezón y barba bien poblados con una voz de pito de esas que te deja al borde del ataque de risa. No, porque lo suyo, a simple vista, parece ser de una resonancia que viene de la ultratumba. Así todo parece como más verdadero e irreprochable; luego, otro asunto es la realidad.
La figura del padre del marxismo nos ha dejado poco espacio, o nada, para el humor. Quizá en aquel club de bebedores de la Taberna de Tréveris, que llegó a presidir, se desinhibía y contaba unos chistes que no han trascendido hasta el momento. Lo que sí ha quedado en el ambiente fue su fama de juerguista durante los primeros años universitarios: desórdenes públicos, duelos, noches en prisión... Era otro Marx. Uno más poético y soñador, uno que, antes de afirmar que «la religión es el opio del pueblo» o eso otro de que «el motor de la historia es la lucha de clases», tenía otra idea de la vida y que encontraba ese «motor de la historia» en la risa. Sí, señores y señoras, Karl Marx, entre teoría y teoría, también se reía.
Antes de sacar al filósofo, economista y político que llevaba dentro, este alemán de origen judío probó suerte en la comedia. Era un adolescente que se estaba buscando cuando dio con una novela humorística que tituló «Escorpión y Félix» (1837). No fue ningún éxito. De hecho, no estaríamos hablando de ella dos siglos después si llevase la firma de un cualquiera o si Marx hubiera continuado por ese camino que nunca le habría dado la fama. Viendo que su biógrafo, Francis Wheen, definió la obra como un batiburrillo «sin sentido y errático», lo mejor que se puede hacer con esta pieza inacabada es tomársela con la guasa y la provocación de La Columna Durruti en la «performance» que presentan hoy (19:00 horas) en el auditorio del Museo Reina Sofía.
El «Escorpión y Félix» de los argentinos viene a mostrar a un humorista que nada tiene que ver con Groucho, Harpo, Chico y Zeppo, pero que, a su manera, también intentaba hacer reír con esa crítica de la filosofía. Es una muestra de lo que hubiese sido capaz de haber transitado los caminos de la carcajada. Por entonces, ya mostraba sus virtudes como polemista y hasta discutía con cierta gracia las tesis de los pensadores previos, pero, esencialmente, se desternilla con una actitud disparatada de la escuela de Dadá.
Dónde: Museo Reina Sofía (auditorio).
Cuándo: 18 de noviembre (19:00 horas).
Cuánto: entrada libre (con reserva previa).