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“En la ficción, siempre se ha retratado el parto desde un punto de vista masculino”

Henar Álvarez publica “La mala leche” (Planeta), un cómic ilustrado por Ana Müshell, y donde, a través del humor, aborda aspectos como el deseo sexual, el miedo a la muerte o los machismos encubiertos
Ruben MóndeloLa Razón

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“Cada vez que un tío me pregunta qué puede hacer él por la igualdad, siempre le contesto lo mismo: el baño, cariño. Puedes hacer el baño”. Humor, desparpajo, naturalidad y feminismo se resumen en tan solo una frase de una de las viñetas de “La mala leche” (Planeta), una novela gráfica provocadora e hilarante escrita por Henar Álvarez e ilustrada por Ana Müshell. Álvarez, a quien “mis amigos y mi familia me llaman Nani”, es guionista y cómica que ahora debuta como autora de un cómic -que tendrá una adaptación para la pequeña pantalla de la mano de Secuoya Studios-, con el que pretende despertar tantas carcajadas como reflexiones. Si bien podemos escuchar su voz en “Buenismo bien”, programa de Cadena Ser, ahora sus palabras se convierten en tinta en una obra que entremezcla feminismo, maternidad y sexo en clave de humor. Todo ello, a través de Nani, “alter ego” de Álvarez y quien sufre pequeñas explosiones de ira por un deseo sexual no resuelto, el miedo a la muerte, los machismos encubiertos o el sentimiento de culpa por no dar la talla como madre ni ser la pareja perfecta.
-¿De dónde nace “La mala leche”?
-De un tema que me interesa muchísimo: el deseo. Trato bastante en mi comedia cómo las mujeres deseamos, así como una transición que ahora estoy viviendo. Me he ido dando cuenta de que he pasado de ser un objeto de deseo, que es lo que me habían enseñado, a, de repente, darme cuenta de que a mí también me gusta mirar. También me gusta ser quien elige, quien corteja.
-¿Cómo ha sido esa transición?
-He evolucionado desde la tranquilidad que te dan los años. Al tener una pareja, un hijo, un trabajo que me gusta... Creo que, de repente, paras y empiezas a reflexionar sobre todas las parejas que has tenido antes y dices, joder, parece que todos estaban cortados por los mismos patrones. Ellos siempre eran más mayores que yo, hombres que me llenaban mucho intelectualmente, pero lo pienso ahora con el tiempo y me digo ¿por qué me atraía a mí esto?
-¿Qué hay de la Nani del libro en Henar Álvarez?
-El personaje soy yo absolutamente. Mi familia y mis amigos me llaman Nani. Tengo la hipocondria del personaje, su tanatofobia y todas las cosas que cuento en el libro son cosas que sí me han sucedido en algún momento. Luego, las he armado alrededor de este momento que es justo el de después de parir, una situación muy convulsa en la vida de una mujer. Lo he hablado con todas mis amigas que han tenido niños: en la ficción, siempre se retrataba el parto desde el punto de vista masculino. Que igual se veía sobrepasado por el hecho de tener un niño y se acababa liando con la niñera, su compañera de trabajo o con la secretaria. ¿Cómo es posible? ¿Si la que ha estado embarazada 9 meses, la que ha pasado por un parto somos nosotras? Lo lógico es que quien tuviera necesidad de buscar un escarceo o algo que la distraiga fuera la persona que ha sufrido todo esto, no quien está al lado. Estas reflexiones fueron el detonante del libro.
-El mero hecho de reflexionar sobre esto, ¿da también de qué pensar?
-Ya te digo. Hablábamos mucho mis amigas y yo de algo que se ha metido en el imaginario colectivo: cuando una mujer va a parir, que su novio se pueda desmayar, que está legitimado para pasarlo mal. No. Entra, dale la mano a tu mujer y, si te desmayas, es que eres un gilipollas. Está pariendo, con contracciones, va a echar un melón por la entrepierna, ¿tú te crees que puedes estar preguntándote o pensando que alomejor te desmayas? Son cosas que han acabado legitimando la propia cultura y las propias obras de ficción porque, como están escritas por hombres, están escritas desde su punto de vista.
-Mencionas en el libro a Sofonisba Anguissola o Lavinia Fontana, ¿qué nos perdemos de la cultura al no conocer la versión femenina?
-Nos hemos perdido el punto de vista de la mitad de la población. Está clarísimo que las mujeres no han tenido la misma producción cultural de los hombres a lo largo de la historia de la humanidad, porque no nos han dejado. Pero eso no significa que no hayan existido. En el caso de las artistas que menciono, una de ellas fue la primera en tener un taller propio, la otra trabajó para el Papa… Han sido mujeres muy importantes y, sin embargo, sus cuadros estaban en los sótanos de los museos. Si estas eran personas tan importantes, ¿cómo es posible que directamente se hayan escondido? De hecho, uno de los cuadros que nombro en el libro es flipante. Es un misterio, donde es San José quien tiene al niño en brazos. Esto no lo había visto en mi vida. Pienso mal y digo, claro, puede que todo eso se haya escondido precisamente porque, si enseñas el punto de vista de las mujeres contándote este tipo de cosas, ellos pueden acabar perdiendo parcela de poder, de privilegios. En cine igual, sigue sin haber una producción paritaria ni de lejos, han salido las cifras de cine español y es tremendo. Y ya no estamos en el Renacimiento. Estamos en 2020.
-Ahora, ante la multitud de opciones que tenemos para informarnos y comunicarnos, ¿no debería comenzar a invertirse?
-Hemos avanzado mucho precisamente gracias a las redes. Ahora veo, no solo con feminismo, sino también con el movimiento LGTBI, que se está reclamando mucha fuerza que nos queremos ver representados. He leído muchas veces a gente diciendo que “ahora ves una serie de Netflix y meten con calzador a un personaje que sea gay, lesbiana o trans”. No, perdona, esque el mundo es este. Esque con calzador estaba no meternos. Y fíjate el éxito que ha sido “Veneno” (Atresplayer).
-¿Qué uso le da a las redes sociales?
-Sobre todo para compartir mi trabajo. Como yo hago comedia, es un contenido que está muy integrado en las redes sociales. Cada uno tiene las que quiere ver. Tengo bloqueada a mucha gente y luego sigo a quienes hacen contenidos que me interesan. Es lo sano. Sobre todo en Twitter, que parece una batalla campal. Yo lo utilizo para seguir haciendo humor, de forma lúdica, e intento meterme en los menos charcos posibles.
-Además de un fundamento en su carrera, ¿qué es la comedia para usted?
-Es una forma de vida. Tal y como ves el personaje del libro, yo soy así. A mí siempre me ha gustado muchísimo escribir y, casi sin darme cuenta, todo lo que he hecho han sido casi monólogos. Lo he llevado siempre dentro. Luego vino “Buenismo bien”, el programa de Cadena Ser donde trabajo y donde me dieron la gran oportunidad de poder decir lo que me diera la gana en clave de humor. Ha sido un trampolín para mí importantísimo y gracias al cual he llegado hasta aquí.
-¿Con el humor se nace o se educa?
-No sé, en mi caso siempre he sentido que ha estado ahí.
-En el cómic presenta a Bertín Osborne como una especie de Dios o también hablas de “La isla de las tentaciones”, ¿por qué estos guiños?
-Me gusta muchísimo la cultura pop. Me encanta la tele y el entretenimiento, y claro, son cosas que siempre tengo muy presentes. Me gusta el humor costumbrista, aunque intento también que haya una reflexión por detrás. Es decir, tengo un humor muy básico, pero sí es verdad que lo articulo alrededor de una reflexión o de una idea más profunda. La comedia y el entretenimiento es mi principal objetivo, que la gente se ría. Pero, si luego además funciona esa doble capa, mucho mejor.
-A la hora de la ilustración del cómic, ¿cómo se ha entendido con Ana Müshell?
-Yo hacía los guiones y le explicaba cómo quería que fueran los personajes. De hecho, a veces directamente le mandaba fotografías, de mi novio, mi madre o mi abuela, para que viera cómo quería que fueran. Luego, capítulo a capítulo, le mandaba los guiones y ella los iba ilustrando. Al principio sí le decía cómo veía yo viñeta a viñeta las páginas. Una vez que nos habíamos entendido en la forma de trabajar, ella ya fue tomando más libertad. Elegí a Ana para que ilustrara el libro porque, como ya has visto, soy un poco bruta y un poco cruda diciendo las cosas. Necesitaba a alguien que fuera muy elegante dibujando, para que lo rebajase y transmitiera un personaje más humano, que no pareciera una parodia.

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