“El enfermo imaginario”: La farsa y el clasicismo ★★✩✩✩
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Autor: Molière. Director: Josep Maria Flotats. Intérpretes: Josep Maria Flotats, Anabel Alonso, Belén Landaluce, Lola Baldrich, Eleazar Ortiz... Teatro de la Comedia, Madrid. Hasta el 27 de dicimebre.
Vuelve Flotats a poner el ojo en su adorado teatro francés y vuelve a inclinarse por un autor que se caracteriza, igual que él como director, por su clasicismo: en este caso, Molière. Y es precisamente ese clasicismo lo que mejor define esta función en todos sus aspectos: desde la vistosa escenografía de Ezio Frigerio y Ricardo Massironi, pasando por el vestuario de Franca Squarciapino, hasta la propia escenificación de la trama y la forma de abordar los personajes. Y es en estos dos últimos capítulos donde esa cualidad pasa mayor factura.
Trato de explicar el motivo: en este tipo de obras –emparentadas con el figurón del Siglo de Oro español y anticipadoras del teatro moralizante del XVIII– el virtuosismo y la complejidad en la construcción del enredo –propios de las comedias inmediatamente anteriores– dejan de ser tan importantes como la acerada sátira de los caracteres que deben protagonizar ese enredo. Esto hace que los conflictos tengan aquí menos dinamismo –la burla es mayor cuanto menor es la evolución de ciertos personajes– y que las tramas sean, por tanto, más planas y previsibles. Esta ausencia de chispa argumental inherente al propio texto exige, por tanto, para que la comicidad pueda funcionar hoy en día, un suplemento de originalidad mayor que en otras obras a la hora representar las situaciones y de componer los personajes; precisa, digamos, un acercamiento mayor a los modos caricaturescos del presente.
Aquí, como es habitual en Flotas, todo está escrupulosamente medido, bien hecho; pero queda constreñido a unas formas vistas ya muchas veces, con manidos subrayados interpretativos, en algunos casos, que impiden sacar a los personajes del mero estereotipo. Por eso hay pocas escenas donde la risa brote espontáneamente.