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Abel Hernández: “La figura de Jesús de Nazaret despierta la curiosidad de cualquiera”

En «Diario de Marcos», el escritor y periodista narra la muerte y resurrección de Cristo desde la perspectiva de un joven discípulo y su bitácora
Jacopo_TintorettoLA RAZON
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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«Después de tanto tiempo haciendo preguntas, se me ha olvidado contestarlas», rompe el hielo el periodista y teólogo Abel Hernández en conversación telefónica con motivo de la presentación de su nuevo libro. En «Diario de Marcos» (Encuentro), el también colaborador de esta casa se sirve de un personaje ex bíblico para intentar contar los últimos días de la vida de Jesús centrándose en el hombre más que en lo sacro y reservando una parte importante de la narración para los días que siguieron a la Resurrección, un camino poco explotado desde la literatura moderna: «Ernest Renan, por ejemplo, escribe “Vida de Jesús” y se para en la muerte. Ahí se acabó. Si terminas en la muerte y en el entierro, Cristo tiene muy poco sentido», explica Hernández.
Y sigue: «En esa vida extraña en la que Él ha traspasado las barreras espacio-temporales, es un ser distinto, misterioso, que además se desaparece, atraviesa las puertas, las paredes… Es algo verdaderamente misterioso. Le da la trascendencia a su vida y justifica todas sus acciones anteriores. Tiene hasta sentido narrativo».
Después de dedicar casi toda su carrera a la crónica parlamentaria, el ánimo evangelista de Hernández como escritor se ha compaginado con su narración, libro a libro, de la historia no oficial de la Monarquía en España: «Nunca he sido tan crítico, a pesar de que haya que ser respetuoso con el poder y con la democracia, pero me parece que la situación actual de la institución es un desastre. En España tenemos mala suerte, porque nos ha tocado el peor gobierno posible en el peor momento posible. Y eso es preocupante. Y además no hay una reacción, todo resbala», explica el autor antes de matizar en clave pandémica: «En este país se está intentando destruir todo lo bueno que se había construido desde la Transición. Menos mal que estamos enraizados ya en Europa y, a pesar de todo, saldremos adelante», añade.
El ganador del Ondas y del Premio Nacional de Información explica que quería hablar de un Jesús más terrenal: «En la doctrina, he visto siempre su figura enraizada en el pueblo. Muy cerca de la naturaleza. Se le describe mucho más a gusto en medio de los campesinos, pastores o artesanos que con los capitostes de Jerusalén». Esa campechanía, si vale la elección léxica, le sirve a Hernández para construir una bitácora que mezcla géneros y se acerca a la investigación, pero siempre desde la observación: «Jesús despierta la curiosidad de cualquiera. Cuando te metes en su vida y vas viendo sus preocupaciones, sus dolores, su miedo a que se acerque el momento en el que va a ser sacrificado… A mí eso me ha ido enganchando y fue apasionante. El día que me muera, diré “por lo menos, he escrito esto”», se confiesa sincero.
Lo humano y lo divino
Esa autenticidad y ese estilo de cronista del que no se puede despegar ni aunque se remonte a la Tierra Santa de hace dos siglos han convertido a Hernández en referente de otro ámbito bien distinto e inesperado. Acostumbrado a construir narrativas sobre el hombre y la tierra, y aunque Jesús sea el último ejemplo, el periodista publicó «Historias de la Alcarama» hace ya más de una década. Son muchos los teóricos que ven en ese libro el relato fundacional de la España «vaciada», que por aquel entonces solo era «vacía»: «Es cierto que fui de los primeros en tratar el tema. Siempre desde la previsión de la tragedia de la despoblación que estaba anunciando, pero me limitaba a explorar lo que me ofrecía Soria en ese entonces. Soy y seré siempre un hombre de pueblo», dice Hernández. Y añade, más grave: «Somos tristes testigos de los despojos de una civilización milenaria que se acaba ante nuestros ojos».
Casi tres cuartos de siglo después de empezar su carrera y habiendo contemplado como profesional los episodios más difíciles y oscuros de la Historia de España, Abel Hernández se despide sin acabar de creer en los eslóganes que atraviesan la crisis actual: «Siempre he sido muy escéptico. Sé que acabaremos volviendo por nuestros derroteros y por nuestros pecados capitales», remata.